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Turquía entierra a sus muertos en una jornada de indignadas protestas

«No es un accidente, es un asesinato», coreaban ayer miles de personas en las manifestaciones convocadas por varios sindicatos en Turquía, que vivió una jornada de huelga general contra las políticas de privatización y subcontratación y en solidaridad con los 282 mineros muertos en Soma. Ayer se empezó a enterrar a los fallecidos, cuyo balance definitivo superará con creces los 300 muertos.

Los vecinos de Soma empezaron ayer a enterrar a los 282 obreros fallecidos hasta ahora en el incendio desatado el martes en el pozo en el que estaban trabajando, el mayor accidente minero en la historia del país y que ha revivido la ira en las calles contra el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan con la celebración ayer de una huelga general y varias manifestaciones que fueron reprimidas por la Policía.

Los trabajos de rescate continuaban ayer, pero nadie duda de que el saldo final superará ampliamente los 300 muertos ya que las esperanzas de encontrar supervivientes se apagan aunque el incendio remitía y las concentraciones de monóxido de carbono se reducían.

Mientras, en el cementerio de la ciudad minera, situada en la provincia de Manisa, se vivían numerosas escenas de dolor, avivado por la rabia de saber que el desastre podría haberse evitado con mayores medidas de seguridad.

«No es un accidente, es un asesinato», fue una de las consignas más coreadas ayer en las marchas convocadas por varios sindicatos, junto a una huelga general, en protesta por las políticas de privatización y subcontratación.

«La huelga fue un éxito: en todas las ciudades, nuestros afiliados se vistieron de negro, observaron un minuto de silencio para recordar a los obreros muertos y luego marcharon hacia la delegación de Trabajo de su municipio», resumió a Efe Mehmet Soganci, presidente del Colegio de Ingenieros y Arquitectos (TMMOB), una de las cinco organizaciones convocantes.

La Policía reprimió con agua a presión y gases lacrimógenos las protestas de Ankara e Izmir (Esmirna).

En esta última localidad se manifestaron 20.000 personas para denunciar la «negligencia» del Ejecutivo de Ankara. La actuación policial dejó varios heridos, entre ellos el presidente de la Confederación de Sindicatos Obreros Revolucionarios (DISK), Kani Beko, que fue hospitalizado.

Los convocantes valoraron el amplio seguimiento a la huelga, también en el sector de la enseñanza, al haber sido llamada por KESK, un importante sindicato de funcionarios.

Sin supervisión

La unión sindical Türk-Is, la mayor del país y habitualmente más comedida que otras centrales con el Gobierno, se sumó al paro y criticó duramente la expansión de las subcontratas que, según muchos expertos, han hecho estragos en el sector minero, al acabar con toda supervisión efectiva.

«No solo las minas se han privatizado, sino también la supervisión. Todos trabajan con subcontratas y el control público es cero», denunció Soganci.

En su visita a Soma el miércoles, Erdogan declinó toda responsabilidad política en el siniestro al señalar que un accidente minero de esta magnitud es «algo habitual» e «inevitable» y citando ejemplos de desgracias similares en la Inglaterra del siglo XIX, lo que enfureció aún más a la gente. Ayer el presidente, Abdullah Gül, discrepó al señalar desde Soma que «estas cosas no ocurren en los países desarrollados, y no deberían ocurrir aquí».

No solo las palabras, también la actitud de Erdogan durante su visita a Soma atizó la tensión, al difundirse un vídeo en el que aparentemente el primer ministro intenta propinar puñetazos a una persona en la muchedumbre que le rodea y que a gritos pide su dimisión.

Este vídeo se suma a una fotografía, también muy comentada y ampliamente difundida a través de las redes sociales, en la que se ve a un asesor del primer ministro, Yusuf Yerkel, propinar patadas a una persona tumbada en el suelo tras haber sido reducida por dos miembros del aparato de seguridad de Erdogan.

Yerkel admitió los hechos y dijo que daría explicaciones «pronto».

Catorce mineros murieron en el único refugio existente en el pozo

Catorce de los mineros de la mina de Soma en la que se produjo este martes la tragedia consiguieron cobijarse en la única cámara de refugio disponible en el pozo y una vez allí compartieron por turnos las bombonas de oxígeno antes de fallecer, según revelaron los equipos de rescate a la agencia turca Dogan.

El desastre ha desencadenado protestas en todo el país por la falta de seguridad en las minas turcas y ha puesto sobre la mesa la falta de cámaras de refugio en los pozos.

Así, en el caso de la mina de Soma, en la que trabajaban 6.500 mineros, solo había un refugio pese a que su propietario, Alp Gürkan, había asegurado en una entrevista en abril de 2013 que había varios.

La cámara en cuestión, de cinco metros cuadrados, también ha demostrado ser insuficiente, contradiciendo a Gürkan, que había asegurado que las que había en su mina permitirían que los mineros que se refugiaran en ella comieran y tuviera suficiente oxígeno «para veinte días».

Se cree que los catorce mineros entraron en la cámara tras darse cuenta de que sería imposible salir de la mina sin quedarse sin oxígeno ante la presencia de monóxido de carbono como consecuencia del fuego. Una vez allí, usaron las bombonas de oxígeno disponibles por turnos, hasta que se agotó su contenido.

Los equipos de rescate que entraron en la sala se encontraron los catorce cuerpos apilados unos sobre otros. GARA