Juanjo BASTERRA

Cien años de actividad de las cajas de ahorros vascas desaparecen en favor de una élite

Las cajas vascas de carácter público y democrático llaman a su fin. PNV, PSE y PP, primero les arrebataron su actividad financiera y económica, y ahora las convierten en fundiciones privadas. Kutxabank lleva el mando, que abrirá sus puertas a inversores privados.

En poco más de un siglo de historia, las cajas de ahorros van a perder su función inicial de ayuda al pequeño ahorrador, despre- ciado por los bancos que estaban destinados para la élite económica. Algunos consideran este paso como «el mayor atraco del siglo». Porque las cajas, que en Hego Euskal Herria eran las más solventes del sistema financiero español y aparejadas al nivel de solvencia europeo, serán fundaciones privadas y controlarán un tiempo el banco privado Kutxabank. Como dijo su presidente, Mario Fernández, hasta en dos ocasiones y sin presión de nadie, el 70% del capital del mismo pasará a manos de inversores privados en un plazo máximo de cinco años.

Desde hace 25 años se han tomado diferentes iniciativas por el control del sistema financiero vasco, pero no ha sido hasta este momento, aprovechando la crisis y la regulación estricta desde el Gobierno español, cuando se produce este «golpe de mano» que permite a una pequeña élite el control directo de algo más de 44.000 millones en depósitos que los ahorradores de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa tienen en la caja fuerte de Kutxabank. No tendrán control público ni democrático. Una quincena de patronos de las fundaciones privadas designarán los destinos de la Obra Social y dirigirán el banco Kutxabank hasta que el capital privado entre. Algunos no descartan, incluso, que saldrá a bolsa antes de que alcancemos el 2020.

Seísmo financiero vasco

¿Qué ha pasado con las cajas de ahorros? En realidad este seísmo en el sistema financiero vasco no esconde más que una manera garantizar una posición nítida en la élite económica. No es nuevo. En 1991 el exconsejero de Hacienda del Gobierno de Gasteiz, José Luis Larrea, lanzó el proyecto de «la creación de una institución financiera vasca de carácter público constituye en estos momentos -lo decía en el segundo trimestre de 1991- una realidad ineludible desde un punto de vista estatutario, desde la configuración de una actividad financiera de las instituciones del País integrada y coordinada y desde la potencialidad que la misma tiene para la creación de actividad en la plaza financiera de Bilbao y su Bolsa». Se le denominó Banco Público Vasco. Fracasó. Las tres cajas de la CAV estaban presididas, entonces, por miembros del PNV, pero nadie quiso ceder poder. Incluso, Caja Vital compró una ficha bancaria del Banco de Fomento para avanzar ese proceso y garantizarse una posición de fuerza. Pero, José Ignacio Berroeta, presidente de BBK entonces, en los cursos de verano, ya indicó que «la creación de un Banco Público Vasco no era un tema urgente», aunque «podría resolver algunas cosas», lo mismo que las cajas, y se decantó más por la fusión.

Tras la etapa de Berroeta, el PNV persiguió esa fusión de cajas. Xabier Irala aterrizó en BBK desde la presidencia de Iberia. Dio pasos y en 2005 anunció un paso para la fusión, tras alcanzar un acuerdo con los otros dos presidentes Carlos Etxepare (Kutxa) y Gregorio Rojo (Vital). Fracasó en dos intentos, unos a tres y después, tras el rechazo del PP y del PSE a que Vital entrase en el proyecto, solo con Kutxa. En julio de 2009, entra en escena Mario Fernández, un peso pesado del PNV. Ha puesto otras dos muescas en su «revólver de comprador de bancos».

Hasta llegar a la presidencia de BBK, se jactó de explicar que había comprado 13 bancos en América Latina para el BBVA, cuando era director general. Después ha comprado Caja Sur y ha convertido las cajas vascas en un banco privado. Quince muescas. Lo peor, como le reprocha la mayoría sindical y social vasca y EH Bildu, es que ha abierto una puerta de un futuro incierto en el que, seguro que él conoce por dónde deambulará, para que esas cajas de ahorradores pasen a manos de compañías privadas, fondos de inversión u otros bancos.

Porque, en realidad, los expertos en este sector confirman que todavía tienen que producirse más fusiones y adquisiciones entre la Unión Europea. Es la teoría del tamaño que Mario Fernández ha puesto sobre la mesa desde que sustituyó a Xabier Irala. En todos estos intentos, siempre estuvo en la cabeza de unos y otros la Caja de Ahorros de Navarra, «para haber cerrado el círculo», pero chocó con los gobernantes navarros que «siempre les dio vértigo un proceso de esas características y que han sido capaces de llevar a la caja a su desaparición», como explicó Patxi Zamora, de la asociación Kontuz! hace unos días en Barakaldo.

Todas ellas han encontrado su fin. No se parecen ya en nada para lo que se crearon.

Más de cien años de historia

BBK se constituyó el 16 de febrero de 1990 por la fusión de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad Municipal de Bilbao, fundada en 1907, y la Caja de Ahorros Vizcaina, fundada en 1921. Tenían la misión del fomento del ahorro y la previsión entre las clases populares y, sobre todo, la lucha contra la usura. Ambas cajas destinaron sus beneficios primeramente a amortizaciones y reservas, y a partir de 1926, «una vez que dispusieron de suficientes recursos propios, comenzaron a dedicar una proporción cada vez mayor a financiar su Obra Social». De 1939 a 1977 se produjo un fuerte intervencionismo del Estado franquista. Limitó sus operaciones y prohibió funciones reservadas en exclusiva para la banca privada.

Se especializaron en ahorro popular y se consolidaron. Desde 1973, fueron obligadas por el Banco de España a adquirir valores industriales, «destinando el ahorro de la gente humilde a paliar los problemas de las grandes empresas, contradiciendo así su objetivo fundacional», como indica Setem en un análisis que realizó hace dos años.

Hasta 1977, las cajas destinaron a Obra Social la mitad de sus beneficios. A partir de 1977, un real decreto las equiparó con los bancos privados, «lo que desató el comienzo de una liberalización gradual de su actividad». Cambió el rumbo social, por el de la rentabilidad, y cayó la asignación a la obra social. En febrero de 1990 se creó BBK, «que se fijó como objetivo mantener su liderazgo en el mercado financiero de Bizkaia y obtener una rentabilidad suficiente para reforzar su solvencia y asegurar el mantenimiento de su Obra Social».

La Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Gipuzkoa y San Sebastián, Kutxa, nació el 1 de diciembre de 1990, producto de la fusión de la Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián -creada en abril de 1879- y la Caja de Ahorros Provincial de Gipuzkoa -surgida en julio de 1896-. El objetivo inicial de ambas Cajas fue «el fomento del ahorro y la mejora del nivel de vida de los y las ciudadanas. Crearon un sistema de pensiones para los y las trabajadoras y para la protección a la infancia». El Monte de Piedad fue la Obra Social más destacada entre 1879 y 1940 y «sigue en funcionamiento todavía hoy dentro de Kutxa con características muy diferentes, ya que sólo se empeñan objetos muy valiosos».

En los años 50, ambas financiaron vivienda, carreteras, hospitales y entraron en el mundo de la educación, la cultura y la asistencia social. En los años 70, en plena crisis económica, empezaron a invertir en sectores de la industria deprimidos hasta su fusión en 1990.

Caja Vital se creó en junio de 1990 producto de la fusión de la Caja de Ahorros Municipal de Vitoria, fundada por el Ayuntamiento en 1850, con la Caja Provincial de Araba, creada por la Diputación en 1918. «Estas cajas se fundaron con el objetivo de facilitar el ahorro de los alaveses humildes, dando preferencia a la clase agrícola», indica Setem.. Durante los años 20 otorgó «por un lado, préstamos hipotecarios a los trabajadores agrícolas y por el otro, de garantía personal a la población urbana por medio de libretas de ahorros». Su Obra Social hasta los años 40, tuvo un carácter más benéfico que social. «Un 25% de sus beneficios eran destinados a ayuntamientos y a la Diputación, que empleaban el dinero en la construcción de infraestructuras de transporte, escuelas y la promoción de viviendas económicas».

En los años 40, «con el desarrollo industrial alavés, las cajas se dedicaron a la búsqueda del ahorro de la clase obrera de la capital aunque mantuvieron las políticas de ayudas al sector agrícola». Hasta 1990 que se fusionaron siguieron la lógica de las otras dos, BBK y Kutxa.

En realidad se puede decir ¿quien te ha visto y quien te ve? El negocio se ha modernizado, que quedará en manos y en un control de una élite, mientras los colectivos sociales y la mayoría sindical vasca, junto a EH Bildu, tratan de conseguir paralizar ese proceso de privatización que desnaturalizará no sólo su origen sino su futuro

Se desinfla la pasión por la obra social en Kutxabank

En 2001, BBK tomó la decisión de destinar el 30% de sus beneficios netos a proyectos de contenido social. Abrió, de nuevo, ese avance y obligó a las demás cajas a dar ese paso. Sin embargo, ha perdido fuelle y con la creación de Kutxabank ha caído la inversión social, uno de los principales problemas que se advierten de cara al futuro.

De hecho, al inicio de la crisis, las tres cajas BBK, Kutxa y Vital sumaron 151,06 millones destinados a la obra social. En 2008. Fue una cantidad superior, incluso, a 2005 en plena expansión económica, y se destinaron 113,47 millones.

Sin embargo, desde la creación de Kutxabank esos fondos sociales han caído a la mínima expresión, ya que a penas se mueve en 27 o 28 millones. Las fundaciones privadas que se han aprobado y que se ratificaran el 30 de junio no resuelven esa caída, por lo que el temor crece. J.B.