Jon Odriozola
Periodista
JO PUNTUA

Aforamiento exprés

O sea, como dicen en mi pueblo, se ha aforado al rey «a toda ostia» y por si las flai. Un minuto antes de la abdicación, el rey era inviolable; esto es, no sujeto a la ley. En la Francia revolucionaria, que es de donde proceden casi todos estos conceptos, lo que ellos llaman «inviolabilidad» en el Estado español es «inmunidad». En todo caso, estamos delante de prerrogativas, de privilegios. Una singularidad que choca frontalmente contra el superior principio de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Se trata de un principio superior porque la igualdad ha sido elevada a categoría de dogma político en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano.

El origen remoto de la inmunidad puede, tal vez, hallarse en los privilegios estamentales y aristocráticos que, en cuanto comportaban derecho de mando, fueron siendo absorbidos por el estado moderno y transformados en poderes o prerrogativas de los parlamentos y de sus miembros. El fundamento de la inmunidad se basaba,aunque parezca hoy mentira, en principios filodemocráticos. Se buscaba la garantía o la seguridad ergo: la protección de las asambleas y los parlamentarios frente a las probables medidas represivas del gobierno. La inviolabilidad (la «irresponsabilidad» francesa) es la prerrogativa esencial del parlamento y de los parlamentarios. Consiste en que, dentro de la cámara, la libertad de palabra es plena. La inmunidad no queda claramente consolidada hasta que el parlamento logra imponerse a la Corona en las largas pendencias del siglo XVII, y expresamente en el Bill of Rights que los lores y comunes hicieron jurar en 1689 a los príncipes de Orange como condición inexcusable para acceder al trono inglés. No mucho antes, los aguerridos ironsides de Cromwell decapitaron a Carlos I de Inglaterra, Escocia e Irlanda, defensor a ultranza de las prerrogativas reales. Tiene razón Pablo Iglesias cuando dice que la guillotina trajo la democracia (burguesa).

El «fuero» es medieval y prerrevolucionario. Es un privilegio de personas, ciudades o territorios concedidos por el monarca y que devenían en normas jurídicas (derecho foral). Es este originario significado el que ha trascendido en nuestros días y lo que la gente asocia inmediatamente. El aforamiento como privilegio de los poderosos. Es, también, lo que Pablo Iglesias llama «la casta» y G. Mosca, hace un siglo, «clase política». Pero no por eliminar ambas se viene abajo el modo de producción capitalista, si es que a eso vamos. ¿O no vamos a eso?