Fede de los Ríos
JO PUNTUA

Acebes, consejero eléctrico

He leído que van a encarecernos, aún más, el recibo de la luz. Prometieron su abaratamiento tras una nueva facturación más críptica que los jeroglíficos de un egipcio aquejado del baile de San Vito y ya ven, lo contrario. En las últimas líneas, en titular aparte, afirman que el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, en el primer semestre de año ha cobrado 7,6 millones de euros (1.265 millones de pesetas). 41.878,45 euros (7 millones de ptas.) al día, incluidos domingos y festivos.

Más abajo, la noticia da cuenta de que Ángel Acebes, consejero de Iberdrola, cobra de la hidroeléctrica por sus consejos 25.000 euros (4.159.650 de ptas.) al mes. Habrá a quien, a primera vista, tales emolumentos por una dedicación parcial se le antojen excesivos. No pensará lo mismo si echamos la vista atrás y profundizamos en la persona de Ángel Jesús Acebes Paniagua. ¿No lo recordáis de ministro del Interior?

La aciaga mañana del 11 de marzo de 2004. Él solo frente al mundo, informando a los periodistas y la población consternada por la visión de cadáveres entre destrozados vagones de tren: «Desgraciadamente, en esta ocasión ETA ha conseguido su objetivo. El Gobierno no tiene ninguna duda. Es absolutamente intolerable cualquier tipo de intoxicación que vaya dirigida a desviar el objetivo y los responsables de esta tragedia». Otros más pusilánimes que escondían oscuros intereses intentaron desviar la atención. No así él. Con traje gris a juego con su vida y corbata a rayas, peinado con raya. Impasible el ademán, nunca ha flaqueado en defensa de la familia (cristiana, como no pude ser de otra manera) y de España. Por eso su aflautada voz parecía recia, ora denunciando la ignominia del mal llamado matrimonio homosexual, ora desvelando la conspiración del 11M.

Dicen que entre consejo de administración y consejo de administración, mientras pasea con la mirada perdida, el lenguaje estructurado de su pensamiento dentro de su cabeza repite como un eco: «Me gustan las mujeres, soy normal, me gustan las mujeres...», al tiempo que su aparato fonador, sin solución de continuidad, exclama ininterrumpidamente: ha sido la ETA... ha sido la ETA... ha sido la ETA...

¿Comprendes ahora, querido lector, la necesidad en el incremento de tu recibo de la luz a fin de que hombres de tan probada valía ganen un poquito más?