Raimundo Fitero
DE REOJO

Herencias


Parafraseemos a Emilio Botín en la noche electoral de las europeas, ¿qué coño está pasando aquí? La confesión del molt honorable Jordi Pujol de tener unos milloncitos guardados fuera de su amada Catalunya, lejos de la mano del fisco durante más de treinta años nos coloca de nuevo ante el espejo de la transición, de los políticos que apuntalaron el régimen y, puestos a especular, nos abre un melón de la honorabilidad general que no parecía estar previsto en ningún guion. ¿Qué está pasando? ¿A qué viene esta confesión que según los técnicos no acarrea reproche judicial ni fiscal?

Decir que el dinero escondido es procedente de una herencia de su padre y que no es por su gestión política, con un caso muy conocido en aquellos tiempos, el de Banca Catalana, un desvío de dineros que se resolvió políticamente, es decir, con chantajes y silencios, pues en cuanto empezó a intervenir la Justicia de aquellos años, el entonces President se puso la senyera como mantilla y Alfonso Guerra y sus chicos recularon. ¿A cambio de qué? Vaya usted a saber. Quizás ahora se entienda mejor la supuesta frase del suegro de Urdangarin en la noche del 23-F, «tranquil, Jordi, tranquil», que podría acuñarse en su cartilla de ahorros en Andorra.

Otros podrán pensar que esta confesión y petición pública de perdón es un acto de cinismo más con otros objetivos. La familia Pujol con sus hijos imputados en varios escándalos de dinero público y un futuro muy negro no es ejemplarizante, por lo que el capo se adelanta y simula un acto de contrición. Visto con una mirada panorámica, resulta que estamos asistiendo a una auténtica limpieza del santuario de la transición. Todo se está derrumbando ante nuestros ojos. Este caso es muy emblemático e incide de manera directa y profunda en la política catalana actual. No hace falta que la caverna y la banda ataquen desaforadamente, desde dentro se bombardea parte de la legitimidad independentista.

Como se contagie esta actitud de los políticos en desuso buscando perdón baratito, sin multas ni reproche, tenemos un verano de colas infinitas ante los confesionarios mediáticos. ¿Ha pedido la vez alguien del PNV? Herencias. ¡Qué casualidad!