Amalur Artola
Entrevue
ISABEL ALBA RICO
Idazlea, gidoigilea, argazkilaria eta filosofoa

«`65% agua' ha sido la novela de los malos tragos y los momentos críticos»

Licenciada en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, Isabel Alba comenzó su carrera como guionista de cine, radio y televisión, en programas como «La bola de cristal». Su interés por el arte la ha llevado a explorar el dibujo, la fotografía y la literatura, de la que nace «65% agua», novela que se basa en la toma de decisiones y que la autora considera su obra «más personal».

Toda decisión nos lleva a otra, que a su vez tiene su origen en la primera. Isabel Alba nos habla en «65% agua» de la toma de decisiones en una novela en la que ha trabajado casi una década. Su faceta de guionista la impulsa a construir personajes que el lector siente muy dentro, y la prosa poética y directa hace que se pare en busca del significo oculto tras cada línea. Alba admite que es su novela más personal.

El título, «65% agua», dice mucho del contenido. Somos 65% agua. ¿Dónde queda el resto?

Pues es una buena pregunta... A mí me inquietaba ese porcentaje de agua y en el libro el agua tiene mucha importancia en muchos sentidos; está continuamente presente, hablo de la relación que tenemos con el agua... En cualquier caso, cuando me has preguntado «¿dónde queda el resto?» he pensado en la tierra, esa otra parte nuestra.

Habla de la relación entre hombres y mujeres, de la sexualidad, de la idea que tenemos del sexo... ¿Qué quería transmitir?

Siempre digo que cuando un escritor escribe nunca sabe qué quiere transmitir, ni qué está escribiendo. Simplemente, tiene la necesidad de escribirlo. Te vas dejando llevar por los personajes y, de alguna manera, la historia se escribe sola; tú eres la mano que la traslada al papel o al ordenador. De hecho, creo que cuando escribes con un objetivo muy claro realmente no estás haciendo literatura, estás haciendo otra cosa; yo la llamaría didáctica. En «65% agua» me he dejado guiar por los personajes y creo que es un libro extraño por ese proceso de creación: empecé a escribirlo en 2005 y lo di por terminado en invierno del año pasado.

Eso es casi una década...

Así es, sí... (ríe). Ha sido una constante en mi vida, lo he escrito con largos intervalos; de hecho, mi segunda novela, «La verdadera historia de Matías Bran», que se acaba de traducir al francés, la escribí en medio. «65% agua» ha sido la novela de los malos tragos y los momentos críticos. Cuando no podía escribir, había cambios en mi vida o no me sentía bien siempre recurría a ella. La acababa pero nunca sentía que la había terminado, hasta que el pasado invierno la di por terminada. Curiosamente también estaba viviendo un proceso crítico en mi vida cuando Edu de Cambalache me la arrebató. Recuerdo que pensé: «¿Y ahora qué voy a hacer cuando no me encuentre bien?».

En el libro está muy presente la toma de decisiones. ¿Tiene que ver con esos momentos críticos?

Probablemente. Y, más que las tomas de decisiones, es que nuestras decisiones primigenias marcan todas las posteriores, van señalando nuestro camino. El libro habla constantemente de decisiones futuras pero siempre en relación con las decisiones que tomamos en el pasado, de cómo esa cadena de decisiones marca toda nuestra vida individual y también, de algún modo, los acontecimientos colectivos, al igual que las decisiones colectivas marcan los acontecimientos individuales.

El lector se identifica perfectamente con los personajes. ¿Cómo ha trabajado esa parte?

Lo de los personajes es una deformación de mi faceta de guionista. Ellos van surgiendo y, cuando empiezo a verlos con algo de claridad, escribo toda su biografía, incluso cosas que sé que no van a aparecer en el libro pero que sí tienen peso en los personajes. No me gusta hacer demasiada introspección, me gusta que los personajes se muestren por sí solos; no describo cómo se sienten, trato de que el lector llegue a saber cómo se sienten a través de lo que los personajes van mostrando. Para eso necesito hacer un trabajo previo bastante grande.

Utiliza un lenguaje directo, pero en ocasiones muy poético. ¿Qué aporta esa parte poética a los relatos?

Esa parte poética es realmente lo que para mí es la literatura: contar con belleza. Para mí las palabras tienen dos facetas en el campo de la literatura. Por una parte, tengo que sentir que expresen lo que yo quiero decir y, por otra, hacerlo de la manera más bella posible. Y eso me lleva a la tendencia de intentar ser concisa: lograr frases breves que tengan muchas capas de significado, que sean muy densas. Por ejemplo, suelo escribir párrafos de diez líneas y voy cortando, reduciendo, buscando que cada palabra sea la que exactamente yo siento que tiene que ser. Y no es algo que haga intencionadamente, es que no sé escribir de otra manera, siempre me parece que sobran palabras. De hecho, soy una escritora lentísima, puedo estar con la misma frase semanas, dándole vueltas.

Divide el libro en meses, desde febrero a junio. ¿Por qué la primavera?

También fue algo que no hice de manera predeterminada... es que comencé a escribir la novela en febrero de 2005 (ríe). Luego, es cierto que hago coincidir las etapas evolutivas de los personajes con los meses... Yo siempre relaciono los cambios de estaciones con los procesos internos. El cambio climático y los procesos internos los vivo muy relacionados y creo que en todos mis libros están muy presentes esos cambios.

Ha publicado el libro con el proyecto social Cambalache de Oviedo. ¿Cómo surgió esta relación?

La primera vez que fui a Cambalache fue para presentar un libro sobre el cine, «Detrás de la cámara». Conocí lo que ellos hacían y surgió una relación de amistad, de interés y entusiasmo por lo que era el proyecto Cambalache, por la manera de trabajar. Desde entonces hemos tenido una relación muy estrecha, he dado varios talleres y participado en diferentes dinámicas.

Publica con licencia copyleft y el libro puede adquirirse, además de en algunas librerías, en la web de Cambalache.

Sí, es así. Fui yo misma quien fue repartiendo el libro por las librerías (ríe). Se puede descargar porque Cambalache publica todo en copyleft y, aunque yo nunca había publicado nada así, siempre tenía la inquietud de esa contradicción que supone el pensar que el libro le cuesta dinero a la gente y que, si no lo tiene, no lo va a poder leer...

Las fotografías que ilustran la novela también son suyas.

Sí, esa es otra de las cosas que forman parte de mi escritura. A partir de mi segunda novela, necesitaba imágenes. Durante todo el proceso de escritura hubo un proceso paralelo ligado a la imagen. Yo siempre he pintado y, a veces, he necesitado pintar, partir los dibujos y hacer que encajen de otra manera, como si fuera un puzzle. Eso me ha ayudado a escribir. Creo que las fotografías complementan el libro.