Dani Maeztu
Parlamentario de EH Bildu
KOLABORAZIOA

Y Vasca, gota a gota

En Gipuzkoa tenemos hoy tres regatas o cauces naturales de agua menos que hace unos meses. Puede parecer un dato sin mucho interés y de poca trascendencia, si lo analizamos de manera aislada. Sin embargo, se trata de una pequeña gota de agua que cae en un vaso, un vaso que lleva tiempo lleno, gota a gota, y ahora sigue desbordándose con cada gota.

Resulta que algunos y algunas nos negamos a que ese vaso ni siquiera tenga que estar ahí puesto, para recoger las gotas que caen sin ningún sentido ni objetivo. Porque cada golpe al medio ambiente que produce el proyecto del TAV es, en este caso, una gota que va llenando ese vaso, puesto ahí sin razón ni sentido social y medioambiental. Pero el problema surge cuando quienes han tomado decisiones y siguen tomando decisiones en el Gobierno Vasco, no ven ahí un vaso, ni siquiera un balde con capacidad limitada; lo que ven es una piscina infinita, donde caben gotas, vasos o baldes que simbolizan daños al medio ambiente.

El último ejemplo lo protagonizó el 3 de junio la consejera de Medio ambiente y Política Territorial, Ana Oregi, en el Parlamento de Gasteiz. Su argumento para que la piscina siga llenándose, en este caso, con la desaparición de tres regatas en el tramo Hernialde-Zizurkil, fue la siguiente: una obra de estas características conlleva este tipo de afecciones, aunque ya se están haciendo los análisis pertinentes para saber cuáles serán los daños finales. O sea, que primero se destruye nuestro entorno natural, y ya luego vamos viendo cuál ha sido el deterioro y vamos poniendo parches para arreglarlo. Resultado: doble gasto económico y pérdida del patrimonio natural asegurado.

El agravante que multiplica de tamaño la gota que rebosa el vaso es que nuestra administración ya sabía lo que iba a pasar. En el año 1993, el Ente Vasco de la Energía, bajo encargo de la Diputación de Gipuzkoa, hizo un sondeo que mostraba la alta permeabilidad de esa zona. La consejera obvió el citado sondeo, no vaya a ser que empecemos a analizar los estudios de impacto ambiental o los proyectos constructivos de este tipo de obras, y salga a relucir cómo se elaboran, o sea, de manera chusca y con los resultados ad-hoc.

Pero, ¿a quién le importan tres regatas y un manantial seco? ¡No vayamos a renunciar al (supuesto) progreso por eso, por una gota, si nuestra piscina es infinita! Ya van siete muertes en las obras de la Y Vasca, que se realizan bajo unas condiciones de precariedad extrema; ya van unos sobrecostes indecentes que embolsan los de siempre; ya van numerosas regatas secas, numerosos vertidos realizados, varios vertederos ilegales construidos… ¡Pero qué más da! Es el precio que debemos pagar por el supuesto progreso.

El sacrificio que tenemos que hacer para tener el TAV ya lo sabemos. Ahora queremos que nos expliquen el supuesto beneficio, al margen del beneficio económico que produce a unas pocas empresas. Sobre esos presuntos beneficios para nuestra sociedad, no hay nada más que hipótesis, suposiciones, conjeturas… Lo único tangible, real y verificable son que el gasto de las obras del TAV jamás se recuperará, y su explotación, además, seguirá siendo deficitaria. También es seguro que la alternativa que ya existe al TAV, el transporte colectivo por carretera entre las tres capitales, ya existe y es medioambientalmente más eficiente. Demasiadas gotas de barro sucio, en un contexto medioambiental que ya ha sufrido demasiado. ¿No creen?

Y aunque ya sabíamos que esto iba a suceder desde hace mucho tiempo (en 2004, por ejemplo, un catedrático de Economía de EHU/UPV ya adelantó en un informe que el TAV no daría ninguna solución de movilidad, no sería rentable y solamente sería para una élite económica), no debemos consolarnos con entonar ese «ya lo decía yo». Todavía estamos a tiempo de tomar decisiones, antes de que sea demasiado tarde y solo quede lugar para pedir responsabilidades.

Este sábado volveremos a pedir en la calle que se paralice este despilfarro, se haga un verdadero análisis coste-beneficio de la rentabilidad social del mismo en base a la coyuntura socioeconómica actual, y se sometan a la voluntad popular las decisiones a tomar. Ya que sabemos cuál es el sacrificio que debemos hacer para construir el TAV, democraticemos las decisiones sobre los posibles beneficios.