Eguzki Urteaga
Profesor de sociología en la UPV-EHU
GAURKOA

El perfil de los yihadistas en Europa

Desde la creación del Estado Islámico y la instauración del califato tanto en Irak como en Siria, el yihadismo islamista ha cometido una serie de atentados, algunos de gran magnitud, en varias ciudades europeas: París, Londres, Berlín o Barcelona. Como lo indica Farhad Khosrokhavar, autor del libro “Radicalisation”, el yihadismo europeo sigue un doble modelo.

Por una parte, el modelo de individuos desamparados, a menudo constituido por refugiados cuyas solicitudes de asilo han sido desestimadas por las autoridades, a la imagen del joven tunecino autor del atentado en la capital germana el 19 de diciembre de 2016; o de personas aisladas que se caracterizan por padecer problemas de integración social. Algunos de ellos sufren incluso trastornos psicológicos. Los atentados cometidos en Londres el 22 de marzo de 2017 se inscriben en esta lógica. Estos últimos, ni son solicitantes de asilo ni, a menudo, inmigrantes de primera generación, sino individuos que han decidido cometer ataques sin recibir una orden expresa del Daesh. Utilizan para ello métodos poco sofisticados, como el atropello masivo, que exige un escaso adiestramiento y recursos económicos limitados.

Por otra parte, encontramos el modelo de grupos, estructurados y más o menos entrenados en el0 manejo de armas y explosivos, compuestos por una docena de personas que deciden cometer atentados utilizando explosivos o armas de guerra, tales como las kalashnikov. Los autores de los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París así como, aunque sea en menor medida, los que han perpetrado los atentados de Barcelona y Cambrils siguen ese modelo. Algunos de ellos han recibido sus órdenes del Estado Islámico y han realizado estancias en territorios controlados por el Daesh (Irak, Siria, Libia o Yemen) o grupos afines como Al Qaeda, donde, además de ser adoctrinados, han seguido un entrenamiento militar e incluso han participado en combates.

Pero, más allá de estos modelos y de la diversidad innegable de los yihadistas involucrados en estos atentados, es posible identificar una serie de rasgos comunes.

En primer lugar, llama la atención el hecho de que la gran mayoría de los autores de estos ataques sean hombres, aunque mujeres hayan formado parte del aparato logístico que ha prestado ayuda, se hayan desplazado a Siria o Irak para acompañar a sus maridos o cónyuges o incluso hayan intentado cometer atentados, como el atentado frustrado de París ante la catedral Notre Dame el 10 de septiembre de 2016. No en vano, especialmente en el caso de los grupos organizados, como los de París y Barcelona, la totalidad de los miembros eran varones. Esto resulta de la concepción rigorista y tradicionalista del Islam a la que obedecen los yihadistas, ampliamente marcada por el salafismo y el wahabismo, que atribuye un rol secundario y pasivo a las mujeres. A ello se añade, como lo ha demostrado el estudio pionero realizado por Xavier Crettiez y Romain Sèze, la dimensión muy viril de estos activistas que valorizan la fuerza física y practican a menudo deportes de combate.

En segundo lugar, es de subrayar la juventud e incluso la extrema juventud de ciertos yihadistas, algunos siendo menores de edad. Es el caso del afgano de 17 años que atacó con un hacha cuatro personas en un tren de Alemania el 18 de julio de 2016, o de uno de los integrantes del grupo que participó en el atropello de Cambrils. Esa característica, que se encuentra en numerosas organizaciones que utilizan la violencia política, sean yihadistas o no, se explica por el hecho de no tener obligaciones familiares, al no estar emparejados o al no tener hijos, y de tener una visión romántica e idealizada del yihad o «guerra santa» así como una concepción heroica y estetizada de la violencia. Si añadimos a eso, una aspiración a adherirse a una creencia absoluta y a un proyecto conquistador, todos los ingredientes están reunidos para explicar la atracción que ejerce el yihadismo islamista sobre parte de la juventud de confesión musulmana, aunque sea muy minoritaria.

En tercer lugar, es reseñable el hecho de que numerosos grupos yihadistas estén compuestos por hermanos. Es el caso de los hermanos Kouachi, autores del atentado contra la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo el 7 de enero de 2015, de los hermanos Abdeslam involucrados en los atentados de París el 13 de noviembre de 2015 o de los hermanos Oubakir, Aalla e Hychami que participaron en la célula responsable de los ataques de Barcelona y Cambrils el 17 de agosto de 2017. La hermandad, además de proporcionar un apoyo afectivo y una confianza mutua, garantiza una mayor seguridad y evita las filtraciones y denuncias eventuales. En las hermandades, la iniciativa puede venir del hermano mayor, que encarna la autoridad y representa potencialmente un modelo a seguir para los hermanos menores, pero puede suceder lo contrario cuando el hermano menor goza de una fuerte personalidad.

En cuarto lugar, si exceptuamos los solicitantes de asilo, la mayoría de los yihadistas provienen directamente o indirectamente de antiguas colonias. En efecto, ellos o sus padres disponen de la nacionalidad de países que formaban parte de los antiguos imperios coloniales: argelino o tunecino en el caso francés; marroquí en el caso español; pakistaní en el caso británico, etc. El recuerdo, más o menos reconstruido, de la ocupación militar, de la administración colonial y de la segregación étnica padecida, así como de la relegación a un estatus de ciudadanos de segunda clase en los países de origen, ha generado una sensación de humillación y una aspiración a la revancha. A veces, se alude a episodios históricos alejados que ni los yihadistas ni sus familiares han padecido. Es el caso de la referencia realizada por el Estado Islámico, tras los atentados de Barcelona y Cambrils, a la recuperación de Al-Andalus, que alude a los territorios de la península ibérica que fueron bajo dominio musulmán de 711 a 1492.

En quinto y último lugar, conviene subrayar que la gran mayoría de las personas involucradas en los atentados cometidos por yihadistas, si descartamos los refugiados recién llegados, han nacido en los países de acogida o, al menos, se han criado, han estudiado y, a menudo, trabajan y viven en esos países. A pesar de ello, aunque dispongan a menudo de la nacionalidad del dichos países, siguen estando considerados como inmigrantes, lo que genera cierto malestar y una indefinición identitaria. A todo ello se suman las discriminaciones sufridas que se traducen en un mayor fracaso escolar y una dificultad superior para acceder a un empleo y a una vivienda dignas, lo que provoca frustración y rencor hacia el país de acogida. Esto demuestra el fracaso relativo de las políticas de integración elaboradas e implementadas desde los años 1970 en la mayoría de los países europeos.

En definitiva, a pesar de la evolución constante del yihadismo islamista y del perfil de sus componentes, es posible identificar ciertos rasgos comunes a las personas involucradas en estos atentados.