Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Dogman»

El bueno, el bruto y la pequeña

Lo primero de todo es no ya recomendar ver la versión original en italiano, sino aclarar que “Dogman” es una película imposible de doblar, porque en el proceso pierde toda su esencia. Versa sobre un ser especial que, no por casualidad, se llama Marcello como el propio actor no profesional que lo interpreta, premiado en Cannes. Habla con una voz muy nasal y se expresa con un deje suburbial muy remarcado, en un tono dulce y cariñoso que contrasta con la altisonancia de sus gritones vecinos. Puede que el error de este tipo inocente sea creer que las personas son como los perros, y que se les puede coger afecto mediante el trato adecuado, pero terminará descubriendo la amarga y violenta diferencia entre unos y otros tal vez demasiado tarde.

Marcello es un personaje inspirado en el asesino confeso de finales de los años 80 Pietro De Negri, que torturó y mató al ex boxeador Giancarlo Ricci. La noticia conmocionó a la opinión pública italiana porque era como si la realidad se hubiera volteado, cuando el aparentemente inofensivo peluquero canino acabó con la vida de un brutal y peligroso delincuente. Los hechos ocurrieron en la Roma marginal, en el barrio Portuense de Magliana Nuova. Como Matteo Garrone es un romano acostumbrado a rodar en el ambiente hostil de la camorra napolitana ha recreado el vecindario del protagonista en Castel Voltuorno, una localidad costera en la Caserta. Más exactamente en la Via Darsena Orientale del Villaggio Coppola.

Allí Garrone ha diseñado un espacio mítico y excepcional, puramente cinematográfico, de los que la cinefilia nunca va a olvidar. Y del que Marcello únicamente escapa, amenazado por la bestia a la que apela Simoncino, como si fuera una mascota , cuando viaja a mares lejanos para bucear con su hijita Alida a la que tanto adora. No ha querido saber lo que hay detrás del caso mediático, porque uno también se lo puede llegar a imaginar.