Belén Martínez
Analista social
AZKEN PUNTUA

Cuentos de Navidad

A través de los ojos de los blade runners podemos distinguir entre humanos y replicantes, como Deckard y Roy Batty. Gracias a las gafas feministas, somos capaces de detectar los estereotipos sexistas de los cuentos.

Pertenezco a una generación educada y amenizada con cuentos cuyo final feliz se coronaba con la frase: «se casaron, fueron felices y comieron perdices. Fin». Existe una versión alternativa al manjar carnívoro: «y tuvieron muchos hijos». Cenicienta; Blancanieves; la Bella durmiente y la que sirve a la Bestia; Sherezade, la fabuladora persuasiva, o Rapunzel, son personajes estereotipados que refuerzan el patriarcado.

Enamorarse y casarse es la fórmula absoluta del amor verdadero. Convertirse en princesa, un destino. Cuentos de hadas, calabazas, carrozas y espejos. Heroínas reducidas a su función más arcaica: dar placer a los hombres y complacerlos. La motivación inicial de Sherezade es la supervivencia.

Adela Turín y Nella Bosnia me ayudaron a reconocer los sesgos sexistas en la literatura infantil. Leí “Rosa caramelo” diez años después de la primera edición.

En lugar de obsequiar historias escleoritizadas, donde no existen familias con dificultades para llegar a fin de mes, ni viviendas sumidas en la pobreza energética, regalemos fábulas que interpelen sobre la sororidad y la igualdad.