Carlos Gil
Analista cultural

La imposible originalidad

La percepción de la realidad cultural siempre está tamizada por el yo y sus circunstancias. Todo aquello que no se pueda encuadrar y tabular dentro de los paquetes convencionales quedará expuesto a la subjetividad y el resonar de los maitines institucionales. ¿Hay algo más atemporal que la denominación de contemporáneo? Las redundancias ayudan al estancamiento y a la descalificación de las nociones que regulan los cánones establecidos. Escudriñar cada coma, buscar significado a cada cabriola o descifrar una cadena de notas musicales es como intentar descubrir la marca de la pintura de una obra plástica en una mirada forense.

Te digo esto y te digo también que no hay que descalificar nunca una obra de arte que trate un tema ya visitado con anterioridad. Cuando oigas que ese asunto, el que sea, es muy viejo, no rechistes, ten condescendencia. Calla, date la vuelta y vete: estás ante un ser perdido en la consigna de un supermercado cultural. Al toque.

Esa ansiedad en buscar una originalidad es consecuencia de una concepción de mercado, de operar con criterios de inmediatez, de urgencia, de superficialidad. No quería, pero lo escribo y pongo el sintagma en mayúsculas: Consumismo Cultural. Hay que señalar al diablo con el mismo rango que a los ángeles. ¿Cuántas palomas se han pintado? Me encantaría lograr plasmar la buena, la que conmueva hoy.