Karmele Andrés
Del Centro Asesor de la Mujer de Barakaldo, Argitan

30 años de insumisión y desobediencia civil

El Ejército sigue siendo una lacra que denunciamos por sus valores machistas y porque genera un incremento de fabricación y exportación de armas y un aumento del gasto militar.

Estos días se conmemora el 30 aniversario de la puesta en marcha de la campaña de insumisión al servicio militar obligatorio y la prestación social sustitutoria.

30 años después nosotras también, como mujeres feministas y antimilitaristas, seguimos apostando por una sociedad desmilitarizada donde no tengan cabida ni campos de tiro, ni acuartelamientos e instalaciones militares, ni fábricas de armas, ni maniobras del Ejército, ni gastos militares; sobre todo hoy en día, en que los recortes en los servicios sociales impiden mantener o poner en funcionamiento recursos que pueden mejorar la vida de muchas mujeres; en mayor medida la de aquellas que se encuentran en situación económica precaria.

Los 12 años de campaña de insumisión –desde 1989 hasta 2001 con la desaparición del servicio militar obligatorio– produjo una experiencia de desobediencia civil que generó un gran movimiento antimilitarista. Las mujeres feministas nos posicionamos a favor de la insumisión y en apoyo solidario a los insumisos.

Así mismo, durante toda la década de los 90 quisimos ser sujetos de la lucha antimilitarista, ocupar un lugar en el movimiento que no se limitara al apoyo individual a los insumisos como parejas, hermanas o madres. De manera que se llevó a cabo un trabajo de reflexión y debate alrededor del militarismo desde un punto de vista de género.

Se denunciaba al Ejército –máximo representante del militarismo– como el mayor exponente de la violencia del patriarcado.

Los valores que transmite –jerarquía, autoritarismo y la resolución de conflictos a través de la violencia– se encuentran a años luz de las reivindicaciones feministas. Las mujeres feministas luchábamos y luchamos por una sociedad igualitaria, justa, solidaria y por la resolución pacífica de los conflictos.

Para cumplir estos objetivos, los instrumentos utilizados fueron, son y serán la desobediencia civil no violenta y la movilización social.

El Ejército, profesional o no, sigue siendo una lacra que denunciamos por sus valores machistas y porque genera un incremento de fabricación y exportación de armas, un mayor control social y un aumento del gasto militar.

En lugar de invertir en prestaciones sociales, vivienda digna, educación y sanidad, así como en el cuidado de menores y mayores, guarderías, residencias, hospitales… En lugar de cubrir estos servicios básicos, tan necesarios en la vida de las mujeres para mantener y mejorar su autonomía personal, social y económica, en lugar de esto, los gobiernos siguen destinando partidas presupuestarias millonarias al militarismo y a las guerras. Por lo tanto «hoy más que ayer, intsumisioa!».

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