Jone Bilbao
Mundubat

De «mujer del agricultor» a «mujeres autónomas»: Investigación, acción y feminismo para sembrar cambios en el mundo rural

A veces los resultados demoran; pero no por ello la lucha y la resistencia son en vano: también los cambios deseados trascienden el presente, y llegan a las próximas generaciones como semillas de ejemplo, de inspiración, de rebeldía.

Con motivo del Día de la Mujer Rural, este 15 de octubre de 2021, Mundubat y CERES-Confederación de Mujeres del Mundo Rural han presentado en primicia el trabajo de investigación «Participación política de las mujeres campesinas en el Estado español». Lo han hecho, además, aprovechando la luz del foco que confiere una efeméride como ésta, la del Día Mundial, a una realidad que durante el resto del año tiende a ser ignorada por la gran mayoría de la sociedad: la de las mujeres rurales que se mantienen en una lucha constante por alcanzar unas vidas dignas de ser vividas y erradicar las múltiples violencias patriarcales a las que son sometidas.

La casa que da cobijo al proyecto Basoa de Artea, emplazada en el Valle de Arratia (Bizkaia), ha sido este 15 de octubre el escenario de un encuentro especialmente significativo para las mujeres que han llegado a Euskal Herria desde diversas comunidades autónomas del estado español para romper a su paso con varios mitos, pactos y silencios en torno al complejo mosaico que retrata la vida de las mujeres del ámbito rural.

«Sin las mujeres no hay vida en ningún lado, en ningún territorio... no somos un colectivo, somos el 50% de la población», ha apuntado Isabel Gimeno, jefa del área de la subdirección de Dinamización del Mapa, quien se ha acercado al evento para participar como ponente y como oyente, de forma simultánea, de la misma manera en que lo han hecho el resto de las más de treinta mujeres presentes en estas jornadas: mujeres agricultoras y ganaderas que forman parte de la amplia red feminista en la que vienen tejiéndose las relaciones de confianza y accionar político desde y entre las distintas comunidades autónomas del estado español.

Tampoco han faltado a esta importante cita para la lucha feminista y para el derecho a la soberanía alimentaria de los pueblos Isa Álvarez Vispo, coordinadora del trabajo de investigación; Gotzone Artiñano de Mundubat; y, Antonia Morillas, la Directora del Instituto de las Mujeres del Ministerio de Igualdad.

Al unísono, pero con conciencia de lo enriquecedor de la visión singular que encarna cada una de ellas con su recorrido vital, reivindican que las mujeres campesinas, ganaderas, productoras, agricultoras, no son un todo homogéneo y que cabe superar la visión simplista que las reduce a una cuota, a un título, a un complemento o un colectivo, poniéndolas siempre a la par de segmentos sociales uniformes, como el de la «juventud», cuyas características y enfoques para abordarlas son muy limitadas frente a la complejidad y el trasfondo político que comprende la categoría «género» y la construcción social de la «mujer». He ahí la razón por la que, en repetidas ocasiones, a lo largo del proceso de investigación, resonó aquello de que «yo no encajo en ninguna de las casillas establecidas en las ayudas y subvenciones que ofrecen».

Y es que, según refleja uno de los principales hallazgos de la investigación, en las normativas que establecen las directrices para el desarrollo de las políticas públicas destinadas al ámbito rural (concretamente, la Política Agraria Común de la Unión Europea (PAC) y los Planes de Desarrollo Rural de las comunidades autónomas, ambas sometidas a un análisis exhaustivo en el marco del proceso de investigación coordinado por Mundubat y CERES), las mujeres apenas se mencionan y, cuando aparecen, aparecen en el mismo «pack» con los jóvenes, «cuando el punto de partida no es el mismo y es preciso aplicar un diagnóstico específico que derive en acciones concretas y diferenciales», tal y como ha expresado Isa Álvarez en su ponencia.

Además del aspecto normativo, se suman otras dimensiones que han sido consideradas como parte de la metodología cualitativa y participativa en la que se fundamenta este trabajo de investigación. Una herramienta que ha sido puesta al servicio de la lucha feminista rural para proceder al escrutinio de varios espacios determinantes en la vida de las mujeres agricultoras, ganaderas y jornaleras: se trata de las observaciones y las entrevistas en profundidad, en las que han salido a la luz muchas otras violencias, históricamente ignoradas, que afectan con especial rigor a las mujeres del campo que no cuentan con sus propias tierras.

En efecto, una de las violencias insoslayables, el que se conoce desde la perspectiva teórica feminista como la violencia económica de género, se vuelve extremadamente explícita cuando la proporción demográfica de las mujeres con respecto a los hombres se rompe de forma abrupta si movemos el foco hacia el asunto de la tenencia de las tierras: son los hombres quienes acaparan los títulos de gran parte de las explotaciones a nivel estatal y, cuando ellas aparecen como titulares, lo hacen bajo la figura de la titularidad compartida.

Ésta última se vuelve, según afirman las mujeres investigadoras, un arma de doble filo: a pesar de que se presenta como una herramienta que coadyuva a la consolidación del papel protagonista de las mujeres como agentes del desarrollo económico en el campo, esta medida establecida para favorecer la puntuación a la hora de conceder ayudas en el sector agrícola hace flaco favor a la autonomía de las mujeres. «Quienes tienen los recursos son los hombres de la familia: padres, primos, tíos… entonces, con la titularidad compartida, se genera la posibilidad de acceder a recursos, pero a la vez implica, como contrapartida, un tutelaje; porque esa persona luego está pendiente y, como mujer, no puedes llevar a cabo los proyectos que tú tienes en mente a no ser que esa persona desaparezca o te deje un poco tranquila. Además, se generan deudas no escritas: yo te cedo esta tierra pero luego si hay que cuidar a la abuela te toca a ti».

Los resultados de la investigación que han sido sintetizadas y abordadas hoy, 15 de octubre, Día de la Mujer Rural, de forma colectiva, trascienden los marcos de un documento o los kilobytes de un archivo que siempre corren el riesgo de ser archivados en los cajones del olvido institucional y en las memorias de quienes perseveran en las luchas solitarias, en las trincheras olvidadas.

Y, probablemente, sea ese riesgo de lo más probable, de lo esperable, lo que haya motivado el afán de estas mujeres rurales, investigadoras, sujetas políticas de cambio, rescatadoras y generadoras de referentes, a transgredir lo convencional también en este caso:

A reivindicar el valor de los cuidados y del trabajo reproductivo ante una sociedad empeñada en seguir invisibilizando estos roles históricamente sostenidos sobre los hombros de las mujeres, con el fin de asegurar el modelo de familia patriarcal donde la mujer no es más que un complemento, una vasija productora de súbditas/os destinadas/os a ser mano de obra barata al servicio de la acumulación capitalista.

A generar confianza en una misma, en nosotras mismas y en construir espacios compartidos para la acción colectiva, en medio de una humanidad sumida en una profunda crisis donde la asunción de la «violencia por defecto» y la hostilidad le tomó la delantera a la empatía y a la fe hacia lo comunal.

A creer en que es posible que pronto en el campo rebosen mujeres jóvenes dispuestas a tomar la bandera del feminismo rural, a tomar el testigo para sembrar y luchar las condiciones para que la soberanía alimentaria no quede en mera utopía, facilitando, construyendo y rescatando para ello madrinas y referentes, como lo fue para todas ellas Carmen González, activista histórica valenciana que formaba parte de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) y que falleció el año pasado.

De hecho, de la batería de propuestas que derivan de las principales conclusiones generadas en este recorrido de investigación y aprendizaje colectivo, resulta curioso saber que de una fuente árida de esperanza, donde lo realizable ocupa una mínima porción dentro de la totalidad de los horizontes imaginados, se rescata la figura de las tutoras o madrinas facilitadoras de liderazgos y transformaciones. «Es la única acción que depende solo de ellas, por eso es lo único que consideramos realizable, y esto es muy significativo», concluye Isa Álvarez, «en el momento en que ya atraviesas los marcos de tu grupo de apoyo comienzan a aparecer las barreras».

Tal y como demostró Carmen González, quien dedicó una parte importante de su vida a la resistencia en contra de las máquinas que finalmente expulsaron a las y los vecinos de La Punta debido a las obras de adecuación de la Zona de Actividades Logísticas (ZAL) del puerto de Valencia, a veces los resultados demoran; pero no por ello la lucha y la resistencia son en vano: también los cambios deseados trascienden el presente, y llegan a las próximas generaciones como semillas de ejemplo, de inspiración, de rebeldía, de conciencia crítica y de la proyección organizativa como la que atesoran hoy las mujeres que produjeron un conocimiento de alto valor a través de un recorrido en el que se sintieron, a diferencia de lo que suelen acostumbrar las mujeres y las diversidades excluidas en esta sociedad (y más aún en el ámbito rural), guías de sus propias reflexiones, saberes e iniciativas.

Recherche