Omar Boudaaoui
SOS racismo – Bizkaiako SOS Arrazakeria

El muro de Bilbao

Las columnas de la civilización occidental –la de los genocidios, la de las guerras mundiales– está manchada con la sangre y el sudor de ese «otro» negado, aniquilado y empobrecido que intenta ahora saltar el muro.

Cada vez hay más muros y vallas en este mundo, muros de cemento de verdad y vallas de acero mortales, pero todas reflejan un solo muro, el de la desigualdad salvaje y el de la dominación de una parte del mundo sobre la otra, para explotarla, robarla y matarla cuando se rebela contra las injusticias que sufre.

El control de las fronteras y la construcción de los muros es un intento absurdo de parar lo imparable y de impedir la visibilidad en las calles de Occidente de los resultados de las guerras que el mismo Occidente ha generado y sigue generando directamente o mediante la fabricación y comercialización de armas, actividad muy lucrativa y beneficiosa para su bienestar.

Denegar el asilo a quien lo necesita es un crimen y punto. Impedir el refugio a la gente que huye de las guerras, el hambre, o la represión revela el verdadero rostro del mundo «civilizado» pone en evidencia su hipocresía, demuestra que la llamada democracia y los derechos humanos son mercancía fraudulenta y tramposa, y que a los que controlan este mundo no les importan las personas empobrecidas; les importa que circule la mercancía, el dinero, y las armas.

A mí no me sorprende la construcción de estos muros porque los que los construyen son los mismos que envían aviones a bombardear otros pueblos y tanques a ocupar sus territorios, y son los mismos que destruyen los depósitos de agua que pone la ONG “No más muertos” para salvar la vida de los emigrantes en el desierto fronterizo entre México y EEUU.

Algunos de los constructores de muros son de aquí, viven cerca de nosotros, son vascos que ya tienen su muro de la vergüenza en Zierbena –¡Enhorabuena lehendakari!– y otros muchos muros invisibles más alrededor del padrón, la RGI y los papeles.

Siempre nos han querido vender que en Euskadi las cosas pasan de otra manera, que somos diferentes, que aquí los problemas se resuelven mejor, pero al menor contacto con la cruda realidad, los que nos gobiernan acatan las reglas del neoliberalismo salvaje y recurren a las mismas herramientas de control y represión para proteger sus valiosos intereses. Que nada afecte al circuito del dinero y las mercancías que deben seguir muy seguras y libres de la «amenaza» de los polizones que rodean el puerto de Bilbao. Sobre todo, hay que asegurar muy bien los contenedores de armas que parten de ahí.

Y es que tenemos una industria armamentística fabulosa, más de cien empresas de Euskadi participan en defensa, un sector que factura más de 600 millones de euros al año, habiendo incrementado sus ventas un 15% pese a la crisis. Esto es lo más importante, luego, no importa que ese dinero esté manchado con la sangre de otros pueblos; el negocio no tiene nada que ver con los sentimientos; no vamos a arriesgar el futuro de toda una industria por unos polizones.

Ponemos un muro y ya está, luego desmantelamos poco a poco el campamento de Zierbena y estos ingenuos de «los nuestros» que gritan en la calle y denuncian lo que estamos haciendo ya comprenderán el día de mañana que no hay otro modo de solucionar las cosas. Tienen que saber que es imposible hacerles caso y seguir al mismo tiempo en armonía con el mundo «moderno» y «civilizado». El control y los muros son la única manera de protegernos de «los Otros» que con su movimiento amenazan los equilibrios que hemos establecido aquí, entre nosotros y para nosotros. Esta es la lógica de este mundo salvaje llamado Occidente frente a los indígenas y los empobrecidos.

Buena parte de las columnas de la civilización occidental –la de los genocidios, la de las guerras mundiales– está manchada con la sangre y el sudor de ese «otro» negado, aniquilado y empobrecido que intenta ahora saltar el muro.

Y si un día, a esos empobrecidos, desde el otro lado del muro, se les pasara por la cabeza la idea de dañar o cortar el circuito y la circulación de «la civilización» y «la modernidad», no habrá más remedio que enviar nuestros fabulosos cazabombarderos y nuestros modernos y sofisticados tanques para establecer de nuevo «la democracia», acabar con «el terrorismo» y arrancar «el mal» desde la raíz y en sus orígenes.

Ese pensamiento mencionado arriba es el germen y caldo de cultivo que nos va a llevar al fascismo, pues falsea la realidad histórica y aprovecha «la crisis migratoria» y la presión que se ejerce sobre las personas paradas inmigrantes llegadas desde la periferia del sistema capitalista donde sufren una doble explotación como mano de obra barata y como parte de los pueblos oprimidos que han sufrido históricamente todo tipo de explotación, saqueo y racismo bajo la ocupación militar en siglos pasados. Al mismo tiempo, son usadas como amenaza para la clase obrera y trabajadora en el Centro Capitalista para generar mayores plusvalías y control del mercado laboral.

Con el objetivo de mantener esta situación precaria y manipularla, los que dominan este mundo no van a dudar en fomentar el racismo y la discriminación hacia la población inmigrante y tampoco dudarán en usar la herramienta del fascismo para mantener el Sistema.

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