Mikel ZUBIMENDI
AUGE DE «CANDIDATOS INSURGENTES»

REBELIÓN DEMÓCRATA QUE HA LLEGADO COMO UNA OLA

El «efecto Ocasio-Cortez» inspira y contagia. Una marea de candidatos insurgentes inunda las primarias demócratas a nivel local, de condado, estatal o federal. Ya no son figuras exóticas que representan causas perdidas, sino apuestas serias ante grandes desafíos.

La sorprendente victoria de Alexandria Ocasio-Cortez frente al que estaba llamado a ser portavoz demócrata en el Congreso, Joe Crowley, es una historia que se ha convertido en una especie de cuento de hadas y ha conseguido atracción informativa, además de construir utopías en el imaginario político. Es cierto que, quizá, si en lugar de ocurrir en Nueva York, en el barrio del Bronx, hubiera ocurrido en Port Huron o en Tampa no habría habido historia que contar. Pero que una joven de 28 años que hace apenas un año servía copas y que no viene de la maquinaría demócrata o de la oficina de Ted Kennedy, vaya a convertirse en la congresista más joven de la historia es algo nunca visto en EEUU. Ahora bien, si alguien cree que la victoria de la nueva estrella de la política en EEUU significa la próxima conversión del Partido Demócrata al socialismo, que se lo piense de nuevo, una y otra vez.

Una de las plumas más influyentes de EEUU, la comentarista política Katrina vanden Heudel decía en un artículo del "The Washington Post" que las victorias de los candidatos «insurgentes» eran parte de una «Primavera Demócrata». Y auguraba «una ola azul» con potencial para romper todas las apuestas en las elecciones de medio mandato del próximo mes de noviembre, en la que un Trump acosado por la Justicia se juega su futuro y podría ver cómo se abren las puertas a un posible «impeachment» o proceso de destitución. ¿Y si la rebelión en el Partido Demócrata finalmente ha llegado y lo ha hecho para quedarse? ¿Y si las mujeres, y muy especialmente las mujeres no blancas, están liderando esta ola?

Derrotas y victorias

En las primarias demócratas del Medio Oeste, sin embargo, las candidaturas apoyadas por el dúo Bernie Sanders-Ocasio-Cortez no han conseguido ganar. Ambos intentaron catapultar a Abdul El-Sayed en las primarias gubernativas de Michigan, que perdía en las encuestas, en número de apoyos y en dinero. Este solo consiguió hacerse con el segundo puesto, con un 30% de los votos, algo que no es moco de pavo. Fue una derrota notoria, aunque no tanto como la de Bernt Welder, un hombre del aparato de la campaña de Sanders de 2016, en el tercer distrito al Congreso por Kansas.

La izquierda «sandernista» buscaba desesperadamente convencer a los pesimistas veteranos de la política y enojar a los expertos políticos con la idea de que solo un programa nítidamente socialista tiene la llave que abre la puerta de la victoria en distritos muy urbanos, y apoyaron a Welder en detrimento de Sharice Davids, una nativa americana lesbiana, profesional de las artes marciales y antigua integrante del equipo de la Casa Blanca de Obama. No dudaron en apoyar al «hombre blanco» frente a una «india» que dudaba de ciertos aspectos del programa socialista. Y perdieron. Pero de ahí a decir que la derrota del candidato «sandernista» dio el triunfo a una demócrata corporativa «moderada» hay un trecho que no se corresponde con la realidad.

También han conseguido victorias espectaculares. Quizá no tan impactantes como la de la propia Ocasio-Cortez, pero sí muy importantes. Entre ellas destaca la de Rashida Tlaid, uno americana-palestina que tras ganar las primarias demócratas del decimotercer distrito de Michigan, y al no tener oponente republicano, se convertirá en la primera mujer musulmana que se sienta en el Congreso de EEUU.

Pero esta victoria, quizá, ilumina los límites del «efecto Ocasio-Cortez». El decimotercer distrito de Michigan es como el decimocuarto de Nueva York (que engloba a los barrios del Bronx y de Queens): son distritos abrumadoramente demócratas, conocidos como estados «deep blue» (en alusión al azul, color corporativo demócrata). Ambos distritos están entre los 30 más demócratas de todo EEUU. Y respondiendo a quienes pronosticaron que la victoria de Ocasio-Cortez solo representaba el futuro del partido demócrata en el Bronx, se podría decir que también lo hace en Detroit.

Más voluntarios, pasión y entusiasmo

Las victorias en las primarias demócratas al Congreso de «candidatas insurgentes» como Ocasio-Cortez en Nueva York, Kara Eastman en Nebraska, Rachida Tlaib en Michigan o Katie Porter en California han sido proyectadas en los medios como algo inaudito. Sin embargo, se habla menos de la impresionante marea de candidatos insurgentes que se está multiplicandos a nivel local, condado por condado, sea para conseguir un puesto de fiscal o de defensor del pueblo.

En efecto, los candidatos «insurgentes», también denominados como «populistas progresistas» y que en su mayoría se presentan por primera vez, están proliferando en las diferentes primarias del Partido Demócrata por todo EEUU. El número de mujeres candidatas está batiendo todos los registros. Un aumento general alimentado por el efecto reactivo ante la elección de Donald Trump y el fortalecimiento de dinámicas sociales como #MeToo. Por otra parte, las ideas fuerza de Bernie Sanders en su campaña de 2016 (sanidad pública universal, educación gratuita, una paga mínima de 15 dólares por hora, etc…) ya no son consideradas como batallas por causas perdidas.

Los candidatos del aparato tiene más dinero y más reconocimiento de sus nombres. Son los «demócratas corporativos», percibidos como políticos abiertamente programados por sus grandes donantes. Los «insurgentes», por contra, más voluntarios, con más pasión y entusiasmo. Estos trabajan duro en el marco de un modelo de base, son brillantes y vibrantes en la comunicación digital, y se centran en comunidades como la de los afroamericanos o los latinos, que tradicionalmente no se han comprometido con la política electoral.

Y los datos hablan por sí solos: lo están haciendo remarcablemente bien. Aunque son más inexpertos y no compiten contra sus adversarios en condiciones de igualdad, aunque tengan muchísimo menos dinero y renombre, sus campañas basadas en pequeños donantes y una marea de voluntarios inspiran y tienen un efecto contagioso.

Nadie duda de que el Partido Demócrata es hoy mucho más progresista, está mucho más escorado a la izquierda que hace 15 años. Nadie duda de esa evolución, sobre todo conseguida gracias a su facción socialista cada vez más notoria, confiada y dispuesta a la confrontación. Ese músculo independiente está empezando a adquirir toda su fuerza y a desarrollar toda su potencial, a todos los niveles: local, de condado, estatal o federal.

Apuesta seria y ganadora

Para leer bien el significado y el alcance de este fenómeno hay que centrarse menos en la «carrera de caballos» de las primarias, en quién gana y quién no, si el «radical» o el «moderado» para centrarse más en lo que se está construyendo y en lo que está siendo reemplazado. Esta «insurgencia» ni está en un quiero y no puedo, ni es una banda de candidatos quijotescos y exóticos, ni tampoco es una fuerza imparable y arrolladora condenada a ganar, que va a barrer y va a llevarse por delante lo viejo.

Pero lo que es indudable es que, a nivel de las ideas, la tierra se está moviendo bajo los pies de los demócratas y que en la dirección del partido hay en gran debate sobre todo lo que significa y hacia donde apunta este fenómeno. Los candidatos «insurgentes» son ya una apuesta seria y ganadora ante grandes desafíos, con energía, conectados a una base que demanda cambios.