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Santa María de Navarra, sobre el mar turquesa sardo

Dominando desde un promontorio, junto a un olivo milenario, una pequeña iglesia medieval mira al Mediterráneo mar Tirreno, en los confines de las aguas de Cerdeña. Su mirada es de nostalgia, tal vez porque se encuentra de espaldas a la nación a la que, dicen, debe su nombre: Santa María de Navarra.

Santa María de Navarra, mirando al monte y también al mar. (Baunei Turismo)

A unos 1.500 kilómetros de distancia de Nafarroa y con una franja de mar Mediterráneo por en medio, no deja de sorprender que un encantador pueblo de la costa este de Cerdeña tenga por nombre Santa María de Navarrese. La explicación estaría en ese confuso espacio en el que la leyenda y la Historia se funden en un relato difícil de comprobar, pero que no por ello resulta menos apasionante.

Y es que ni tan siquiera coinciden algunas de las historias que se cuentan en la zona; aunque, eso sí, todas admiten, como hecho irrefutable, que allá por el año 1030 una hija del rey de Nafarroa sufrió un naufragio en esas costas y que en agradecimiento a haber salido con vida construyó en el lugar una pequeña iglesia, a la que llamó Santa María la Mayor. Tiempo después fue creciendo a su alrededor un pueblo que desde 1950 se conoce como Santa María Navarrese, Santa María de Navarra.

La historia tiene varias versiones para explicar qué hacía una princesa navarra en Cerdeña en torno al año 1030

Pero, ¿qué hacía una princesa navarra en Cerdeña? Al respecto, la historia tiene varias versiones. Una se refiere, simplemente, a que pasaba por allá en un barco navarro de carácter comercial que fue sorprendido por una violenta tempestad que lo estrelló contra los acantilados. Otra es más romántica y apunta a que la princesa estaba huyendo del rey de Nafarroa por un amor no consentido. También se dice que la princesa navarra había sido secuestrada, el barco naufragó y la joven superviviente se quedó a vivir en la zona y nunca regresó a Nafarroa.

Considerando que la construcción de la iglesia se data entre los años 1036 y 1057 y que el naufragio habría tenido lugar algún año antes de la primera fecha, el rey de Nafarroa y padre de la princesa parece que tendría que haber sido Antso III, Handia.

Verdad, leyenda o mezcla de ambas

Verdad, leyenda o mezcla de ambas, lo cierto es que Santa María de Navarrese es un precioso pueblo sardo, perteneciente a la municipalidad de Baunei, que está ubicado sobre una colina rodeada de olivos, pinos, robles, enebros, maquia mediterránea.

Mirando a un mar Tirreno de una gama de tonos azules que en ocasiones puede parecer hasta irreal, su situación geográfica es particularmente hermosa. Hacia el sur se alarga una franja de playa de arena blanca, con algunas zonas de guijarros, que alcanza hasta Arbatax, a cerca de seis kilómetros de distancia. Al norte se alzan, desafiantes, unos escarpados acantilados que caen sobre el mar como una guillotina de más de cien metros de altura.

Las animadas y románticas calles del pueblo, repletas de tiendas, tabernas, restaurantes y heladerías, descienden hasta desembocar en un pequeño puerto, básicamente deportivo, y dos playas de agua cristalina y templada –San Giovani y Santa María– separadas por un saliente de tierra coronado por su antigua torre de observación.

Así, en Santa María Navarrese se puede disfrutar de una fantástica jornada playera con su momento para el aperitivo en una terraza mirando al mar y, luego, al atardecer, caminar plácidamente por el paseo marítimo antes de cenar en uno de sus numerosos restaurantes, que los hay para todo nivel.

Cabe precisar que en Cerdeña el atardecer es bastante más temprano que en Euskal Herria, lo que, al este, puede brindar la oportunidad de recogerse algo antes de lo habitual sin haber dejado de disfrutar de la noche y madrugar un poco para observar amaneceres de auténtico ensueño viendo al sol emerger de las aguas.

Es un enclave especialmente turístico, aunque familiar y no masificado. Esto significa que palpita de manera particular los meses de climatología más benigna

Es un enclave especialmente turístico, aunque aún cómodo, familiar y no masificado. Esto significa que su corazón palpita de manera particular durante los meses de climatología más benigna, que en Cerdeña tiene dos momentos suaves –primavera e inicio de otoño– que rodean un verano con temperaturas más elevadas.

Paraísos naturales de color turquesa

En lo orográfico, Santa María Navarrese es como un punto de transición entre la arenosa y amable vertiente sur y los hostiles acantilados del golfo de Orosei, que descienden desde cientos de metros a cuchillo sobre el mar Tirreno acogiendo en su seno a algunas de las más bonitas calas de Cerdeña. Aquí se encuentran recogidos auténticos paraísos naturales de aguas turquesa, tan cristalinas que en algunos lugares se puede ver con nitidez el fondo a más de diez metros y las embarcaciones parecen estar suspendidas en el aire. Calas cuyos nombres quedan fijados en la memoria de los y las visitantes por su belleza.

Ahí está cala Luna, considerada una de las playas más bellas del Mediterráneo; o Sisine, de arena gruesa y guijarros blancos localizada en el cañón de la desembocadura de un río. Biriola, de arena, piedrecitas blancas y agua esmeralda; Mariolu, quizás la más renombrada, de 60 metros de longitud dividida en dos calas y cierta dificultad de acceso y separada tan solo por un promontorio de cala Gabbiani, de aguas verde azulonas. También está Goloritzé, espectacular ensenada de rocas blancas de mármol bajo un pináculo de 143 metros de altura.

Cala Goloritzé

A estas calas se puede acceder a pie y en embarcación. A todas menos a Goloritzé, a donde únicamente es posible llegar a pie porque está prohibido no solo el desembarco a motor sino incluso fondear o navegar a una determinada proximidad de la cala. Esto hace que en cala Goloritzé, protegida desde 1993 como «Monumento Nacional de Cerdeña», no se dé la masificación y el trasiego de embarcaciones que se registra en otras ensenadas en temporada turística.

A las calas de la zona se puede acceder a pie y en embarcación. A todas menos Goloritzé, a donde solo se puede llegar a pie porque no solo está prohibido desembarcar sino navegar en las proximidades

Sin embargo, eso no quiere decir que se pueda disfrutar de la belleza del lugar en soledad, pues son más de las que podría pensarse las personas que para acceder al lugar hacen una caminata de unos tres kilómetros y medio que, aunque calificada de moderada, no deja de tener su dureza por el fuerte desnivel de 510 metros por el Supramonte, en medio del bosque mediterráneo. A pesar de ello, en los meses de verano puede resultar difícil encontrar un sitio en el que colocar la toalla.

Cala Goloritzé se encuentra dentro del Parque Nacional del Golfo de Orosei y Gennargentu, donde también se alza la cumbre más alta de Cerdeña, Punta La Marmora, de 1.834 metros de altura.

El camino hasta la ensenada está perfectamente marcado, y aunque el recorrido no entrañe una particular dificultad es importante llevar buen calzado y no olvidar agua y comida, pues en la cala no hay posibilidad de adquirir nada. En la zona de aparcamiento hay un bar en el que se puede comprar algo, echar unos tragos o comer.

La ruta se inicia en el parking de Su Porteddu, en el altiplano de Golgo, a unos veinte minutos por carretera de Baunei. Antes de iniciar el sendero se paga una tasa de acceso, papeleta que hay que guardar porque aunque se advierte de que la cala no tiene socorristas sí que dispone de personal que, nada más llegar, solicita el ticket. En cualquier caso, la tasa es asequible y la preservación del espacio natural de Goloritzé lo merece.

El punto en el que arranca la caminata está a 439 metros de altitud, esto quiere decir que, a excepción de un tramo en el que se asciende hasta los 522, todo el recorrido de ida hasta la ensenada se hace descendiendo, en ocasiones por zonas escarpadas de considerable pendiente. Así, si para alcanzar Cala Goloritzé se necesita, por término medio, una hora y quince minutos, el duro regreso requiere más de hora y media y varias paradas para coger aire.

Todo el recorrido es una maravillosa inmersión en el entorno natural sardo; entre encinas, madroños, maquia mediterránea y pedregales; incluso se puede ser sobrevolado por el escaso halcón Eleonora o caminar al lado de cabras y cerdos salvajes. Los lugares por los que se va pasando son de una profunda belleza acogedora y salvaje, con la particularidad de que no se ve el mar hasta que casi se ha llegado al destino. Entonces, desde una especie de pequeño y rústico mirador a 72 metros de altura sobre la cala se puede otear el fabuloso horizonte que se abre a los ojos y, luego, bajar la mirada a la ensenada que, curiosamente, tiene fecha de nacimiento porque se formó en 1962 a causa de un desprendimiento de las paredes areniscas del acantilado.

Buceo y escalada

Cala Goloritzé, además de ser un auténtico paraíso para el buceo, también lo es para la escalada, por la aguja de Monte Caroddi, un espolón calcáreo de 143 metros de altura cuya cumbre fue conquistada por primera vez en 1981 y desde entonces se ha convertido en objetivo de escaladores y escaladoras de todo el mundo.

En la zona sur de la ensenada la erosión del mar ha esculpido un formidable arco natural que se sumerge en las aguas; una bóveda de 16 metros de altura bajo la que se puede pasar a nado al otro lado de la cala.

Cala Goloritzé, además de ser un auténtico paraíso para el buceo, también lo es para la escalada, por la aguja de Monte Caroddi, un espolón de 143 metros cuya cumbre fue conquistada por primera vez en 1981

Nadando en esas transparentes y cálidas aguas hay zonas en las que se puede sentir una notable bajada de la temperatura del mar producida por manantiales de agua dulce que resurgen del fondo marino. Cuando las lluvias son abundantes, incluso se puede observar el brotar de los manantiales en la profundidad de la ensenada. Unos 200 metros al norte de esta cala se encuentra una pequeña playa llamada, precisamente, de los manantiales por las fuentes que manan entre los escollos.

Las aguas dulces surgiendo del fondo del mar y las múltiples reflexiones de la luz en la superficie de las rocas calizas generan la fascinante paleta de azules de las aguas del golfo de Orosei.

Cala Goloritzé se encuentra a unos seis kilómetros del municipio de Baunei, por donde pasa la carretera SS125, una pintoresca ruta que recorre toda la costa este de Cerdeña, con tramos de asfalto rojo óxido y momentos en los que su trazado parece un rabioso latigazo en la montañosa orografía del Supramonte sardo. Es una carretera abrazada por el silencio de la naturaleza virgen en el que la distancia y el tiempo confunden, pues para completar un kilómetro se tarda bastante más de lo que en principio pudiera pensarse. Por la belleza del entorno y lo sinuoso de su trazado es un recorrido ideal para los y las amantes de la moto.

Por el interior de la garganta

Siguiendo esa SS125 en dirección norte, a la altura del kilómetro 183, en lo alto del puerto de montaña de Genna´e Silana se encuentra el punto de inicio de una espectacular ruta a pie hasta Gola di Gorropu, apodado el Cañón de Europa. Se trata de una impresionante garganta formada por la erosión del Rio Flumineddu; una brecha en la montaña donde el punto más elevado está a cerca de 500 metros del suelo y el paso más angosto apenas alcanza los dos metros de anchura.

El recorrido comienza en el aparcamiento de Genna´e Silana, a una altitud de 830 metros sobre el nivel del mar, y atraviesa el territorio más salvaje de la isla de Cerdeña hasta el puesto de control de Gorropu. La ida es, en su mayoría, un descenso de cerca de dos horas por la ladera lateral del cañón, entre bosques de encinas, enebros, tejos y especies mediterráneas; además de algunas zonas pedregosas y de barranco de piedra caliza. Durante el trayecto se pueden llegar a ver ejemplares de muflón sardo, comadrejas, lirones o algún gato salvaje mientras en el cielo sobrevuela una águila real.

La caminata no entraña una particular dureza, pero sí es recomendable un buen calzado y llevar agua y comida porque no hay nada en todo el recorrido.

Una vez alcanzado el puesto de control, y tras abonar la tasa de acceso y escuchar las explicaciones sobre orígenes y particularidades del lugar, se puede iniciar un recorrido por el interior de la garganta que está marcado por tres niveles de dificultad. El primer tramo está señalizado con el color verde y no entraña gran esfuerzo, aunque puede tener algún punto difícil; a continuación comienza el amarillo, ya con una mayor complicación. Por último, el tramo rojo está únicamente recomendado si se está en buenas condiciones físicas y se dispone de guía, equipo, cuerdas y arneses.

La profundidad de la quebrada sorprende y es tal su verticalidad que las paredes atrapan los sonidos hasta apagarlos, generando un silencio conmovedor

La profundidad de la quebrada en verdad que sorprende y es tal su verticalidad que las paredes atrapan los sonidos hasta apagarlos, generando un silencio conmovedor. El lugar resulta tan impresionante que a su alrededor hay varias leyendas, como la que asegura que en la parte más estrecha de la quebrada, donde las paredes superan los 450 metros de altura, se pueden ver las estrellas a plena luz del día; u otra que asegura que las flores del helecho macho florecen por la noche y sólo los y las más grandes y valientes pueden recogerlas.

Dejando atrás la garganta y ya de regreso a la zona del puesto de control, junto al arroyo se puede descansar y darse un chapuzón en las pozas y cascadas que forma el río. Es importante tomarse un descanso previo al regreso y coger agua de una fuente natural pues, si antes todo fue en descenso, la vuelta de más de dos horas será una dura cuesta arriba.

Para alcanzar Gola di Gorropu también hay otras rutas no tan exigentes en lo físico, que se pueden hacer a pie por terreno menos escarpado o incluso recurrir al servicio de vehículos todoterreno, que llegan hasta el mismo puesto de control.

Regreso a Santa María Navarrese

De nuevo en la ruta SS125 en dirección sur para regresar a Santa María  Navarrese la carretera cruza el centro urbano de Baunei. Es una travesía serpenteante y caótica, circulando por una calzada estrecha jalonada de vehículos aparcados de cualquier manera en los laterales. Y es que las carreteras de Cerdeña tienen la extraña seducción de la permanente línea continua que los y las locales no respetan, del asfalto roído y los trazados sinuosos, de los continuos tramos en obras en los que no se ve trabajar a nadie y las señales parecen abandonadas; un curioso encanto que si se disfruta en la placidez de las vacaciones puede resultar incluso desestresante.

Las carreteras de Cerdeña tienen la extraña seducción de la permanente línea continua que los y las locales no respetan, del asfalto roído y los trazados sinuosos

Cae la tarde sobre el promontorio de Santa María de Navarrese y el blanco níveo de la cal de las paredes de la pequeña iglesia medieval va tiñéndose de los tonos del crepúsculo. No se puede saber si fue mandada construir por una hija del rey de Nafarroa o el término navarrese, como el navarru o navardu, pertenece al paleosardo.

En cualquier caso, en la costa este de Cerdeña hay un enclave en el que todos sus habitantes hablan de la princesa navarra a la que deben el nombre de su pueblo.