01 SEPT. 2024 LITERATURA El lujo de la moral Kepa Arbizu Desde hace mucho tiempo, quizás incluso desde el propio inicio, uno de los grandes retos a los que se enfrentan los escritores no reside tanto en qué contar, sino en la forma de exponerlo. Por eso, la novela del galés Cynan Jones, “Todo lo que encontré en la playa”, publicada ahora en castellano aunque editada originalmente en 2011, es digna de elogiar por su reseñable ejercicio de cintura narrativa. Una pirueta que, al margen del efectivo e identificativo mecanismo de hacer avanzar a base de un pulso casi telegráfico un argumento desarrollado desde la perspectiva de diversos personajes, despliega toda una serie de detalles, desapercibidos si se observan desde un fugaz acercamiento, que devienen en toda una floración de vías secundarias que alimentan y agrandan su trayecto principal. Como toda novela negra que aspire a trascender y enriquecer su mera condición intrigante, el macabro hallazgo descubierto por un pescador será el punto de partida del que se sirva el autor para abordar y recrear diferentes episodios reflexivos. Si el primordial es el encaje ético que puede tener beneficiarse de un elemento delictivo para abandonar una situación precaria, dicho dilema se suspende sobre otros muchos pilares, algunos de ellos nada habituales en estas lides y depositados con una encomiable discreción y a salvo de cualquier formulación de trazo grueso. Señalar la procedencia ajena al propio género negro de las referencias que suscita la escritura de este libro reafirma que sus hechuras detectivescas son la escenificación para un contenido mucho más extenso. Desde el esmero descriptivo de Josep Conrad, por aquello del elemento fluvial, al rasgo existencialista de Cormac McCarthy, sin olvidar el pulcro trazo de John Steinbeck a la hora de configurar un retrato colectivo, son acentos que pueden ser citados a la hora de asomarse a esta cosmovisión, donde la degradación del paisaje ambiental, la precariedad laboral o el cambio en el tejido social son elementos indispensables en la convocatoria de su misterio. Hold, protagonista y epicentro de la incertidumbre que retumba a lo largo de la obra, ejerce como ejemplo, aunque no único, de esos individuos a los que ni el destino ni la mano del ser humano se ha molestado jamás en obrar a su favor. Porque incluso cuando un golpe de suerte, aunque sea de naturaleza ilícita, parece llamar a su puerta, este se presenta lastrado de una ingobernable carga moral que le transforma en una más de sus maldiciones. «Como toda novela negra que aspire a trascender y enriquecer su condición intrigante, un macabro hallazgo le sirve al autor para abordar diferentes episodios reflexivos»