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PANORAMIKA

Terrenos fronterizos

Hasta el próximo mes de noviembre, se puede disfrutar de las obras del japonés Yoshimoto Nara en el Museo Guggenheim de Bilbo. (Oskar Matxin Edesa | FOKU)

En el año 1569, el matemático Gerardus Mercator ideó la que bautizó como Proyección de Mercator para representar la superficie terrestre. Teniendo en cuenta que la tierra es esférica, se necesitan de una serie de pasos matemáticos que posibiliten transferirla a una representación bidimensional. El resultado final es la imagen de mapamundi que conocemos actualmente, en el que los territorios del norte aparecen considerablemente más grandes que los del sur. Quizás una de las evidencias más llamativas sea cómo Groenlandia aparece exageradamente más grande que África cuando, en realidad, África es catorce veces mayor. A pesar de su evidencia, ejemplos visuales como este nos ayudan a entender el concepto de frontera como una realidad imaginada que se encarga de organizar y acotar.

Si centramos nuestra mirada en el arte contemporáneo, hace años que las fronteras entre las disciplinas artísticas derribaron los muros que las diferenciaban. Frente a las tradicionales grandes artes, surgieron herramientas de expresión que se han introducido en el mundo del arte. Tras esto, subyace también el cómo la alta cultura o una cultura para un público más preparado, ha acabado mezclándose con la cultura popular y el público de masas. Por eso, no es de extrañar que la pintura, la escultura o la fotografía se combinen con el diseño gráfico o industrial, el cómic, la ilustración, la música o la performance, hasta encontrar aquellos caminos que merecen la pena ser explorados. Porque, afortunadamente, el mundo es mucho más que el mapa que lo representa.

A finales de junio pasado, el Museo Guggenheim de Bilbo inauguró una de sus exposiciones de verano, pensando en la ventana que supone la recepción de turistas durante el periodo estival. Hasta principios del próximo noviembre, podremos visitar una retrospectiva dedicada al artista Yoshimoto Nara (Japón, 1959). Bajo la batuta comisarial de Lucía Agirre, podemos disfrutar de una trayectoria marcada por la búsqueda de un estilo propio, a veces inclasificable, pero siempre querido por el público. Puede que sean sus diseños más cercanos a la ilustración o sus objetos escultóricos que coquetean con el diseño industrial de autor, pero está claro que las puertas de entrada a su universo son muchas y variadas. Es por eso que el recorrido que se nos plantea en sala no es estrictamente cronológico.

A través de piezas realizadas en los últimos cuarenta años, nos adentramos en las emociones que el autor despliega mediante la creación de personajes de rasgos infantiles cercanos a los dibujos animados o al cómic. Utilizando diferentes disciplinas como el grabado, la escultura, la pintura o el dibujo y formatos de diverso tamaño, Nara da buena cuenta de un imaginario propio que ha trascendido todas las fronteras imaginables.