7K - zazpika astekaria
LITERATURA

De madres e hijas


Convertida y asimilada, por una casi hegemónica mayoría, como una de las instituciones llamada a trenzar lazos afectivos de mayor consistencia, la familia ha sido también, o precisamente como consecuencia de dicha naturaleza, una estructura dispuesta a ser radiografiada -desde todo tipo de acercamientos- a lo largo de innumerables títulos literarios. Uno de los más recientes, o al menos donde con mayor talento ha quedado expuesto, es el firmado por esta autora londinense, habitual merodeadora de escenarios cotidianos a los que se acerca con la nada complaciente -pero necesaria- intención de sajar su corteza para descubrir la sustancia que esconden. Misión abordada con tal sobriedad que su narrativa más parece un levantamiento de acta, aparente frialdad formal que, sin embargo, logra impactar de lleno en el alma de la historia.

Bajo esas características, y teniendo en cuenta la temática de esta novela, es lógico pensar, obviando su evidente poso biográfico, en coetáneas como Mary Karr o Annie Ernaux, dos reconocidas expertas también en certificar el derrumbe de las apariencias. Sin obviar, porque no es causalidad que su nombre sea utilizado como ocasional atrezzo en estas páginas, la perceptible admiración por algún maestro de la concreción, como Antón Chéjov, lo más llamativo y reseñable de la puesta en escena de la fractura emocional entre la madre e hija que guían este relato es el poder que alcanza todo aquello que no se dice. Expuestas las astillas en que se ha convertido el más directo árbol genealógico de la protagonista, donde el difunto padre no suscita ninguna duda sobre su veredicto de culpabilidad, en ningún momento somos puestos al día, salvo alguna enigmática confidencia contada entre penumbras, del origen de una incomunicación incluso extendida por el gélido trato que emana de unas rutinarias citas anuales dispuestas a celebrar el cumpleaños.

Bajo ese manto de pretendido secretismo, las incógnitas y las valoraciones se vuelven especialmente escurridizas y, con ello, los personajes adquieren cotas de mayor fascinación. Ya sea el de una madre de fracasados matrimonios como el de su hija, incapaz de perdonar ni empatizar con quien, empujada por el poder de las convenciones, configuró toda una existencia plagada de insatisfacción que ahora enfrenta desde una insustancial y desatada interacción social. Retratos que incomodan, que reclaman entre gritos mudos una redención incapaz, sin embargo, de hallar la verdadera herida.