7K - zazpika astekaria

Huyan de las mesas, vayan al cine

Fotograma de «Parthenope», la película de Paolo Sorrentino protagonizada por Celeste Dalla Porta, que pasó por Cannes y Zinemaldia y se estrena en navidades en las salas comerciales.

Las tradiciones navideñas han de ser deconstruidas, revueltas y esferificadas desde la heterodoxia más pagana, libérrima, fluida y destroyer. Pero que el 25 de diciembre no falle el sacro ritual de ir al cine… Donde, siguiendo las tormentas familiares, llegan a carteleras tres estrenos que prometen debate.

Daremos mordisquitos seguro al “‘Nosferatu” de Robert Eggers, aunque las primeras críticas la aplaudan sin mucho entusiasmo. El director de “La bruja” o “El faro” lleva nueve años preparando el tremendo proscenio para este nuevo vampiro de capa y castillo, un cuento gótico en clave más ominosa que terrorífica. Digo nueve, pero el Eggers adolescente se entusiasmó tanto con la pesadilla de Orlok que incluso la recreó en el teatro del instituto. Hoy Bill Skarsgård toma el relevo de Max Schreck y Klaus Kinski como el conde rata pelada, y William Dafoe, que hizo de Schreck en “La sombra del vampiro”, hará las de Van Helsing. Es la excusa perfecta para maratonear el fantástico legado de aquella copia ilegítima del “Drácula” de Bram Stoker, siempre más descarnada y explícita que su estirpe original. Aunque dicen que la película de Eggers puede hacernos vivir el arquetipo como si nunca antes lo hubiéramos visto. ¡Ajo! Digo, ojo.

Nos protege del frío una cinta que servidore calificaba desde el Festival de Cannes como la cumbre de Paolo Sorrentino, quizás el delta natural de todas sus películas anteriores. “Parthenope” es preciosa, un remanso de tranquilidad cuando impera la crítica cultural. Por su corazón y sus corazonadas, podría haber sido escrita por cualquiera de los filósofos que desde antaño vienen buscando la verdad y el bien en la belleza, la belleza en mayúscula. La que nada tiene que ver con el sexo, aunque sí con el deseo. Celeste Dalla Porta, la joven protagonista, va moldeando el concepto mismo de fotogenia en diálogo con una cámara genuinamente fascinada. Que “Parthenope” es vieja, y seguramente la tachen de antifeminista… Bueno, no faltan razones para la suspicacia. Pero qué triste que confundamos lo bello con lo siniestro.

Terminamos a pecho abierto ante Paul Schrader y su “Oh, Canada’”, instantánea demoledora de la agonía de un cineasta contrariado por tener que narrar su propia vida, una historia marcada por la culpa, solo con los retazos inconfiables de recuerdo que aún le quedan entre manos. Dentro del confesionario de urgencia en el que él mismo convierte un documental sobre su carrera, un Richard Gere de expresividad de orfebre se equipara con la titánica Maria Falconetti de “La pasión de Juana de Arco” de Dreyer… Si bien el guion de la película tiende a dejar cabos por resolver, el espectáculo actoral/autoral del “American Gigoló” de Schrader, y de Uma Thurman, su esposa en la ficción, deberían bastar para llamarnos al púlpito de las salas.