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VIAJES OTOÑALES DESDE EUSKAL HERRIA

Cuatro destinos para una escapada en tren

¿Qué mejor que planear un viaje aprovechando esos días libres que marca nuestra agenda? En este reportaje ofrecemos cuatro propuestas de escapadas en tren con salida desde las capitales de Hego Euskal Herria. Ponemos rumbo a Madrid, Barcelona, Santander y Valladolid.

Puerta del Sol de Madrid. Getty Images

En solitario, en compañía de la familia, en pareja o con amigos, Madrid, Barcelona, Santander y Valladolid son ciudades que bien merecen una escapada este otoño. Tres o cuatro días son suficientes para ver rincones especiales y crear recuerdos. Sin embargo, este reportaje propone dejar el coche aparcado, no acudir a los aeropuertos y poner en valor los traslados en tren, un medio de transporte que se está convirtiendo en una alternativa más ecológica a la hora de planear las salidas. Hoy proponemos llegar a nuestros destinos a través del ferrocarril y facilitamos algunos itinerarios y puntos clave para visitar en estas ciudades.

MADRID

«Me pregunto si las cosas y las gentes durante los trescientos siglos de mi viaje en ferrocarril, se han detenido en el tiempo y solo el polvo se habrá movido en la ciudad, acumulándose sobre las cosas y las gentes. Pero el tiempo parecía haber cambiado, aunque no pudiera darme cuenta en qué medida, en qué dimensión». Esta frase la escribió el uruguayo Mario Levrero. El tiempo no pasa en vano. De la mano de nuevas experiencias construimos nuestra biografía. Hay viajes, aunque sean breves, que nos cambian.

Con salida desde Gasteiz, ponemos rumbo a Madrid. A nuestra llegada, tras tres o cuatro horas de trayecto en tren, nos recibe una ciudad bañada de luz. En la Puerta del Sol, uno de los principales nudos del transporte público, aguarda el edificio más antiguo de la plaza, la Real Casa de Correos. En ella destaca el reloj de torre. Construido en el siglo XIX, sus campanadas marcan el inicio del nuevo año cada 31 de diciembre en las retransmisiones de las cadenas televisivas españolas. A escasos metros, una placa de granito marca el “kilómetro 0” del Estado español.

La Plaza Mayor y la Plaza de la Villa son puntos a incluir en la lista de lugares a visitar. Podemos ver la Casa de la Villa, antigua sede del Ayuntamiento, en una plaza que conserva los restos de su época medieval. Estamos en el Madrid de los Austrias. Otros puntos interesantes de esta zona son la Plaza de Santa Cruz, el pasadizo de San Ginés con su librería y churrería y la calle del Espejo, la más estrecha de la ciudad.

En nuestro recorrido vamos viendo todo tipo de comercios tradicionales que han resistido a los tiempos. La Plaza de Oriente, el Palacio Real, la Catedral de la Almudena... el paseo nos lleva a los Jardines Sabatini y al Campo del Moro, que pasa casi inadvertido a pesar de ser una las zonas verdes más bonitas, con una extensión de 20 hectáreas. Cerca de allí se encuentra el Templo de Debod, cita obligada para disfrutar de la puesta de sol.

Quien quiera contemplar la ciudad desde el aire, puede subirse al teleférico -en el paseo del Pintor Rosales- que, sobrevolando el Parque del Oeste, nos lleva hasta la Casa de Campo, uno de los parques más extensos de Europa. Allí se ubican el Parque de Atracciones, el lago, el Zoológico, el pabellón multiusos Madrid Arena...

Los aficionados al arte tienen donde elegir. En el Museo del Prado, uno de los museos de más renombre del mundo, se pueden ver obras de Velázquez, Goya y El Bosco, entre otros artistas. Y, tras visitar la pinacoteca, proponemos tomar el aire en el Parque del Retiro, donde destaca el Palacio de Cristal, junto al estanque. Sin embargo, uno de los grandes reclamos artísticos que oferta la capital española se encuentra en el Museo Reina Sofía, donde se puede disfrutar del “Guernica” de Pablo Picasso, un cuadro por el que diversas entidades han reclamado incesantemente que sea trasladado a Euskal Herria.

La mayoría de los museos más importantes ofrecen entrada gratuita en una determinada franja horaria. El Museo Nacional de Ciencias Naturales, el Museo del Ferrocarril o el Museo de las Ilusiones pueden ser otras opciones para un plan en familia. Cabe reseñar la oferta cultural de la ciudad. Conde Duque y el Palacio de Cibeles, junto a la conocida fuente, y Matadero son algunos de los ejemplos. Sin olvidar los centros gestionados por diversas entidades, como La Casa Encendida. Muy cerca del Palacio de Cibeles, en el Paseo Recoletos, todavía está en pie el Café Gijón, lugar de tertulia de escritores pertenecientes a la Generación del 98 y la del 27. Otra de las zonas más conocidas, el Barrio de las Letras, guarda la historia literaria de la capital española.

Alejándonos de los puntos más concurridos como la Gran Vía -con destacada oferta de obras de teatro musical en cartelera-, las calles Preciados y Callao, merece la pena perderse por sus barrios. En los restaurantes y bares de Malasaña y Chueca -epicentro del ambiente LGTBI- podemos terminar la jornada tras visitar sus tiendas. Lavapiés destaca por su arte urbano. Y, muy cerca, los domingos, tiene lugar el mercado callejero más famoso de la ciudad, el Rastro.

Madrid tiene una amplia oferta gastronómica. Desde tascas con décadas de historia a sus espaldas en las que degustar su conocido cocido madrileño, croquetas de bacalao, callos a la madrileña, huevos rotos, bocadillo de rabas acompañado de vermurth de grifo o cerveza de barril, hasta restaurantes para todos los gustos y bolsillos.

La Latina, con sus bares y terrazas, es otra de nuestras paradas en el itinerario. Salesas y Chamberí invitan a un relajado paseo disfrutando de su arquitectura. En Chamberí, nos topamos con un espacio ligado a la historia de Euskal Herria, el frontón Beti Jai. Ofrece visitas libres de martes a domingo por la mañana. Joaquín Rucoba, autor entre otros del teatro Arriaga y del Ayuntamiento de Bilbo, fue el encargado de iniciar su construcción en 1893. Inaugurado en 1894 con una capacidad para 4.000 espectadores, dejó de funcionar en el año 1919.

Otra de las atracciones de la zona es su estación fantasma de metro, transformada en un pequeño museo subterráneo. Si queremos relajarnos y pasear junto al río Manzanares, caminando o sobre una bicicleta alquilada, podemos optar por ir a Madrid Río.

BARCELONA

«El tiempo pasa más aprisa cuanto más vacío está. Las vidas sin significado pasan de largo como trenes que no paran en su estación», escribió Carlos Ruiz Zafón. En una época que nos aboca a vivir a un ritmo vertiginoso, el ferrocarril nos permite saborear el discurrir del reloj de forma pausada. Sin escalas en aeropuertos ni atascos de tráfico, el tren es una de las formas de transporte más sostenibles. Las estaciones suelen estar en el centro de las ciudades, lo que reduce los tiempos de traslado.

El tren arriba a Barcelona desde Iruñea tras cuatro o cinco horas de trayecto, en esta caso, dependiendo del tren que elijamos. La capital catalana ofrece un abanico de posibilidades que va más allá del centro histórico, el Barrio Gótic, la Rambla, la Sagrada Familia o el Parc Güell. Como nosotros, decenas de turistas han elegido esta ciudad para pasar unos días. Las primeras horas de la mañana pueden ser las más idóneas para evitar aglomeraciones en los puntos más demandados, que son muchos. Si queremos ver un mercado, el Mercat de Sant Antoni puede ser una buena opción frente al tan turistificado Mercat de la Boqueria.

Calles, plazas, patios... desfilan ante nuestros ojos en nuestro recorrido por la ciudad. En el barrio de Sant Pere, uno de los más históricos, se encuentra el Passatge de Sert, un rincón que nos lleva a épocas pasadas. A lo largo de la ciudad también destacan los Passatges del Crèdit, de la Pau, de Bacardi, Permanyer, de la Concepció... además de la calle dels Petons, callejón sin salida, llena de leyendas. Uno de los secretos que guarda la zona centro de Barcelona es el claustro de la Iglesia de Santa Ana, de estilo gótico, aunque con estructura románica.

En la zona del Born nos esperan el Museo Picasso y una iglesia especial, la de Santa María del Mar. Construida entre 1329 y 1383, fueron los vecinos de la zona del puerto y de la Ribera quienes sufragaron su coste, bien aportando dinero o trabajando en la obra. Por aquellas fechas, en la ciudad también se estaba construyendo la catedral, esta, unida a la monarquía, a la nobleza y al alto clero.

Por su parte, los amantes del chocolate pueden entrar al Museo de la Xocolata. En nuestro paseo vemos algunos establecimientos de comercio tradicional, desde farmacias centenarias a bares históricos. Por lo que respecta a la gastronomía, la ciudad ofrece una amplia oferta hostelera, el pan amb tomaquet, la escalivada, los calçots con sala romesco, el suquet de peix, el fricandó, la esqueixada de bacallà, la coca catalana, la crema catalana... son algunos de los platos que nos ayudarán a reponer fuerzas.

Barcelona está íntimamente ligada al modernismo. El siglo XIX fue una de las épocas más fructíferas en la arquitectura de la ciudad. A pocos minutos de la Sagrada Familia se encuentra el Hospital de Sant Pau, conjunto de arquitectura modernista y Patrimonio de la Humanidad. Y, caminando por el Paseo de Gràcia, podemos ver las fachadas -los interesados también pueden visitar su interior- de algunos de los edificios más representativos del modernismo, como La Pedrera (Casa Milà), Casa Batlló, Casa Amatller y Casa Lleó Morera. Las dos primeras son obra de Antoni Gaudí i Cornet (1852-1926). Firmó una docena de edificios en la ciudad -incluidos la Sagrada Familia y el Parque Güell- y más de la mitad son Patrimonio de la Humanidad. Reconocido mundialmente, es el máximo exponente del modernismo. Dejó un legado arquitectónico destacable. «No vale la pena hacer nada que no sea eterno», era su leitmotiv.

Conocido por desarrollar sus proyectos sin apenas planos, dominaba especialidades artesanales como la cerámica, la vidriería, la forja de hierro y la carpintería. Sus obras son fruto de su viva imaginación y su depurada técnica. Inventó el “trencadís”, en el que se emplean piezas de cerámica de desecho.

Panorámica de la Sagrada Familia, obra de Antoni Gaudí, en Barcelona. Getty Images

Museu d´Art Contemporani de Barcelona (MACBA), diseñado por Richard Meier. Getty Images­­

Ubicado en el barrio del Raval, muy cerca del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, se encuentra MACBA, el Museu d'Art Contemporani de Barcelona, diseñado por Richard Meier. En su interior alberga 5.500 obras de diferentes artistas, en un recorrido por el arte desde la abstracción matérica de mitad del siglo XX, evolucionando hacia el pop europeo y las nuevas vanguardias hasta la actualidad.

El clima mediterráneo de Barcelona invita a conocer sus parques. Templetes con columnas toscanas, fuentes y manantiales, esculturas de la mitología... El Laberinto de Horta es el jardín más antiguo que se conserva. Los jardines Ignacio Puig, en el barrio Gótic, son desconocidos para muchos por estar dentro de un hotel, aunque se pueden visitar a determinadas horas del día.

En el Parc de la Ciutadella nos aguarda el Museo de Historia Natural. Son varios los lugares que ofrecen la ocasión de contemplar Barcelona en su práctica extensión. El Mirador de la estatua de Colón en el puerto y Montjuïc son ejemplo de ello. En este último se puede visitar el castillo o explorar el Museu Nacional D'Art de Catalunya (MNAC). Sin olvidar los Bunkers del Carmel y el Castillo de Torre Baró, en Nou Barris, miradores desde los que se puede observar toda la ciudad con vistas de 360°.

No nos podemos ir de Barcelona sin pasar por el Puerto Olímpico y la Playa de la Barceloneta. En Poblenou, barrio originario de pescadores situado junto al mar, destaca su cementerio, con rincones de gran interés artístico e histórico y esculturas de gran belleza, como el “Petó de la mort” (Beso de la muerte) de Jaume Barba, de 1930. La visita nos retrotrae a la Barcelona del siglo XIX.

Otro de los puntos de interés son los refugios antiaéreos. Los más populares son el Refugio 307 (Poble Sec), a los pies de Montjuïc; Refugio de la Plaça del Diamant, en el barrio de Gràcia, y Refugio de la Plaza de la Revolución, en el mismo barrio.

La Biblioteca Pública Arús, fundada en 1895, es uno de los depósitos literarios más importantes de Barcelona debido a la temática de sus libros. Ubicada en el Paseo de Sant Joan, alberga un total de 75.000 volúmenes cuyo contenido va desde la masonería, el anarquismo y del republicanismo federal al movimiento obrero. Y descubrimos un último secreto de Barcelona, su subsuelo. Se ofrecen visitas para ver el sistema de alcantarillado. Una red de más de 1.700 kilómetros de túneles que atraviesan la ciudad.

SANTANDER

Los andenes de cada una de las estaciones que vamos pasando en nuestro trayecto han sido escenario de incontables escenas de encuentro y despedida. «He crecido cerca de las vías y por eso sé que la tristeza y la alegría viajan en el mismo tren», cantó Fito Cabrales.

Viajamos desde Bilbo a Santander en tren en un viaje que dura cerca de tres horas. Bañada por las aguas del Cantábrico, la ciudad es conocida por sus playas, la bahía y la Península de la Magdalena. Pero hay más.

Vista general de Santander. Getty Images

Uno de los productos más típicos de su gastronomía, las anchoas. Getty Images

La Plaza del Ayuntamiento, la Plaza Porticada y el Mercado del Este -de arquitectura de madera en estilo neoclásico-, son puntos céntricos de interés. Si paseamos por el centro, podemos visitar el refugio antiaéreo, una joya histórica escondida en la Plaza del Príncipe. El refugio de Mariana Pineda tiene 68 metros cuadrados, fue construido para proteger a 70 personas de los bombardeos de la aviación durante la Guerra del 36 y es uno de los 114 que se construyeron en la ciudad.

Conocida por su ambiente nocturno, los edificios históricos de la Plaza de Cañadío han sido testigos de la evolución de la ciudad desde el siglo XVIII, época en la que este espacio era una marisma con cañas silvestres. En los bares y restaurantes de Santander podemos degustar algunas de sus especialidades como las anchoas, las rabas, el pescado y los mariscos. Y, durante nuestro recorrido, no nos podremos resistir a los sobaos pasiegos, producto tradicional de Cantabria.

En el Paseo de Pereda, en pleno centro, se encuentra el Monumento a los Raqueros, uno de los lugares favoritos de los lugareños. Estas realistas esculturas de tamaño natural representan a cuatro niños que entre los siglos XIX y XX se tiraban a las frías aguas del Cantábrico para recoger las monedas que les tiraban visitantes y pescadores, una costumbre extendida también en nuestras localidades costeras hasta hace poco tiempo. Si queremos ver las vistas de la ciudad, una buena idea es subir la calle del Río de la Pila, por donde llegamos en funicular a uno de los miradores más vistosos, el Mirador del Río de la Pila.

Santander cuenta con varias playas. Ahí está la Playa de los Peligros, la más cercana al centro histórico. Y cómo no, El Sardinero. Allí, junto a la Iglesia de San Roque, podemos pasear por sus tranquilos jardines.

La Senda de Mataleñas nos llevará hasta el Mirador Del Cabo Menor. Veremos la Playa de Los Molinucos, pequeña playa de arena fina y dorada que desaparece en la pleamar. También la Playa de Mataleñas.

Por la parte de detrás del faro llegaremos a Cabo Mayor. Inaugurado en 1839, es otro de los rincones imprescindibles. En el litoral nos toparemos, a su vez, con pequeñas playas, acantilados y parques.

Otra de las propuestas para conocer Santander es dar un paseo por el parque de Las Llamas. Con una extensión de 11 hectáreas, está ubicado en una zona pantanosa. Una última curiosidad. La ciudad cuenta con uno de los pocos cementerios protestantes del Estado español. Data de 1864. Hay 128 registros de enterramientos en el cementerio, aunque hoy en día solo podemos asomarnos por los barrotes de su puerta de hierro.

VALLADOLID

«La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren», dijo Francis de Croisset. Nosotros podemos hacer ambas cosas. Un buen libro puede ser el mejor acompañante en un viaje en tren. Mientras, cada cierto tiempo alzamos la vista para ver el paisaje que va cambiando ante nuestros ojos. Valladolid nos espera en un viaje de entre cuatro o cinco horas desde Donostia. En su casco antiguo destacan la catedral, el Palacio de los Pimentel y el Museo Nacional de Escultura. La catedral, del siglo XVI, es conocida como “La Inconclusa”, ya que su construcción nunca se vio finalizada. Desde su torre se ve una amplia panóramica de la ciudad.

En el Palacio de los Pimentel, actual sede de la Diputación, nació Felipe II. El palacio es uno de los monumentos que son testigos de la historia de Valladolid, ciudad que ostentó la capitalidad española. En el siglo XVI fue sede de la corte de Carlos I. Y fue capital por segunda vez en el siglo XVII, entre 1601 y 1606, bajo el reinado de Felipe III, en la época en la que autores como Cervantes y Quevedo paseaban por sus calles. En la Iglesia de la Magdalena, cerca del Museo Casa de Colón -pasó sus últimos días en la ciudad-, el visitante se topará con algo que despertará su curiosidad: el escudo heráldico en piedra más grande del mundo.

Plaza Mayor de Valladolid, que alberga el Ayuntamiento, y es el centro social y cultural de la ciudad. Getty Images

El pasaje Gutiérrez. Getty Images

La Plaza Mayor es la primera plaza porticada construida en el Estado español e influyó en las plazas de otras ciudades como Madrid y Salamanca. Cuenta con 110 columnas de piedra y se comenta que una de esas columnas, la que está en la esquina noroeste, cerca de la calle Correos, es falsa. En realidad es de madera pintada. El callejón de San Francisco es un trampantojo -trampa ante el ojo-, un mural de cerámica que pretende ser una prolongación visual de la que en su día fue una calle abierta a la Plaza Mayor.

La Calle Santiago es una de las más comerciales. Entre las fachadas existentes, es especial la que figura con un letrero que señala el centro comercial Las Francesas. Al entrar hay una plaza y una iglesia del siglo XVII con portada barroca que se ha reconvertido en sala de exposiciones. El mercado del Val, inaugurado en 1882, está inspirado en los mercados de hierro y vidrio de París. En él se pueden comprar diversos productos y también degustar tapas y platos típicos. Forman parte de la gastronomía tradicional la sopa castellana, el lechazo asado, sus quesos y embutidos y, por supuesto, el vino.

También se inspiraron en la capital francesa las galerías comerciales del siglo XIX. En Valladolid encontraremos una de las tres galerías comerciales del Estado español que se mantienen en pie: el pasaje Gutiérrez. Y el Canal de Castilla, una de las obras de ingeniería más importantes del siglo XVIII en el Estado, a su paso por Valladolid, ofrece un interesante paisaje. La Cúpula del Milenio es uno de los edificios más modernos de la ciudad. La estructura destaca por su cúpula de 46,5 metros de diámetro y 15 metros de altura, diseño que se asemeja al caparazón de una tortuga. Y, tras haber conocido los monumentos in situ, en el Museo del Dulce nos aguardan las réplicas de los edificios más conocidos de la ciudad confeccionados en azúcar. Si queremos dar un paseo, podemos optar por Campo Grande, parque público creado en el siglo XVIII de forma triangular y con variedad de árboles y de aves.