7K - zazpika astekaria
CINE

«The Sea of Trees»


Había mucha expectación puesta en la presentación en el Festival de Cannes de la nueva película de Gus Van Sant, ganador de la Palma de Oro en 2003 con “Elephant”. El cineasta de Portland volvía a tratar el tema de la muerte ya abordado en su famosa trilogía compuesta por “Gerry” (2002), “Elephant” (2003) y “Last Days” (2005). Además ha sido el primer occidental en atreverse a rodar en el bosque japonés de Aokigahara, lo que algunos consideran una profanación. Y por si todo esto fuera poco, la pareja estelar de “The Sea of the Trees” la componen el afamado actor nipón Ken Watanabe y Matthew McConaughey, que atraviesa por el mejor momento de su carrera. Tales credenciales de poco o nada sirvieron a la hora de la proyección, porque la película fue abucheada y masacrada por la crítica, hasta el punto de que casi un año después, todavía no tiene fecha de estreno en Estados Unidos y su distribución internacional peligra, salvo en Japón, donde habrá de pasar una muy difícil reválida.

Para el futuro profesional de Gus Van Sant supone un duro revés, porque “The Sea of the Trees” ha costado entre 25 y 28 millones de dólares que no se van a poder recuperar. Su situación es problemática, porque después de hacer la película de denuncia “Tierra prometida” (2012), un más que convincente alegato contra el fracking, ha tenido problemas para encontrar nuevos proyectos fuera del cine independiente. Se postuló para dirigir la adaptación cinematográfica de “50 sombras de Grey”, con un guión de nada menos que Bret Easton Ellis, pero los productores no se atrevieron con una propuesta tan polemista, así que el de Portland se quedó sin un contrato que le habría solucionado sus problemas económicos.

Para acabar de complicar las cosas, el retraso de su estreno comercial le quita el factor sorpresa con el que podía haber jugado, puesto que ya se ha estrenado otra película estadounidense rodada posteriormente en Aokigahara. Se trata de “El bosque de los suicidios” (2016), una producción de David S. Goyer que ha resultado rentable en taquilla al ser cine terrorífico de bajo presupuesto. Es una opción diferente, que apuesta por el género tradicional japonés «kaidan», que son los relatos de fantasmas. Como quiera que el bosque de Aokigahara, situado al pie del monte Fuji, es el elegido por los japoneses para quitarse la vida, se supone que se trata de un lugar habitado por los espíritus de todos los suicidas, que atraen a los vivos a cometer el mismo acto siguiendo costumbres muy arraigadas antropológicamente en Extremo Oriente, donde el «seppuku» ha llegado a ser una cuestión de honor para los samuráis, así como desde siglos atrás para personas mayores que ya no quieren ser una carga para sus familias.

El enfoque de Gus Van Sant es paradójicamente más vitalista o esperanzador, y se inspira en los «haikus» o poemas breves que hay colocados en los árboles a la entrada del bosque. Son un canto a la vida que anima a desistir de decisiones desesperadas, tal y como le sucederá al protagónico Matthew McConaughey. Emprende el viaje desde EEUU sin billete de vuelta, pero cuando se dispone a tomar una sobredosis de pastillas, se encuentra con el japonés Ken Watanabe, que se desangra a causa de una fallida tentativa de cortarse las venas.

Juntos intentarán sobrevivir y encontrar el camino de vuelta, mientras el primero va recordando, a través de una larga sucesión de flash-backs, los problemas que le han provocado su depresión y que tienen que ver con la enfermedad de su pareja, interpretada por Naomi Watts.

A “The Sea of Trees” se le ha acusado de tener una resolución en exceso melodramática y de ser una historia de redención basada en un tratamiento de la filosofía zen cercano al manual de autoayuda. Menos mal que Van Sant es un veterano a prueba de ataques y descalificaciones.