7K - zazpika astekaria
Entrevue
Matxalen Ziarsolo

«El concepto de deporte femenino ha variado, pero no el nombre. El día que haya igualdad se le llamará solo deporte»


Matxalen Ziarsolo es una de las deportistas vascas más laureadas. La extremo izquierda del Bera Bera es la única jugadora que ha participado en los catorce títulos que atesora el equipo guipuzcoano –cuatro Ligas, cinco Copas y cinco Supercopas– y ni siquiera sus importantes lesiones –ha sido operada de las dos rodillas en distintas temporadas y este año de menisco, lo que le obligó a parar gran parte de 2016– le impidieron estar presente en el cierre de campaña que concluyeron como campeonas de Liga por cuarta vez consecutiva. Incluso marcó dos goles en el último partido y redondeó sus cifras hasta las 1.425 dianas.

Esta ermuarra afincada en Zarautz, dos pueblos vinculados al balonmano, ha ejercido de capitana los últimos cinco años de las quince temporadas en las que ha vestido la camiseta azul del conjunto donostiarra. A los 17 años le llamó el Bera Bera y desde entonces ha permanecido fiel a la disciplina de ese club al que ahora dice adiós.

En el Bera Bera no se estila eso de retirar la camiseta y además Ziarsolo no lo ve necesario: «Siempre he jugado con el 19. Ese número seguirá conmigo, pero es bonito que lo utilicen otras jugadoras». A los 34 años quiere empezar otra vida laboral. Ha sabido desde siempre que los deportes minoritarios, y menos en categorías femeninas, no dan para retirarse y dejar de trabajar. Algunos, y ni siquiera a todas, como mucho te permiten mantenerte mientras ejerces en activo. Lo cuenta a 7K junto al mar.

¿Una se siente especial por ser la única jugadora del equipo que ha participado en todos los títulos?

Lo que te sientes es mayor y piensas «cuánto tiempo ha pasado». Es verdad que la memoria es selectiva y parece que solo te acuerdas de los últimos títulos, pero cuando veo imágenes de cuando ganamos la primera Copa recuerdo lo que disfrutamos, más por inesperado.

Ha encontrado 14 títulos y 1.425 goles por el camino.

El club ponía el listón muy alto. Estaban gente como Amaia Ugartemendia, Esme López, Eider Rubio o Tati Garmendia. Así que a nosotras nos tocó seguir y a las que vienen detrás les va tocar apretar como a todas.

Vivió el colofón perfecto, con el broche de un título de Liga e incluso marcando dos goles.

Sí, el año no ha sido perfecto, pero la despedida sí. Conseguir el cuarto título de Liga, además en Bidebieta, con la grada llena y el público muy motivado, fue un sueño.

¿Es verdad eso de que se aprende más de las derrotas que de las victorias o lo dicen los que nunca ganan?

Se aprende de todo, también de ganar. Pero incluso hay que aprender a ganar. Nosotras somos un ejemplo. Una vez que logras la primera Copa, es más fácil. Cuando rompes la barrera luego es más fácil llegar.

Dieciséis temporadas en el Bera Bera, ¿es una cuestión de fidelidad?

Cuando compartes las misma metas y ves que te quedan cosas por hacer, aquí te quedas. El equipo ha ido creciendo, ganando títulos, consiguiendo objetivos. Después te das cuenta que esta es tu casa y que te cuesta irte. He tenido ofertas de otros equipos y alguna temporada también ganas de jugar en otras Ligas europeas, sobre todo antes de la crisis. Pensé en la Liga francesa porque está cerca y el idioma me tiraba, pero coincidió que el Bera Bera estaba apuntando fuerte. Llegó el primer título de Liga, jugar la primera Champions League en Donostia fue un sueño cumplido. Luego, los dos siguientes años no pudimos disputar la Champions por motivos económicos. Hubiera sido lo más.

¿Se entendería que un equipo masculino renunciara a la máxima competición europea por falta de presupuesto?

No creo que pasara. Es verdad que ha habido equipos masculinos en la Asobal –División de Honor masculina– que han tenido que renunciar no a la Champions, sino a otras competiciones, porque el balonmano lo ha pasado muy mal estos últimos años. Ha sido uno de los deportes donde más ha bajado el nivel económico. Pero creo que en Euskadi un equipo masculino hubiera sido capaz de atraer más sponsors privados para poder jugar la Champions. Nosotras tenemos el apoyo institucional, pero no un patrocinador que de nombre al equipo.

¿A qué lo atribuye?

Creo que la igualdad todavía no está en la sociedad y, mientras no esté en la sociedad, tampoco lo va a estar en el deporte. Cada vez salimos más en los medios de comunicación y el equipo ya tiene un nombre, pero entonces te preguntas: «¿Por qué ninguna marca quiere identificarse con nosotras?». No sé darte la respuesta. Corteblanco y luego Akaba sí estuvieron muchos años apoyándonos. Los de Akaba, que estuvieron diez, nos decían: «A nosotros nos conocen más por el balonmano que por las sillas». Pero en los últimos años, la crisis ha pegado muy fuerte. Cuando jugamos la Champions no había tanto dinero y se creó un agujero económico; entonces, por responsabilidad, se decidió contar únicamente con lo que teníamos. Cuando lo asumes y se queda fuera de tus objetivos, lo aceptas; pero cuando lo tienes en mente y no puedes jugar la Champions, porque no has sido capaz de atraer el dinero, es peor.

Pero, en medio de la crisis, su equipo supo mantenerse cuando otros se hundían.

Cuando había mucho dinero, y nosotras tampoco teníamos tanto, el Bera Bera tenía alma y atraía a buenas jugadoras. Siempre ha tenido otra filosofía. La mayoría de las jugadoras somos vascas y los refuerzos que vinieron de fuera creo que se han sentido identificados con el club. Eso también es importante.

¿Ahora es más visible el balonmano femenino?

Sabemos que para ser visibles tenemos que ganar. Pasa con otros deportes minoritarios: para salir hay que conseguir algo. Con la crisis, los presupuestos han bajado mucho. Antes entrenábamos mañana y tarde, ahora está muy difícil dedicarse a eso. Siempre hemos compaginado el deporte con los estudios, pero antes no podías entrenar y trabajar a la vez, aunque también tenías una recompensa económica. Ahora no. En principio éramos profesionales, dependiendo de las fichas, aunque colgando de un hilo como deportistas de élite. Pero es una pena que lo que habíamos conseguido con mucho esfuerzo, estos últimos dos años haya estado al borde del precipicio y haya retrocedido.

Los derechos que se consiguen y no se defienden ¿terminan perdiéndose?

Sí, pero cada vez que ganas algo parece que tienes que estar reivindicándolo. Hay sitios y momentos. Creo que eso al final no atrae a la gente. También quiero ganar y disfrutarlo, porque el mensaje tiene que ser positivo.

Vamos, que en su caso, compaginar deporte y estudios ha sido una obligación.

El balonmano me ha dado para vivir el momento, pero no para luego. Siempre he tenido muy claro que quería estudiar y que el deporte se terminaba. Hice Humanidades y Empresa, también el CAP para ser profesora y, hace un par de años, un Master de Comercio Internacional on line, que era lo que me permitía compaginar con el deporte. También le he dado caña al francés y al inglés. El deporte me ha dado la posibilidad de formarme, paseando los apuntes por autobuses y aviones.

¿Lo ha podido aplicar en el terreno laboral?

Trabajé en el departamento financiero administrativo de un empresa. Siempre digo que he trabajado desde los 18 años, pero con esto pude hacerlo en otro ámbito.

¿Se puede vivir del deporte?

Sí, durante algunos años he vivido de eso y la verdad es que lo he disfrutado. Se sacrifica mucho el cuerpo y tiene que estar retribuido de alguna manera. Ahora me toca buscar trabajo.

Pocas mujeres y bastantes hombres deportistas con palmarés sí logran vivir de rentas.

En nuestro caso no es así, pero lo hemos asumido desde que jugábamos. A no ser que cambie mucho, seguirá así.

¿Se puede vivir sin deporte?

Se puede si no tienes afición. Yo de alguna manera siempre haré alguna actividad, durante la lesión me he aficionado a la bici de monte. Siempre me ha llamado, aunque de una manera más tranquila.

¿En el deporte de élite se recorre mucho mundo sin verlo?

Conoces más los polideportivos y los hoteles que las ciudades en sí. A mí me ha gustado viajar y también he ido por mi cuenta, pero siendo deportista también puedes conocer algo de cómo viven en otros países. Es diferente jugar en una pista en Rusia, que en Alemania o en Dinamarca. Europa me ha motivado mucho. Y eso que en Rusia tuve una anécdota, que no me dejaron entrar. Íbamos a jugar en Rostov y, en Alemania, al policía que me tocó se le separó la carcasa de mi pasaporte: «No hay problema», dijo. Y en el aeropuerto de Rostov me mandaron de vuelta a Bilbo sin jugar.

¿Pesan los kilómetros?

Sí, sobre todo cuando pierdes. Vienes en un autobús dándole vueltas toda la noche a los que has hecho mal. Es duro, pero luego te acostumbras.

El Bera Bera en este momento es de mayoría femenina. Además de las jugadoras, la entrenadora y las directivas también son mujeres.

Salvo el jefe de comunicación del club, todas son mujeres. Cuando me preguntan si prefiero a un hombre o a una mujer como entrenador contesto que lo que quiero es que sea bueno o buena en su trabajo. No creo que el sexo deba influir, no es una cuestión de género. Aunque sería un gran paso que en los equipos masculinos también hubiera entrenadoras.

¿Como capitana le ha tocado intervenir en otros asuntos?

Sí, pero no solo yo, también las veteranas como Eli Pinedo han estado conmigo. Ha sido un grupo que se ha autogestionado bien. Sabíamos lo que teníamos que rendir, nos hemos llevado bien y hemos superado las dificultades. En ese sentido, no ha sido difícil.

Aunque ya hace un año que había decidido retirase, ¿fue difícil tomar esa decisión?

Llevaba un par de años pensándolo. Cuando empezamos la temporada ya sabía que era la última, así que pretendía disfrutarla. Mi plan era compaginar el deporte con mi trabajo, pero me lesioné y no pude hacer ninguna de las dos cosas, porque tenía que recuperarme. Lo hice bien y pude jugar los dos últimos partidos, que terminaron siendo el objetivo de todo el año. Los planes nunca salen como quieres, pero el final fue bonito.

Además de los problemas físicos, ¿hay más razones para colgar la camiseta?

La situación económica en el balonmano no está bien; disfrutas de ello, pero también quieres hacer otras cosas. Has estado un montón de tiempo estudiando y la edad también va para adelante: el cuerpo y la rodilla te están diciendo «maja, no me machaques más», y vas pensándolo. Pero estoy contenta, porque me acuerdo de todos los años que he jugado, las experiencias que he vivido y la gente que he conocido.

Romperse una rodilla con 18 años, la otra con 23, rematar este año con una operación de menisco y aguantar hasta los 34 en activo. Ahora se explica porqué en la rueda de prensa en la que anunció su adiós incluyó en su dedicatoria de agradecimientos a los servicios sanitarios.

Estás mucho tiempo con ellos, te apoyan y estoy muy agradecida a los médicos, fisioterapeutas y a todo el mundo. Han sido parte de mi vida y gracias a ellos pude cumplir el objetivo de terminar jugando.

¿Las lesiones son la cara más amarga del deporte?

Sí. Por lo menos ahora es lo que tengo más presente. En otros momentos fueron los partidos fuera, la tensión de la competición… Perder, que no te salgan las cosas o que no te quieran en un equipo es duro, pero al final lo que está relacionado con la salud es lo más importante.

Permanecer dieciséis temporadas en el mismo equipo, quince de ellas en División de Honor, no es precisamente indicio de que no le quieran.

Bueno, pero puede pasar que un entrenador no te vea necesaria. Todas hemos pasado por eso y hay que saber digerirlo. Son circunstancias, pero las lesiones son más duras y en este deporte son habituales en rodillas, tobillos, hombros. Ahora se está intentando que disminuyan con la prevención.

¿Ha cambiado el balonmano desde que empezó?

Un montón. En los medios de comunicación nos hemos dado a conocer más y cuando consigues títulos se te pone como referente del deporte femenino, pero la ilusión y el trabajo del equipo es la misma.

¿Y el deporte femenino?

Ha cambiado la visibilidad. Hace años solo aparecíamos cuando jugábamos en Europa, pero cada vez más mujeres practican deporte. Se intenta fortalecer las Ligas y las redes sociales han ayudado a eso, aunque todavía hay gente que se sorprende de que entrenes todos los días. El concepto de deportista-chica ha ido variando, pero lo que no ha conseguido es cambiarle el nombre. El día que haya igualdad se le llamará solo deporte. Lo ideal sería que la gente fuera a ver el deporte que le gusta, da igual que sean chicos o chicas.

Alguien que hacía eso era Juan Carlos Elorza, el experto en balonmano de Gara que falleció en febrero.

Lo hemos sentido mucho. Ha sido un periodista importante para nosotras porque nos ha seguido desde siempre. Tenía más datos nuestros que nosotras. Hemos visto como amaba nuestro deporte, nuestro equipo. Ha sido el que ha contado la historia del Bera Bera, es parte de él, y nosotras siempre le tendremos mucho aprecio. Yo no sabría ni que he marcado 1.425 goles, ni los minutos que he jugado si Juan Carlos Elorza no lo hubiese escrito.

¿Lo qué no sale en la televisión no existe?

Es verdad. Te ayuda a que te conozcan, pero económicamente no nos ha dado nada. El reto como club del Bera Bera es atraer a la gente a los partidos, aunque este año Bidebieta ha estado animada y la gente se ha divertido.

¿Y los Juegos Olímpicos?

Me gustan, porque cada cuatro años y durante unos días es el único período en el que se pueden ver un montón de disciplinas aparte de fútbol y baloncesto. Muchos deportistas se pasan cuatro años esperándolos y preparándolos, y sería una pena que factores extradeportivos impidieran que en Río se desarrollaran con normalidad.