31 JUIL. 2016 La guerra secreta contra el apartheid London Recruits Un documental revela la misión secreta contra el apartheid coordinada desde Londres por el Congreso Nacional Africano y en la que mujeres y hombres residentes en la ciudad arriesgaron sus vidas para viajar a Sudáfrica y mantener viva la esperanza de la población María Suárez {{^data.noClicksRemaining}} Pour lire cet article inscrivez-vous gratuitement ou abonnez-vous Déjà enregistré? Se connecter INSCRIVEZ-VOUS POUR LIRE {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Vous n'avez plus de clics Souscrire {{/data.noClicksRemaining}} Sorprende la humildad con la que Tom Bell responde a la petición de entrevista de 7K: «Me siento agradecido, es un todo un honor». Bell vive en Londres, hace tiempo que peina canas, y trabaja en BECTU, un sindicato de trabajadores de los medios de comunicación. Un hombre que, aparentemente, lleva una vida normal. Sin embargo, forma parte del que hasta hace poco ha sido uno de los secretos mejor guardados de Londres. Bell fue miembro de una peligrosa misión coordinada por el Congreso Nacional Africano en el exilio desde la capital británica para luchar contra el apartheid en Sudáfrica: los bautizados como London Recruits. «Una historia de película», pensó el joven director galés Gordon Main cuando la descubrió hace pocos años. Y se puso manos a la obra. La historia se mantuvo bajo rigurosa confidencialidad hasta el año 2012, cuando uno de estos recruits, Ken Keable, inmortalizó la misión en las páginas del libro “London Recruits. The secret war against the apartheid” (London Recruits. La guerra secreta contra el apartheid). Dentro de unos meses, la película-documental basada en esta obra se proyectará en los cines de Gran Bretaña. «La primera vez que escuché acerca de los London Recruits fue en un pub en Cardiff –recuerda Gordon Main–. Yo me encontraba con un amigo sindicalista y me comentó que había trabajado con uno de los recruits. Me interesé mucho por la historia, me leí el libro y vine a Londres para iniciar los contactos, porque realmente es una historia increíble». Para conocer la misión hay que remontarse 46 años atrás. Entonces Tom Bell tenía solo 19 años, pero llevaba ya cinco como miembro de las juventudes del movimiento comunista de Londres, junto con su hermano. En aquellos años, el apartheid en Sudáfrica experimentaba sus años más crudos y el Congreso Nacional Africano (CNA) se encontraba en sus horas más bajas, con Nelson Mandela ya en prisión sentenciado a cadena perpetua y el resto de sus miembros muertos, torturados o en el exilio. Pero el movimiento se encontraba lejos de ser derrotado. Uno de los destinos de ese exilio era Londres. Y desde la capital británica se orquestó toda la operación. «Fue en aquellos círculos comunistas cuando surgió la proposición; nos plantearon a mi hermano y a mí tomar parte en un cometido secreto para el CNA en Sudáfrica. Aceptamos y fue cuando nos presentaron a Ronnie Kasrils», recuerda Tom Bell. Ronnie Kasrils era uno de los líderes del CNA en el exilio. «Un hombre muy carismático», recuerda Bell, que se convirtió en un buen amigo. Kasrils es de esas personas en las que la edad no concuerda con su aspecto, discurso o movimientos. Con 77 años muy bien llevados sigue trabajando en la mediación de conflictos y recuerda con mucha emoción aquellos años de los London Recruits. Tras el fin del apartheid, Kasrils se convertiría en viceministro de Defensa de Sudáfrica y posteriormente en Ministro de Aguas, Bosques e Inteligencia. Sin embargo, en los años sesenta y setenta desempeñaba una función mucho más discreta pero esencial para la supervivencia de su formación: era el encargado de coordinar la misión de lucha contra el apartheid desde Londres. «Recluté a gente joven comprometida con la ideología comunista, algunos eran universitarios –mujeres y hombres provenientes de centros como la prestigiosa London School of Economics– y otros eran trabajadores», explicaba recientemente desde la biblioteca Marx Memorial del centro de Londres. Perfiles diferentes con una misma misión: mantener viva la esperanza de la población negra de Sudáfrica. Lanzar un mensaje de resistencia. Para ello, se ideó un plan a base de golpes de propaganda inesperados, rebeldes, llamativos, misteriosos, peligrosos. «Nuestra misión consistía, por un lado, en hacer estallar bombas estratégicamente colocadas y controladas que harían que se dispersaran miles y miles de panfletos con mensajes de esperanza del CNA para el pueblo sudafricano, y, por otro lado, emitir esa propaganda a través de unos amplificadores de sonido muy potentes para asegurarnos de que nuestro mensaje llegaba a la mayor parte de población posible –explica Bell–. Era un mensaje de resistencia». Para ello, Ronnie Kasrils les entrenó durante 5 o 6 semanas. Las reuniones se celebraban bajo el más absoluto secreto. «Nos solíamos reunir en un callejón de la zona de Fitzrovia, al que llegábamos totalmente desorientados por la multitud de callejuelas y rodeos que nos hacían dar para llegar al punto de encuentro», recuerda Bell. Era Ronnie Kasrils quien hacía de guía y la única persona que conocía la ubicación exacta de la zona de reunión. «Cuando ya estuvimos preparados para comenzar la operación –continúa Bell– Kasrils nos proporcionó dos maletas con doble fondo, donde escondimos los miles de panfletos y otro material que necesitábamos. También nos dio mucho dinero para los billetes de avión hacia Ciudad del Cabo y el resto para que lo gastásemos allí sin dar lugar a sospechas». Por el día, Bell y su hermano se hacían pasar por dos hombres de negocios, jóvenes, divertidos e inteligentes que buscaban nuevas oportunidades en el país africano. Al anochecer, se dedicaban a su verdadero cometido: elegir los lugares para la colocación de los artefactos explosivos que lanzarían miles y miles de panfletos con mensajes de esperanza por los aires. También utilizaban las noches para colocar los altavoces que extenderían entre la población un mensaje de resistencia. «Jamás nadie resultó herido, nos asegurábamos muy bien de que los artefactos no pudieran herir a nadie que transitara por la zona», destaca Bell. No hizo falta mucho tiempo para alimentar los titulares de los principales periódicos del país. Las misteriosas bombas de propaganda eran todo un enigma y nadie iba a sospechar de unos jóvenes de raza blanca, inmigrantes que no se mezclaban con la población africana. Porque ésa era otra de las instrucciones. Era muy importante pasar desapercibido y actuar, de cara a la galería, según las leyes del apartheid. Anécdotas y curiosidades diversas. «En esos días de convivencia hubo anécdotas divertidas que reflejamos en la película –explica Gordon Main–. Hay que tener en cuenta que muchas de las personas involucradas con el proyecto jamás habían subido a un avión, y ello da lugar a situaciones curiosas o incluso de tensión sexual, cuando algunos de los jóvenes recruits se hacen pasar por recién casados en luna de miel y, claro, en el hotel deben compartir la habitación preparada para unos recién casados». No podía quedar ningún fleco suelto, y eso también hizo que se originaran momentos que ahora recuerdan con una sonrisa sabiendo que «a pesar de todo, jamás perdieron la profesionalidad», destaca Main. «¿Que si éramos conscientes del peligro que corríamos? Sí y no –asegura Tom Bell–. Éramos jóvenes, teníamos esa arrogancia propia de la juventud y esas ganas de cambiar el mundo. Pero ya sabíamos que, si la policía nos descubría, nos enfrentábamos a años en la cárcel e incluso torturas. Y nadie respondería por nosotros. Ésa era la única manera de salvaguardar la confidencialidad de la misión». De hecho, ellos no conocían a otros recruits que se encontraban realizando el mismo trabajo en otras ciudades de Sudáfrica. Y aunque fueron reclutados en Londres, las nacionalidades eran muy diversas: de Escocia, Irlanda, Grecia, Estado francés, América o Países Bajos. Eso sí, con un denominador común: debían ser de raza blanca para pasar desapercibidos ante las fuerzas de represión sudafricanas. Bell y su hermano fueron como hombres de negocios, pero había parejas que se hacían pasar por recién casados con todo un romántico viaje por delante en Sudáfrica. Es el caso de Mary Chamberlain y su entonces pareja Carey Harrison. Al llegar a la frontera en Sudáfrica, el policía les preguntó qué portaban en aquellas maletas tan pesadas. Miles y miles de panfletos de propaganda, listos para echar a volar cuando fuera el momento. Por la mente de Mary y Carey se cruzaron mil sensaciones en un segundo. «Se acabó, nos han cogido». - Eh... llevamos cajas de té, almohadas, edredones, coladores, batidoras... - Sí, ¿pero qué más? - Toda nuestra vida, señor. Somos inmigrantes, venimos desde Reino Unido. - ¡Haberlo dicho antes! Perfecto, bienvenidos. Y selló el pasaporte sin abrir la maleta. Por los pelos. Mary lo recuerda con una sonrisa, como si fuera ayer. ¿Quién iba a sospechar de una dulce y enamorada pareja británica, de tez blanca, con pasaporte impecable, en busca de una vida de ensueño en Sudáfrica? La misión fue un éxito, aunque ni siquiera los propios recruits eran conscientes de su influencia. «Hasta hace diez años no me percaté realmente de que nuestro trabajo había servido para mantener con vida al CNA. Entre 1965 y 1975 la formación había sido eliminada del país y nosotros, de alguna manera, nos encargamos de cubrir ese espacio», reflexiona Bell, quien sin embargo destaca la importancia de relativizar: «No somos héroes, hicimos un trabajo bajo unas convicciones ideológicas, políticas y de solidaridad internacional, pero no es nada comparado con los sacrificios que la población sudafricana tuvo que soportar». Relanzar el sentimiento de querer cambiar el mundo. Precisamente esa necesidad de solidaridad internacional es la que mueve a Gordon Main al dirigir el documental. El objetivo, remover entrañas, que sirva de incentivo para intentar relanzar ese sentimiento de años atrás de querer cambiar el mundo y que «hoy en día hace mucha falta, por ejemplo, ante la grave crisis de los refugiados en Europa», explica Main. En este sentido, Tom Bell apostilla que la misión de los London Recruits «es imposible repetirla en conflictos como el de Siria, por ejemplo». Afirma que aquello es una guerra y que «no durarían» ni dos minutos. «Pero hay otras maneras de aportar, de mantener la esperanza hoy en día: reivindicaciones artísticas que llaman la atención del problema a la población civil o estrategias de activistas que reportan lo que, por ejemplo, Israel está haciendo con el pueblo palestino. Son nuevas formas de lucha pacífica contra las injusticias», asegura Bell. Desde 2012, cuando se dio a conocer la historia en las páginas del libro de Ken Keable, la misión de los London Recruits se ha vendido con casi dos mil ejemplares y todos los fondos recaudados han ido a parar a la fundación Nelson Mandela, que se encarga de mejorar las condiciones de vida de los niños y niñas en Sudáfrica. «No me lucro con este libro», recuerda Ken Keable. Y parte de lo recaudado con la película-documental irá a parar a esta misma fundación. En estos momentos se intentan colectar los fondos necesarios vía crowdfunding mediante la web www.londonrecruits.com. «Queremos que la población se involucre en el proyecto, creo que es algo positivo y acorde con la naturaleza de la historia que se cuenta», explica Main. Si la historia es impactante, su adaptación en la pantalla ha sido algo inolvidable para quienes han tomado parte en el proyecto, que han visto y escuchado in situ y de primera mano todo lo que ocurrió. «Es una historia tan jugosa que queríamos huir del típico documental. De hecho, la estructura tiene mucho de película. Y realizarlo ha sido increíble», asegura visiblemente satisfecho. En el film veremos a testigos de aquellas explosiones de propaganda, a numerosos recruits, a autoridades sudafricanas como Thabo Mbeki, ex presidente del país, o Denis Goldberg, sentenciado a prisión junto con Nelson Mandela. También a miembros de las fuerzas policiales de Sudáfrica que han accedido a hablar para el equipo de producción. «Es muy chocante el hecho de viajar hasta Sudáfrica, hablar con ellos, te invitan a tu casa, te ofrecen una taza de té y tarta... Y evidentemente no admiten haber cometido abusos contra la población negra. Tras ver el documental cada uno que saque su propia conclusión», asegura. London Recruits saldrá a la luz en 2017.