11 SEPT. 2016 CONSUMO Empieza el curso BERTA GARCIA {{^data.noClicksRemaining}} Pour lire cet article inscrivez-vous gratuitement ou abonnez-vous Déjà enregistré? Se connecter INSCRIVEZ-VOUS POUR LIRE {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Vous n'avez plus de clics Souscrire {{/data.noClicksRemaining}} E l mes de setiembre es un jarro de agua fría para todos. Se acabaron las fiestas, los largos días de asueto y de sueños efímeros. Toca pisar tierra y tentarse la cartera, porque el comienzo del curso escolar se las trae. Y de eso saben mucho las familias con hijos pequeños o adolescentes en edad de merecer: de aprender para acumular cartillas escolares, o de obtener títulos con los que acceder a la escasa oferta de trabajo. Es lo que hay, y en esa obligación nuestra de formar a los vástagos gastamos un dineral, porque eso es lo que nos supone cada nuevo curso escolar. Entre libros de texto, material escolar imprescindible y demás, volarán este mes 400 euros como mínimo por alumno de preescolar; porque, si ya ha entrado en añitos, los 600 euros están asegurados. Y eso contando que los matriculemos en la pública, porque si en la privada es fácil que doblemos la apuesta, y ya si llevan uniforme, apaga y vámonos (Fuente: CECU, organización de consumidores y usuarios). Visto que las ayudas oficiales a las familias van menguando como la luna, habrá que echar a volar la imaginación para ahorrar unos euros. Y menos mal que hay dos generaciones que salvarán los trastos, por aquello de que en su infancia había que echarla a volar para estirar la paga dominical. Como alternativas a la compra de producto nuevo tenemos el mercado de segunda mano para uniformes y para la adquisición de libros y material de papelería. Se pueden conseguir buenos precios creando grupos de familias, aunque las librerías del barrio protesten. Claro que toda la astucia para el ahorro en la vuelta a clase bien se podría invertir en frenar a quienes nos meten en tamaño dislate, léase los políticos. Protestamos poco y mal, pues las quejas quedan, por lo general, entre amigos. Nos vemos incapaces de mandarlos al cole con las manos en los bolsillos y ver cómo reaccionan los que deciden cuánto hay que gastar cada curso. Sería una protesta pacífica 100%. Pero nuestro corazón es demasiado blando cuando de proteger a las hijas e hijos se trata, y por evitarles un bochorno somos capaces de seguir como estábamos; es decir, tragando ruedas de molino con tal de que no lloren.