11 SEPT. 2016 ARQUITECTURA Patrimonio contra la avaricia IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ {{^data.noClicksRemaining}} Pour lire cet article inscrivez-vous gratuitement ou abonnez-vous Déjà enregistré? Se connecter INSCRIVEZ-VOUS POUR LIRE {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Vous n'avez plus de clics Souscrire {{/data.noClicksRemaining}} Por segunda vez en menos de una década, un terremoto ha hecho temblar el centro de la península italiana, enviando al mundo imágenes de devastación humana y material. Sin pretender pecar de frívolos, las imágenes más impactantes son aquellas que muestran el estado previo y posterior de la villa de Amatrice. Las labores de reconstrucción, del mismo modo que hace siete años en L’Aquila, han suscitado el esfuerzo y el interés de la amplísima comunidad de arquitectos italianos, siendo el nombre propio más popular el genovés Renzo Piano. Haya servido esta introducción para atestiguar tanto el reto como la pericia necesaria de los arquitectos italianos en cuanto a la intervención en el patrimonio construido. Y es que en los planes de estudio italianos el restauro es una asignatura de las calificadas como «hueso», nada que ver con el cariz de asignatura optativa que en el Estado español se le dispensa. Tener un tejido urbano con ciudades de más de 2.000 años de antigüedad es desde luego un incentivo para la importancia de la restauración en los planes de estudio italianos. La restauración del antiguo convento de San Giuliano, convertido en edificio de viviendas, es una muestra de lo que una intervención sana en el patrimonio puede reportar a la ciudad. La obra, firmada por el estudio CN10 capitaneado por el bergamasco Gianluca Gelmini, interviene de modo magistral en un edificio con partes que se remontan al año 774, siendo, al mismo tiempo, respetuoso con el patrimonio y con las necesidades estéticas y funcionales contemporáneas. El edificio que albergaba a la iglesia de San Giuliano se encontraba oculto a principios del siglo XXI, cuando Gelimini recibió el encargo de rehabilitar sus muros y el espacio exterior. El complejo había sido absorbido por varios usos, entre los cuales destacaba un convento benedictino, y también un uso residencial tras su secularización en el siglo XVIII. Pero en ningún momento se podía adivinar la importante herencia longobarda de las ricas familias que se asentaron al sur de la ciudad lombarda de Bérgamo. En el resultado salta a la vista que incorpora elementos visualmente muy potentes y discordantes con una rehabilitación estricta como, por ejemplo, la escalera; pero, por otro lado, el edificio recupera aspectos muy importantes desde un punto historicista como, por ejemplo, el revestimiento original de bolos de piedra enfoscados, así como la reconstrucción del tejado del ábside siguiendo esquemas constructivos tradicionales. En lo que a defensa del patrimonio construido se refiere, existe un eterno contencioso entre los municipios y las entidades supramunicipales como diputaciones o Gobierno de Lakua en el caso de la Comunidad Autónoma Vasca. En el caso de los catálogos municipales, los niveles de protección son mucho más flexibles, rebajándose estos más o menos de modo oportunista sobre todo en un clima económico adverso. Sin embargo, es complicado encontrar en el Estado español un punto intermedio y responsable entre el proteccionismo extremo y el liberalismo en la intervención sobre el patrimonio. La primera tendencia resulta en operaciones que en la mayoría de los casos resultan antieconómicas desde un punto de vista del mercado, y en la segunda tendencia se maximizan los beneficios en detrimento del patrimonio, con su consecuente destrucción. Incluso en la rica Lombardia este ejemplo de San Giuliano ha contado con ayudas y subvenciones que ayudaron a su rehabilitación inicial, dejando para el final la intervención de transformación en vivienda, allá donde los parámetros contemporáneos y el balance económico cobraba sentido. Nos encontramos, por lo tanto, ante el quid de la cuestión: percibir nuestro entorno construido como un valor activo, que puede revalorizarnos como sociedad, es algo que necesariamente se debe alimentar desde el ámbito público, haciendo pedagogía con ello. Esa pedagogía debería estar acompañada de un proceso en el que se permitieran intervenciones más atrevidas en el patrimonio, pero desde una perspectiva culta, que siempre pusiera ese patrimonio en valor. De nuevo vemos en el proyecto de San Giuliano un ejemplo a seguir. Primero, se realizó una rehabilitación del conjunto edificado, para después acometer después una conversión en vivienda. En total, doce años de proceso. Ese elemento, el temporal, hace que las inversiones sean menos arriesgadas y potencialmente menos perjudiciales para lo construido. Y es que la avaricia, en cuanto a la ciudad construida, resulta más peligrosa que un movimiento de placas tectónicas.