07 DéC. 2025 La política de «Father Mother Sister Brother» Vicky Krieps, Cate Blanchett y Charlotte Rampling, en una escena de «Father Mother Sister Brother», última película que ha ganado el León de Oro en el Festival de Venecia. Mariona Borrull {{^data.noClicksRemaining}} Pour lire cet article inscrivez-vous gratuitement ou abonnez-vous Déjà enregistré? Se connecter INSCRIVEZ-VOUS POUR LIRE {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Vous n'avez plus de clics Souscrire {{/data.noClicksRemaining}} Aún recuerdo las quejas, cual disparos a la rumba, contra la victoria de “Father Mother Sister Brother” en el Festival de Venecia, donde se alzó con el León de Oro, destronando a la que fue merecedora del Gran Premio del Jurado: “La voz de Hind”. Este, un documental híbrido de la tunecina Kaouther Ben Hania sobre los esfuerzos de la Media Luna Roja por salvar a una niña palestina, una cinta estrenada el pasado viernes 28 de noviembre en apenas cuarenta cines del Estado español tras un recorrido deslumbrante por festivales. El premio a “La voz de Hind” era la opción reivindicativa y visiblemente política para salvar los muebles de Alexander Payne, presidente del Jurado muy cuestionado por su equidistancia -leída como hipócrita- ante el conflicto palestino. La sorpresa llegaba cuando “La voz de Hind” solo conseguía “el galardón de las verduras”, segundo puesto simbólico que en festivales se está reservando a películas de urgencia social (“La semilla del higo sagrado”, “La zona de interés”) que no logran el consenso del jurado. Ante el doble silencio político de Payne, el fallo favorable a “Father Mother Sister Brother” fue injustamente tachado de apolítico. ¿Pero es “apolítica” la nueva película de Jim Jarmusch? De entrada, y aunque no inmiscuye al film en sí mismo, el cineasta responsable de “Paterson” o “Flores rotas” lleva siendo diametralmente claro con respecto a las contradicciones de crear cine “independiente” al amparo de Mubi, distribuidora estadounidense participada por Secuoya, fondo de inversión relacionado con la industria armamentística israelí. También ha rechazado proyectar la cinta en Israel aunque, «si generalizara, tampoco podría proyectar mi película en Estados Unidos, porque la destrucción de Gaza está financiada por especuladores estadounidenses». A mis ojos, la transparencia con la que el realizador ha abordado sus contradicciones es bastante más productiva en nuestro “aquí y ahora” que la denuncia pornográfica y aturdidora de Ben Hania, que nos arranca las lágrimas hasta dejarnos en paz. Asimismo, resulta complicado tachar de blanca a una película, “Father Mother Sister Brother”, que en Navidad se atreve a problematizar (juguetona) las convenciones más rasposas de la familia biológica. ¿Cómo no va a ser “política”, si no directamente queer, una obra que disecciona por qué la normalidad más absoluta nos queda, de repente, dos tallas demasiado grande? Y que lo hace renunciando a la validación propia por sufrimiento ajeno. Un relato que, además, es capaz de transgredir su dispositivo mismo para que en un tercer acto el afecto fraternal campe a sus anchas… En fin, si relegamos la reivindicación social a la buena llorera en el cine, olvidaremos que a la política también la tenemos sentada enfrente, reclamándonos discreta por encima del turrón.