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CLAVES PARA ENTENDER LA AFROQUEERIZACIÓN INVISIBILIZADA
Entrevue
Cecile Carolline Eveng
Investigadora y activista camerunesa

«¿Al final qué importa, la orientación sexual o el ser humano?»

Ya fuera desde su Camerún natal, donde cursó los estudios de Filología Comparada Hispánica, o a través de su traslado a Madrid, lugar en el que expandió sus conocimientos en el campo LGTBIAQ+, Cecile Carolline Eveng se ha encargado de servir de altavoz al sufrimiento padecido por las identidades sexuales africanas marginadas, tarea a la que ha dedicado buena parte de su carrera académica y activista.

(Aritz Loiola FOKU)

A pesar de los lógicos rasgos comunes que comparten las diversas manifestaciones de un mismo hecho social, cada escenificación particular contiene unas características identificativas que la hacen singular y, por lo tanto, exclusiva a la hora de ser tratada. Incluso en el -por desgracia- amplio mapa de colectivos que sufren la discriminación, existen escalas en su problemática y en su formulación, siendo, como es habitual, un espacio especialmente vulnerable el africano. Unas coordenadas geográficas donde las identidades sexuales disidentes, utilizando la terminología de Cecile Carolline Eveng, son vividas bajo un clima especialmente represivo.

Una realidad constantemente estudiada y combatida por la activista camerunesa, quien visitó, de la mano de la asociación ALDARTE, el pasado mes de noviembre el centro cultural La Sinsorga, en Bilbo, para impartir un taller bajo el nombre “Claves para entender la afroqueerización invisibilizada”. Siempre desde una perspectiva feminista y de raza, Cecile Carolline Eveng despliega un relato clarividente sobre una discriminación, que compete sobre todo a expresiones sexuales como el lesbianismo o la queer, extendida desde el pasado hasta el presente y que se expresa a través de múltiples tentáculos. De todo eso tuvimos la suerte de hablar, aprovechando su presencia en nuestro territorio, con una mujer que convierte sus palabras en un contundente manifiesto por la dignidad y el respeto colectivo.

Gran parte de su trabajo como investigadora está relacionado con la diversidad sexual de las mujeres africanas. ¿Tiene algún recuerdo o vivencia que le hiciera descubrir que existía una realidad social que permanecía oculta? Sí, en mi infancia. Recuerdo que en mi país había un señor que era, y lo sigue siendo, un bailarín espectacular, y mi abuela me había dicho que ese no era un hombre de verdad. En mi mente de niña yo no lograba entender por qué decía eso, por qué negaba que fuera un “fám”, que en mi lengua materna, el fang, significa “hombre”. Esta idea estuvo dando vueltas en mi cabeza hasta la adolescencia, y fue en esa época cuando descubrí, hablando con mis amigas en el colegio, cuál era el “problema” que existía con él. Entonces entendí por qué decía eso mi abuela.

En Camerún ya realizó estudios universitarios relacionados con la identidad sexual femenina. Supongo que no sería un ambiente especialmente fácil para llevarlos a cabo. Era muy difícil, incluso en mi doctorado hablaba directamente de visibilizar la existencia de relaciones homosexuales en los espacios considerados como tradicionales, lo demostraba y explicaba a través de la obra de la activista Trifonia Melibea Obono, que, aunque sea guineana, en realidad culturalmente es básicamente el mismo país que Camerún, porque las fronteras que lo separan son las impuestas por los colonizadores. Hacía una extrapolación de las vivencias y problemas que expresaba en su novela para trasladarlas a mi país, lo que a día de hoy sigue siendo problemático. Es verdad que parece que existen cambios, porque últimamente en la universidad principal hay un departamento específico para estudios de género que antes no había pero, si quieren abordar esas temáticas, no pueden dejar de hablar de todas esas identidades periféricas.

Continuó ampliando sus estudios de género en Madrid. ¿Por qué abandonó su país? ¿Qué aspiraciones perseguía? Era para tener más herramientas. La beca concedida por AECID me posibilitaba el acceso a varias matriculas y de esa forma contaba con varias opciones. Ya había cursado un máster de la UNED que me había proporcionado otra manera de afrontar los estudios de género, pero durante su defensa y a través de las preguntas y reflexiones del jurado, me hizo pensar que había mucho más material, que existe un sufrimiento que pasa desapercibido incluso en las investigaciones, y para trabajar sobre ello necesitaba adquirir nuevos conocimientos. Por casualidad encontré un máster del que me enamoré de inmediato, sabía que ahí iba a aprender muchas cosas. Al final, el espacio nos condiciona absolutamente, y el hecho de crecer en un contexto donde solo está presente el binarismo conlleva la necesidad de deconstruirnos, de reconocer que hay otras realidades, y esos estudios me ofrecieron esa oportunidad.

Además, mis compañeros me explicaban aquello que no entendía. Recuerdo que el primer día de clase me preguntaron cuál era mi pronombre, y yo solo respondí Cecile, pero no se referían a eso, querían saber si me sentía identificada con “él”, “ella” o “elle”… Claro, yo recién salida de África no sabía de qué estaban hablando. En ese sentido estoy muy agradecida a profesores y compañeros.

Supongo que el ambiente académico entre Camerún y Madrid sería diferente, ¿pero sentía, o le hicieron sentir, como una extraña en algún momento? Sí, pero en general desde la aceptación, porque es verdad que era la única africana y heterosexual. Era una situación nueva para mí y me explicaban las dudas que yo tenía, sobre todo en el terreno médico, relacionado con los procesos de transiciones, etc. Me hablaban con sus palabras de los sufrimientos que padecían y todo lo que tenían que aguantar, por ejemplo, con las consultas de los psicólogos. De esa manera yo llegaba a entender esas nuevas experiencias, comprendía perfectamente ese deseo que tenían de conseguir ser aquello que querían.

Usted habla diversos idiomas. Supongo que el lenguaje, como herramienta social, es un elemento muy importante a la hora de encontrar formas para expresar y pensar sobre realidades históricamente ocultas. Efectivamente. Hay muchas teorías heteronacionalistas que se apoyan en que en el lenguaje africano no existen términos para denominar al lesbianismo o a otras realidades. Pero no es cierto, cada palabra de las diferentes lenguas está llena de matices que pueden llegar a explicar esas otras identidades periféricas, por ejemplo haciendo referencia a una situación que no es como “debería” ser o al no respeto por los roles tradicionales establecidos en la sociedad.

Cada idioma tiene su propia manera de plantear las situaciones, lo veo incluso en el de mi padre y madre, que son distintos; me pasa también con mi “cerebro francés”, una lengua impuesta consecuencia de la colonización, y, a la hora de explicar ciertas cuestiones desde la disidencia, prefiero utilizar el castellano, ya que tengo estudios en ese ámbito y me resulta más fácil.

En ese proceso de integración y respeto por las identidades sexuales, como ya ha comentado, tan importante como aprender supone desaprender y liberarnos de códigos impuestos y heredados. Por supuesto, yo he tenido que desaprender mucho para luego aprender. Fue necesario aceptar que yo misma tenía una mente binaria y que mis creencias cristianas me proporcionaban una manera de interiorizar ciertos aspectos y rechazar otros. Deshacerse consiste en empezar una discusión con uno mismo y, si no lo aceptas, entonces habrá un choque. Se suele decir que el rechazo o la negación a ciertos valores tradicionales es “antiafricano”, pero en una sociedad, si existe una realidad, la que sea, debemos hablar de ella. Son hechos históricamente silenciados, personas rechazadas incluso desde dentro del núcleo familiar; se trata de voces que deben tener la posibilidad de ser tratadas desde los espacios, digamos, tradicionales.

A veces se habla de África como si de un todo unitario se tratase, cuando supongo que serán muy diversas las realidades en cada país. Pero, concretamente en el tema de la represión a colectivos homosexuales, ¿existe un denominador común entre todos los países? Incluso en estos temas es muy distinto, porque las tradiciones se mezclan con ideas globales como el patriarcado, pero se expresan de diferente manera por el peso de la cultura propia, la religión… Todo ello para tener un peso sobre la persona que consideran no normal. En cierta manera yo me explico desde las fronteras establecidas, reconociéndome en una cultura que es también común a Guinea o Gabón, países que son antiguas colonias, salvo Guinea que es la única perteneciente al Estado español, del Estado francés. En esas fronteras compartimos una misma cultura, pero en la África austral o del norte, existen distintas tradiciones y maneras de visibilizar, por ejemplo, esas identidades queer.

Desde ciertos sectores africanos se habla muchas veces de la homosexualidad como un vicio traído por los colonizadores. Usted demuestra que ese relato no es real y que solo es un intento por ocultar la realidad histórica. Ese discurso de la emigración se utiliza para poder decir que no es algo propio de los africanos, pero después de un montón de estudios se ha probado lo contrario. Por ejemplo, los de un sociólogo camerunés, Gueboguo, que lleva años mostrando pruebas de que existían ceremonias iniciáticas con prácticas homosexuales, personas travestis e incluso lo que ahora llamamos drag queens.

¿De qué forma influyeron, y siguen influyendo, las normas, leyes y costumbres impuestas en África por los países colonialistas en el ámbito del libre ejercicio sexual? De cierta manera, todas mis investigaciones indican que la homofobia coincide con la llegada de los colonos: sus leyes, el impacto del cristianismo, todo eso llevó a desmantelar sociedades históricamente matriarcales. Se señalaba a las personas que no tenían relaciones sexuales con el único fin de la procreación, un concepto muy importante en las religiones judeocristianas, que su enfoque sobre los roles de la mujer giraba en torno a la necesidad de dar a luz. Son tabúes que se van interiorizando, incluso los que influyen en la heterosexualidad, porque un hombre que no llega a tener relaciones sexuales con su esposa está mal visto, no cumple su papel establecido, en ciertas etnias incluso esa persona no puede salir de casa por la presión social.

Más allá de la represión en forma de leyes, ¿cómo de importante es la expresada por la presión social u otros medios de coacción colectiva? Existe toda una violencia totalmente normalizada que encubre el miedo a lo desconocido, a todo aquello que no podemos entender, y que se niega a entablar un diálogo con una persona que en muchas ocasiones no sabe qué le está pasando, está buscando las palabras para entender su identidad sexual. En una familia donde todos son heterosexuales, la existencia de un homosexual significa un trauma para ese individuo, él mismo se pregunta por qué tiene ese tipo de relación con su mismo sexo, y desde las familias muchas veces no se entiende ese proceso ni su sufrimiento. Y cuando esa violencia intrafamiliar no consigue erradicar esas realidades, se opta por maneras más contundentes, recurriendo muchas veces a otros prismas de la tradición, como los espíritus malignos y ese tipo de conceptos. De ahí surgen las curaciones o los exorcismos, que representan otro importante medio de presión.

¿Siente desde su experiencia y conocimiento que en las sociedades africanas existe también un distinto grado de tolerancia según la homosexualidad sea ejercida entre hombres o mujeres? Desde mi punto vista te diría que hay más tolerancia hacia la femenina, ya que el hombre lo observa más como un juego que no tiene impacto, porque una mujer no puede dejar embarazada a otra. Pero en todo eso hay mucho de una mirada machista, donde sobre todo el hombre no puede aceptar el hecho de que una mujer tenga preferencia por otra, de ahí vienen cosas como las “violaciones curativas”. Todo eso creo que dificulta algo más las relaciones homosexuales masculinas.

Y en todos esos condicionantes discriminatorios, supongo que la clase social también influye… Por supuesto, en todo esto hay una parte claramente capitalista. Una africana queer pobre es muy diferente a la que tiene dinero. No se trata igual la condición de lesbiana de una hija del presidente que la de una mujer del barrio, esta puede ser amenazada por la Policía mientras que eso no lo vivirá nunca el otro caso. La tolerancia también es una cuestión de pasta.

Sus investigaciones se han basado mucho en la literatura como herramienta de estudio. ¿El arte tiene un papel decisivo a la hora de mostrar ciertas realidades que la presión social muchas veces invisibiliza? Creo que se trata de una de las herramientas parael activismo más potentes con la que contamos actualmente. Las novelas, las fotografías o cualquier otra disciplina tienen la posibilidad de plasmar una realidad rechazada en los espacios tradicionales. Con la literatura, por ejemplo, es posible concienciar a la gente, algo que creo también sucede con nuevos espacios como las redes sociales, que sirven para poder visibilizar una realidad y toda la mirada de esa parte de la sociedad africana rechazada.

Y generar referentes de esas realidades ocultas en la sociedad entiendo que también es un cometido para el arte. Efectivamente... Hay varios escritores, como pueden ser Trifonia, el camerunés Max Lobe, abiertamente gay y con un estilo maravilloso, o el joven Gonzalo Abaha, que cuentan desde su propio yo sus experiencias homosexuales, y eso nos permite ver sus realidades, su sufrimiento, su lucha. Al final son ellos mismos los que encarnan esos referentes que faltaban a la hora de escribir desde la experiencia.

En la actualidad, ¿las redes sociales, y todos los mecanismos informáticos, se han convertido en una puerta abierta para expresarse con libertad o, por el contrario, han servido para mantener y repetir viejos prejuicios? Las redes sociales son un espacio de activismo pero también representan una trampa. Frente a ese deseo por visibilizar ciertas realidades y de ejercer el activismo, también hay expresiones de odio por parte de los usuarios y un peligro muy importante al convertirse en un espacio de confesión. El sistema y sus leyes, que no hay que olvidar que aquellas más restrictivas son las que mantienen la jurisprudencia colonial, se aprovechan de esa exposición de ciertos colectivos para poder encarcelarlos. Hoy en día las redes sociales significan para mucha gente la única plataforma existente para poder expresarse, pero también suponen un peligro.

En ese contexto global, ¿qué ha supuesto en la vida diaria de aquellas personas africanas no heterosexuales el auge de la extrema derecha en todo el mundo? Llevo ya unos cuantos años metida en este tipo de estudios identitarios y ahora tengo miedo por todes mis amigues que forman parte de mi vida. Tengo miedo por este tipo de discursos. ¿Al final qué importa, la orientación sexual o el ser humano? Es la pregunta que me sigo haciendo.

Por su experiencia, aquellas mujeres africanas que dejan sus países de origen en busca de una libertad sexual, ¿qué se acaban encontrando? Hay mucha migración en ese sentido. La parte que más me choca especialmente, en este caso de los exilios, como me gusta llamarlos, sucede en las fronteras, en las que una persona queer, por ejemplo, tiene que demostrar y acreditar su condición. Personas que por miedo se han visto obligadas a ocultar su identidad sexual a lo largo de toda su vida deben ahora probarla. Provienen de un espacio homofóbico, no pueden enseñar nada, no tienen fotos de pareja, nada… Me parece una locura.

Y por delimitarlo un poco, ¿el día a día en el Estado español de estas personas cómo lo percibe? En un podcast invité a une amigue queer para que hablara de su cotidianidad, sus luchas, me contaba sobre todo las dificultades para conseguir integrarse en una asociación de este tipo, porque hay muchas a nivel global, pero ninguna específicamente dedicada a las personas africanas, que cuentan con unas características muy determinadas debido a su cultura, a la interiorización de la vergüenza, al miedo con el que cargan… Y es que una queer africana… ¡Es una queer africana! (Risas).

¿Se atrevería a hacer un diagnóstico sobre el futuro cercano de las personas queer africanas? Con el tiempo creo que habrá cambios, si se consiguieron en el Estado español hace cincuenta años, y parecía todavía más difícil... De hecho, las leyes que actualmente existen en Guinea respecto a la homosexualidad son las del franquismo, la de vagos y maleantes. Intento ser siempre una persona positiva y creo que las cosas pueden mejorar, pero hay que tener claro que los nuevos discursos y narrativas deben empezar desde la familia. Si en ese núcleo hay tolerancia, la sociedad, al final, tendrá que adaptarse.