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MUNDUKO BEGIAK Y LA SALUD OCULAR

Mirando a los ojos del pueblo saharaui

La importancia de la vista es indudable, ¿pero qué ocurre en los lugares desfavorecidos, donde escasean los medios? Munduko begiak es una ONG centrada en combatir la ceguera evitable que, desde hace veinte años, trabaja la salud ocular en algunos de estos sitios. Varios de sus voluntarios, que recientemente han visitado los campos de Tindouf, cuentan la experiencia.

Una voluntaria de la asociación Basmat Khayr, que ha recibido formación para poder realizar pruebas oculares básicas. Anna Mas

La realidad del pueblo saharaui ha vuelto a dejarse oír coincidiendo con los 50 años de ocupación ilegal del Sahara Occidental por parte de Marruecos, que se cumplieron en noviembre. Privados del derecho a la autodeterminación, una condición que reclaman y por la que siguen luchando, el suyo es el segundo conflicto de desplazamiento forzoso más largo del mundo, por detrás del de Palestina, así que va y vuelve a la actualidad con altibajos.

Este otoño, el aniversario ha traído a Euskal Herria a personas relevantes del movimiento saharaui como Fatma Mehdi, ministra de Cooperación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), o Abdeslam Aomar Lahsen, presidente de Afapredesa (Asociación de Familiares de presos y desaparecidos), que presentó en Itsasmuseum su libro “Saharauis. Las otras víctimas del franquismo y del post franquismo”.

Iñaki Elorza y Lourdes García, voluntarios de Munduko begiak, en la redacción de Gara-Naiz en Donostia. Jon Urbe | FOKU

También este otoño, desde Donostia, han acudido a los campos de refugiados de Tindouf algunos de los integrantes de Munduko begiak, una ONG sin ánimo de lucro que trabaja por la salud ocular. Los vascos Iñaki Elorza y Lourdes García, junto con María Tavera -coordinadora de la Fundación Ojos del Mundo en los campamentos de población refugiada saharaui -, y Anna Mas -fotógrafa profesional, interesada en proyectos sociales y autora de las imágenes que ilustran este reportaje-, visitaron El Aaiun, Smara, Auserd, Dajla y Bojador, las cinco wilayas -provincias o asentamientos-, a la que hay que añadir Rabuni, centro gubernamental y administrativo, situadas al oeste de Argelia, y denominadas por los saharauis con los nombres de las poblaciones de la tierra que no les permiten habitar. A su regreso contactaron con 7K, Iñaki Elorza y Lourdes García pasaron por la redacción de Gara-Naiz, mientras simultáneamente, María Tavera y la coordinadora de Munduko begiak, Miren Rodríguez, lo hicieron por vía telefónica.

El Centro Nacional de Oftalmología, ubicado en el Hospital Bachir Saleh, en Rabuni. Anna Mas

Hay jubilaciones activas con muchas ganas de hacer cosas como lo demuestran las de Iñaki Elorza -periodista con una larga trayectoria como responsable de la sección de kirolak en Euskadi Irratia y más conocido como “Txapas”- y Lourdes García -profesora de música-. Ambos coincidieron en las Aulas de la Experiencia de EHU para mayores en Donostia y pensaron que, además de estudiar y relacionarse con gente, podían «ser útiles a la sociedad, sobre todo a través del voluntariado», comentan. Tras consultar distintas opciones, se decantaron por Munduko begiak, la versión vasca de Ojos del Mundo, una Fundación cuyo proyecto lo describe su propio nombre, ya que trabajan en el ámbito del cuidado y el tratamiento de la visión en países como Bolivia, Mozambique, Mali y en los Campamentos de población refugiada saharaui en Tindouf (Argelia).

A Elorza y García una sola reunión les bastó para integrarse en la delegación vasca de esta Fundación, nacida en 2001 en Catalunya e impulsada por Rafael Ribó y Borja Corcóstegui, la primera comisión médico-quirúrgica cuya primera intervención fue precisamente en los campamentos saharauis. Su lucha es contra la ceguera evitable, aquella que se puede prevenir o curar en territorios vulnerables, y el lema que aparece en la portada de su página web es una declaración de intenciones: «Devolver la visión a las personas es el primer paso para que puedan verle un futuro a sus vidas. Y también otra forma de combatir la pobreza: mirándola a los ojos».

Abajo, mujeres esperando a ser atendidas en la consulta de oftalmología situada en El Aaiun. Anna Mas

DEMASIADOS MILLONES

Munduko begiak cuenta con la ayuda de otros jubilados imprescindibles, como el oftalmólogo donostiarra Andrés Müller-Thyssen, que ha trabajado a menudo en Mali y que hace un año recordaba en cifras que en el mundo hay 1.100 millones de personas con pérdida de visión. De ellos, 43 millones están ciegos, 258 millones tienen una discapacidad visual moderada y 510 millones no pueden ver bien de cerca por falta de gafas. El 90% de estas personas viven en países de ingresos medios o bajos. Si no se invierte lo suficiente en salud ocular, se calcula que para 2050 la pérdida de visión afectará a 1.700 millones de personas.

Iñaki Elorza y Lourdes García querían conocer el lugar, la situación y la gente por la que apuestan, así que decidieron realizar este viaje, por supuesto costeándoselo con dinero de sus propios bolsillos, para comprobar in situ que la vida es dura en ese desierto de puestas de sol espectaculares, donde la arena se mete por todos los lados, escasean los árboles, abunda la pobreza, sobra la basura, el agua la llevan en camiones de recogida de unas enormes balsas ubicadas en el suelo y sus habitantes se ven obligados a vivir de las ayudas. «Cuando estás trabajando en algo que en teoría desconoces, no te das cuenta de lo que estás haciendo. En nuestro caso era darnos a conocer, recaudar dinero si se podía, pero hasta ir a los campamentos no sabíamos realmente qué es lo que estábamos haciendo y para quién trabajamos. Y ahora, realmente ha sido compartirlo todo con todos los que estábamos allí», confiesa Elorza.

Allí, esta ONG se encarga de cuidar de la salud visual de los saharauis a través de optometristas, auxiliares y una oftalmóloga clínica cubana que se ocupan de la terapia visual y de hacer el seguimiento de la vista de los niños. En esta ocasión, acudieron a una escuela con 848 estudiantes de primaria y secundaria, de entre 6 a 14 años, a los que se les realiza un control anual en coordinación con el Ministerio de Salud Pública de la RASD. Si en esa campaña detectan alguna irregularidad visual, los derivan a las consultas de cada población. Y en ellas, en función de la patología que tengan, les hacen el seguimiento en esa consulta o les trasladan a Bechar, la ciudad argelina donde se encuentra un hospital especializado. «Está bastante lejos, a unos 600 kilómetros, y ahí es donde hacen las cirugías y los controles de las patologías más especiales», explica Elorza.

Además de las escuelas, digamos que por un lado está el centro de terapia visual, donde tratan de corregir, por ejemplo, los casos de estrabismo, y, por otro, está el hospital, destinado a practicar operaciones y otras consultas en función de la necesidad de los pacientes. «Lo bueno es que a los niños se les hace el seguimiento desde pequeños, porque luego la alimentación no es buena y el clima no favorece nada a la vista. Hay un 25% de desnutrición en niños, comen demasiado carbohidrato y muy poca comida fresca», menciona Lourdes García.

Un hombre acude al Hospital de Rabuni por dolor en el ojo y se le diagnostica un ataque agudo de glaucoma. Anna Mas

Esto empeora la salud ocular, y también lo hacen otras circunstancias, como el abundante polvo del desierto, que contribuye al deterioro. «Aquí todo el mundo más o menos tenemos acceso a gafas de sol. Algunos incluso se protegen desde niños, pero ellos no -comenta Elorza, que añade que solamente el 10% de las gafas que se llevan de aquí para allí les valen-. No hay que mandar gafas graduadas, desmontarlas da mucho trabajo, pero sí las de presbicia», coinciden los cooperantes vascos.

En 2024 llegaron a revisar la vista a 16.276 menores. Y en 2025, 70 de esos niños lucieron medallas con la barandilla de La Concha, fabricadas por Joyería Ayestaran, que, donadas por su propietario, viajaron en la mochila de Elorza desde la Parte Vieja donostiarra hasta los campos de refugiados. A cada niño que pasó consulta en octubre se le regaló una medalla y alguno hasta lloró de emoción cuando se la colgó. Respecto al hospital de Bechar, se realizan dos viajes semanales desde los campos de refugiados, viajan de noche porque parten a las ocho de la tarde y llegan a su destino a las seis de la mañana. Allí les espera una casa de acogida, que está situada a unos 500 metros del hospital, en el que en una docena de quirófanos, 68 médicos cubanos llevan a cabo operaciones de cataratas, de pterigion, capsulotomía, glaucoma...

Todo esto es gratuito para los saharauis porque lo financia este proyecto de Ojos del Mundo que cubre el desplazamiento, alojamiento, comida, (se realiza en esa casa alquilada con 16 habitaciones), consultas e intervenciones. Y es que sin posibilidades económicas, sin infraestructuras, el pueblo saharaui sobrevive por la ayuda internacional. «¿Cómo les hemos visto? Pues carentes de muchas cosas. No tienen infraestructura económica ni social. No pueden crear ninguna industria, ni montar ninguna empresa, ni tienen un salario digno porque no pueden ganarse la vida», apunta García. «Para tener un salario digno tienen que emigrar, hay gente que está saliendo cada vez más fuera, a Baleares y a Canarias, 6 o 7 meses al año. Les dan alojamiento, manutención, pero al final estás yendo fuera. Tú no supones nada para tu pueblo allí, es el dinero que puedes traer», continúa Elorza.

Lourdes García subraya que los mayores creen en la importancia de la memoria histórica, en transmitirla a las nuevas generaciones que no han vivido la guerra, aunque sí el conflicto. «Es una población joven, el 45% es menor de 18 años, con acceso a internet y a redes sociales» y, con ello, a todo lo que abarca la red. Cuenta Elorza que en el encuentro que mantuvieron con Musa Salma, ministro de Cultura desde 2023, este les dijo que, entre otras cosas, su trabajo consistía en recuperar las tradiciones de la cultura saharaui, la arqueología, la memoria histórica y hacer investigación. No lo tienen fácil, aunque hay ciertas ocupaciones que ayudan a llevar mejor la situación. Por ejemplo, cuentan con una escuela de cine en la que el 80% de los alumnos son mujeres. «Se formó hace 12 años, sobre todo trabajan cortos y documentales para Sahara Televisión», comentan. Mantienen su propio Festival de Cine y tienen becas para estudiar en las Escuelas de cine de Cuba y de Madrid. También existe Radio Sahara, una emisora humilde, con una redacción minúscula y pocos medios con la que colaboró Iñaki Elorza visitándola y participando en un programa.

Una mujer elige la montura para sus nuevas gafas tras haber pasado por una consulta. Anna Mas

MEDIDAS DE SEGURIDAD

Durante su estancia, los voluntarios siguieron las indicaciones del Frente Polisario y cumplieron con las medidas de seguridad. «Para los cooperantes está fenomenal, hay un sitio que se llama Protocolo y tienes una casita entre comillas con todas las comodidades. Eso sí, cada vez que sales fuera hay que firmar un papel y, como hay toque de queda, tienes que estar de vuelta a las siete de la tarde. Es por un tema de protección, en 2011 se produjo el secuestro de tres cooperantes», comenta Elorza.

Se han encontrado a gente muy agradecida, como algún director de hospital que les ha llegado a decir: «Llevo a los vascos en el corazón, por su generosidad y por la cercanía que tienen con nosotros», recuerda Lourdes García todavía conmovida.

En Euskal Herria integran Munduko begiak un grupo de voluntarios que se pueden contar con los dedos de las dos manos. La mayoría son guipuzcoanos, la coordinadora, Miren Rodríguez, es vizcaina, y hay algún navarro. Su entusiasmo y las ganas de ayudar cubren las carencias numéricas. «A ver, yo siempre cuento lo mismo y es que con pocos recursos cambiamos de un día para otro la vida de las personas. Esa es la seña de identidad de nuestra fundación. Otra, que tenemos voluntad de permanencia y de atención 24 horas, o sea, 365 días al año. No somos expedicionarios que vamos y volvemos», señala Rodríguez en conversación telefónica.

La salud ocular nunca y en ningún lugar debería de ser un lujo. La coordinadora de Munduko begiak reitera que «es un derecho de todas las personas. Devolver la visión a una persona o darle unas gafas supone mejorar su vida y la de su familia. En el caso de los escolares, es darles la oportunidad de poder volver a trabajar y a estudiar. Y luego está la incidencia en la formación del personal local que es la única manera que hay para que las estructuras que se crean se queden allí».

En el taller de montaje de gafas para recibir unas gafas ajustadas a su graduación. Anna Mas

Miren Rodríguez establece dos vertientes, por un lado está la formación y, por otra parte, la colaboración, siempre contando con las autoridades sanitarias locales. «No somos gente que vamos por nuestra cuenta, de forma que cuando nos marchemos, ojalá nos podamos marchar pronto, se queden proyectos integrados en una red pública y accesible para todas las personas», afirma.

La cooperante vizcaina subraya que «hay que conocer para reconocer y ahí es fundamental el trabajo de los voluntarios de sensibilización de la ciudadanía, que la gente conozca lo que es la ceguera evitable, cómo se puede resolver y con qué pocos recursos se puede hacer -una cirugía de cataratas puede costar entre 70 y 100 euros-. Es un compromiso de lucha directa contra las desigualdades y contra la pobreza», concluye.

Momentos después, María Tavera se incorpora a la conversación por vía telefónica. Esta salmantina, que antes se dedicaba a la intervención social con diferentes colectivos -«menores, adolescentes, mujeres prostituidas, inmigrantes, etc-, lleva 14 años trabajando en los campamentos de población refugiada saharaui, donde es muy conocida. Recién llegada de allí, Tavera explica que en el hospital de Bechar pueden llegar a atender entre 200 y 300 personas al día en consultas, operaciones u otras intervenciones. Evidentemente, todo ese número de personas no son saharauis. Este hospital se construyó para los argelinos que viven en las poblaciones de alrededor, pero también se atiende a los saharauis. «En 2021 hicimos un convenio de colaboración entre el Ministerio de Salud Pública saharaui, el hospital y Ojos del Mundo para poder operar allí. El número de saharauis que se intervienen al día puede ser entre ocho y doce personas, depende. Están utilizando la técnica extracapsular sin sutura. Esta técnica, que se utiliza en muchos otros sitios, está ya más avanzada, tiene un coste menor y los resultados son prácticamente iguales a otra técnica, la del faco, más común en estos países. También se hacen intervenciones ambulatorias como las capsulotomías. No solo se opera de cataratas, también se derivan menores que tengan una patología que necesite atención por un oftalmólogo especializado. Sobre todo se envían casos quirúrgicos, porque todo el tema de graduación se hace en nuestras consultas en los campamentos», matiza.

Personal local gestionando las tareas administrativas de distintas áreas del Departamento Nacional de Oftalmología. Anna Mas

PATOLOGÍA OFTALMOLÓGICA BÁSICA

Al mismo tiempo, llevan a cabo diferentes formaciones, desde enfermeros a trabajadores en el taller de gafas. «Las personas que trabajan con nosotros en el departamento de optometría se formaron en su día en Cuba. Cuando regresaron, se integraron dentro del departamento de oftalmología a hacer consulta refractiva y en el taller. Como en los campamentos actualmente no hay ningún especialista saharaui en oftalmología, en todos estos años les hemos ido dando diferentes formaciones para poder tratar patología oftalmológica básica. Tuvimos una área formativa para formar auxiliares de taller de óptica, que hemos vuelto a reproducir este año con cuatro mujeres: dos de ellas finalizaron la formación y se han incorporado al departamento».

Tavera comenta que algunos de los optometristas han alcanzado niveles muy buenos de diagnóstico y tratamiento. «Las formaciones que han ido dando Ojos del Mundo han sido variadas, no solo con personal sanitario, sino con personas que están en contacto con menores, como el profesorado o enfermeras escolares que trabajan en colegios o en el Ministerio de Asuntos Sociales y están en contacto con otro tipo de población».

El objetivo no es solo el de intentar prevenir y curar a la gente de los problemas de visión, el propósito también es enseñarles para evitar la dependencia y promover su autonomía. «Desde finales de 2001 se mandaban comisiones médico-quirúrgicas y se hacía formación de optometristas. Poco a poco se ha ido creciendo hasta llegar a hacer las consultas en las cinco wilayas, talleres de gafas y ayuda domiciliaria», comenta García.

Estas visitas domiciliarias se realizan en colaboración con la asociación feminista local Basmat Khayr -traducido como “La huella del bien”-, integrada por mujeres que han recibido formación previa sobre conocimientos básicos de pruebas oculares. Ellas acuden a las jaimas de los vecinos o vecinas con problemas de movilidad, de salud física o mental, edades avanzadas o escasos recursos.

Revisión de la vista a escolares en la escuela primaria Mahfoud Nahnah de la wilaya de Auserd. Anna Mas

Un niño acude al centro de oftalmología tras haber sido derivado desde su escuela, donde se realizó una revisión. Anna Mas

La auxiliar Batul Lazrag realiza un examen refractivo. Al fondo, el optometrista Mohamed Ali. Anna Mas

ACTIVIDADES

El calendario de actividades de Munduko begiak en casa es bastante completo e incluye facilitar información de la situación del pueblo saharaui, recaudar fondos, organizar charlas, montar exposiciones de fotografía, conciertos, comidas o cenas solidarias abiertas a todos... En algunas de estas iniciativas hasta sacan la hucha; hay otras más habituales, como la venta de camisetas y bolsos. «Hemos hecho conciertos en Zumarraga, en el Ayuntamiento de Donostia, en Astigarraga, en el Buen Pastor con algún coro, dos en Musikene y la verdad es que se han portado muy bien...», enumeran Elorza y García agradecidos.

La AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo) ha financiado a Ojos del Mundo por su proyecto para 2026-2027 en los campamentos ocupados con 561.000 euros. En Euskal Herria se mantiene la caravana que lleva allí todo tipo de material. Actualmente, Munduko Begiak recibe ayudas de las Diputaciones de Bizkaia y Gipuzkoa, el Gobierno de Nafarroa y los Ayuntamientos de Andoain, Zarautz, Zumarraga e Iruñea. «Todo ese dinero se controla, hay inspectores, e incluso nosotros también lo controlamos. Estamos muy al tanto. Sí, yo voy a pedir, pero también voy a controlar que todo vaya donde tiene que ir», incide García.

Curiosamente han descubierto que empiezan a ser conocidos: «Cuando vas a hablar con algún medio o con alguna institución, ayuntamientos o sociedades de cualquier tipo, la gente sabe quién eres, o sea, ya no les tienes que contar la historia de quién eres y a qué te dedicas. La verdad es que, para ser jubilados, no paramos», concluyen.