7K - zazpika astekaria
IRUDITAN

La vuelta de Adebar


Magnolias en primer plano. La cigüeña acaba de volver a su nido y con ella, la primavera. Se peina las plumas blanquinegras, con su pico tan rojo como los calcetines, y se prepara para la danza del cortejo.

Las cigüeñas tienen fama de ser leales a sus parejas, cuando en realidad lo son a sus nidos; si coinciden dos durante el cortejo, bien, pero si lo reclaman más, habrá pelea. Estas grandes aves perfeccionan y reparan su nido año tras año. Con el tiempo, van adquiriendo más volumen, hasta el punto de que, a veces, se vienen abajo por exceso de peso (el nido y/o el tejado).

Aunque tienen poca voz, muchas personas habrán oído, quizás, el característico y rítmico golpeteo que produce esta ave con su pico. Su silueta es fácil de reconocer en vuelo, en tierra o sobre sus nidos. Hasta hace pocas décadas, la mayoría de los ejemplares viajaban a África para pasar el invierno, pero el cambio climático está propiciando que sean cada vez más quienes se quedan en el sur de Europa (sobre todo los que migran por la ruta del Oeste).

En Euskal Herria, Nafarroa alberga el mayor número de estas aves (Gurelur censó aquí 934 parejas reproductoras de cigüeña blanca en 2014), pero la falta de alimento, la muerte de ejemplares a causa de los tendidos eléctricos y la indiscriminada eliminación de sus nidos durante la época de reproducción siguen siendo las principales amenazas.

Apunte al margen: las magnolias son una antigua especie, ¡anterior a la existencia de abejas! Se polinizan con ayuda de chinches u otros bichos. (El autocorrector del programa de texto se empeña en cambiar «polinizar» por «politizar», ¡qué cosa!)

Dicen que el fotógrafo Richard Avedon tenía apuntado en un papel sobre la pared «fotografía solo lo que amas». Como consejo está muy bien: tener un cierto interés en lo que haya delante del objetivo.

Pero hay una cosa mejor: ¡ama a lo que amas!, y polinízalo de primavera.