19 AVR. 2015 CINE «Ricki and the Flash» MIKEL INSAUSTI {{^data.noClicksRemaining}} Pour lire cet article inscrivez-vous gratuitement ou abonnez-vous Déjà enregistré? Se connecter INSCRIVEZ-VOUS POUR LIRE {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Vous n'avez plus de clics Souscrire {{/data.noClicksRemaining}} El término viejo roquero se ha generalizado y se aplica a la gente de cierta edad que todavía sigue en activo. Pero en el negocio de la música afecta directamente a aquellos artistas que, una vez sobrepasada la barrera de los sesenta años, todavía siguen haciendo giras y subiéndose a un escenario. Según se acerca el verano, nos sorprendemos cuando vemos anunciados conciertos de los Rolling Stones o de los Who, y en los titulares de las revistas especializadas se les tilda de verdaderos supervivientes. No es para menos, puesto que el tipo de existencia al límite que han llevado ha ido dejando a muchos de sus colegas por el camino. En la actualidad están de moda los libros biográficos o autobiográficos sobre este tipo de personajes longevos, ya que el público siente curiosidad por saber cómo llevan lo de la conciliación entre su trabajo estelar y la vida familiar, ya con hijos, nietos y demás. La joven guionista Diablo Cody ha llevado el tema a la ficción, partiendo de la experiencia familiar recogida en su propia casa, donde ha tenido como inspiración directa a su suegra, una señora que sigue dando conciertos de rock con su banda en bares y locales de New Jersey. Para interpretar a esa mujer de rompe y rasga, tuvo muy claro, desde que se puso a escribir, que no había otra actriz con tanta capacidad de transformación como Meryl Streep. La imagen de roquera le sienta muy bien, hasta el punto de que en la película “Ricki and the Flash” aparece rejuvenecida y no se notan sus 65 años, sobre todo en las secuencias en que va enfundada en cuero negro. Con la guitarra adopta una pose a lo Crissie Hynde, después de pasar muchas horas previas al rodaje estudiando la técnica básica del instrumento. Pero, como cantante, la melena rubia al viento hace pensar en la galesa Bonnie Tyler y su voz rota. Como pareja, Meryl Streep tiene al cantante y músico australiano Rick Springfield, un hombre que, a sus 61 años, ha pasado por muchos altibajos profesionales y personales a lo largo de su carrera, teniendo que superar su naturaleza depresiva. Él interpreta a su mano derecha en el grupo, el guitarrista fiel que le acompaña en las giras y en las grabaciones, hasta que ella se ve obligada a hacer un alto en el camino. Y ahí es donde entra en escena Mamie Gummer, hija en la vida real de Meryl Streep y que en la pantalla desempeña idéntico papel. La hijísima había actuado junto a su famosa madre solamente cuando tenía dos añitos en la película de Mike Nichols “Se acabó el pastel” (1986), así que esta es la primera ocasión en la que pueden interactuar de forma consciente frente a las cámaras. El grupo familiar lo completan Kevin Kline, que hace de exmarido, algo lógico teniendo en cuenta que ya se ha emparejado en el pasado con Meryl Streep en un par de ocasiones; y Sebastian Stan, que encarna a otro hijo distanciado de la madre viajera. Lo que cuenta a grosso modo el argumento de Diablo Cody es el replanteamiento que hace la protagonista de su rol materno, debido a que siempre ha estado ausente del hogar. Ha de regresar a su casa en Chicago para interesarse por su hija, que está atravesando por un momento difícil a consecuencia de su divorcio. De dramatizar una situación tan delicada dentro de la relación maternofilial se encarga un cineasta con la sobrada experiencia de Jonathan Demme, que ha demostrado con creces su dominio en la dirección de actrices. Por otro lado, Demme es conocido también por sus documentales musicales, habiendo colaborado con artistas como David Byrne, Neil Young o Enzo Avitabile. Con el primero realizó en 1984 “Stop Making Sense”, a partir de un concierto del grupo Talking Heads. Con el canadiense ha completado una trilogía que incluye los títulos “Heart of Gold” (2006), “Neil Young Trunk Show” (2009) y “Neil Young Journeys” (2011). Y con el napolitano hizo en 2012 “Enzo Avitabile Music Life”.