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Trump asume el cargo entre escándalos, protestas y sospechas

Hoy Donald Trump será presidente de EEUU. Su toma de posesión llega entre temores, con un país polarizado y el anuncio de que tomará desde el principio medidas muy agresivas.


Donald Trump asumirá hoy el cargo de presidente de EEUU bajo una oscura nube de escándalos y sospechas. Muchos se preguntan cómo hemos llegado hasta aquí, cómo una persona tan abiertamente sexista, tan amiga de los supremacistas blancos, ha podido acceder al cargo con más poder del mundo. O quizá, en un tono más angustiado, si la democracia en aquel país sobrevivirá, si la ruptura que simboliza Trump tendrá o no vuelta atrás.

Pero hoy no solo es su primer día en el Despacho Oval, el amanecer de la era Trump; también señala el ocaso de la era Obama. Hace ocho años el mundo se disponía a celebrar la inauguración del mandato del primer presidente negro de EEUU, una persona considerada como brillante y carismática. Hoy parece que el mundo contiene la respiración y está al borde del abismo. Pareciera que el imperio más poderoso de la historia del mundo está en caída libre, en un estado de depresión, en un declive autodestructivo.

Cierto es que, en términos de causa-efecto, el «reinado» de Obama no ha producido la pesadilla de Trump. Pero en cierta medida sí ha contribuido, y los que lo han apoyado como si de cheerleaders se tratarán, tienen también su parte de responsabilidad. La era Trump que hoy comienza simboliza así mismo este mundo posverdad o posintegridad asfixiado por las marcas del entretenimiento y las actividades para hacer dinero, que poco o nada tienen que ver con la verdad, la integridad y el afán a largo plazo de una política noble.

¿Tsunami a la vista?

Trump da testimonio de una rara versión de la gansterización a gran escala de la política. Rompiendo tantas normas y convenciones asociadas hasta ahora a la Presidencia de EEUU, negándose a desmarcarse de sus millonarios negocios, a mostrar su declaración de impuestos, y haciéndolo sin tener consecuencia alguna pretende recordar una evidencia: que el ganador es él y que va a cambiar irrevocablemente EEUU.

Ya en campaña se situó sobre una torre desde la que avisó de lo que haría si conseguía el mandato presidencial: construir una valla en la frontera con México, terminar con la «guerra contra el carbón», tumbar el Obamacare eliminando la cobertura sanitaria para millones de estadounidenses, relanzar la carrera nuclear, considerar a China como «delincuente monetario», entenderse con Rusia para poder enfrentarse mejor al gigante asiático… la lista de promesas es interminable y cada cual más punzante y agresiva.

La pregunta del millón que se hace todo el mundo, en todas las cancillerías y editoriales, es si podrá materializar sus promesas. Varios de sus asesores, e incluso el jefe de prensa de su equipo de transición, Sean Spicer, han usado la palabra «agresivo» para describir las que van a ser las primeras decisiones ejecutivas del nuevo presidente. Hay quien llega a predecir que Trump va a generar «un tsunami» desde el primer momento.

País dividido y polarizado

En cualquier caso, como todas las promesas, estas son más fácil de decir que de hacer. Está por ver y no cabe hacer conjeturas. Sus primeras acciones ejecutivas se centrarán en primer lugar en la logística de las operaciones de Gobierno. Según se ha filtrado, se anuncia una revocación exprés del Obamacare por la mayoría republicana que controla ambas cámaras, una reinstalación de la política conocida como «Mexico City», implementada en primer lugar por Ronald Reagan y que básicamente prohíbe la ayuda exterior de EEUU a países que promueven el aborto y métodos de planificación familiar.

Hoy Washington será testigo de marchas de protesta y de manifestaciones de alegría que retratarán un país dividido y polarizado. Muchos toman al nuevo presidente como su «villano favorito». Están dispuestos a hacer frente a su Administración y a sus políticas draconianas, niegan que tenga el mandato popular para el cargo. Y creen que este no es un pequeño detalle, sino una herramienta esencial de resistencia.

Con todo, Trump es consciente de que los suyos tienen depositadas grandes esperanzas en él y que fallarles puede suponer una gran decepción con potencial para condicionar su mandato. No faltan tampoco quienes esperan, quienes suplican, que una mayoría bipartidista de congresistas y de senadores pueda negarle el apoyo si pretende ir demasiado lejos. Miran de reojo a las elecciones de mitad de mandato de 2018, incluso a las presidenciales de 2020, como oportunidad para tomarse la revancha. Olvidan, tal vez, que una vez que los líderes autoritarios toman posesión, tienden a reescribir las reglas de juego.

Trump, de hecho, sin necesidad del trámite parlamentario, ya lo ha conseguido en parte al mover el centro de gravedad de la política de EEUU.

 

Ratios de aprobación: Obama en el cénit, Trump en el ocaso

Washington es hoy una ciudad llena de barricadas policiales, con el Capitolio adornado de banderas tricolores. Aunque a muchos les cueste creerlo Donald Trump es el nuevo presidente. No obstante, no faltarán las protestas de diferentes movimientos y formatos, que se prevén numerosas.

La Marcha de la Mujeres a Washington, con potencial para eclipsar la toma de posesión, será una muestra masiva de repulsa a Trump. «En la campaña insultó, demonizó y amenazó a muchas de nosotras», dijeron sus convocantes, mientras llamaban a todas personas comprometidas con los derechos humanos, sean hombres o mujeres, a sumarse a la marcha.

DisruptJ20, Occupy Inauguration y Answer Coalition son tres movimientos que confluyen para intentar bloquear los puntos de entrada desde los que se puede asistir al discurso de Trump y al desfile posterior. En una comparecencia conjunta, sus portavoces esperaban congregar a más de 100.000 personas y advirtieron de que los grupos tienen toda la autonomía para decidir las tácticas a utilizar para taponar los accesos a la investidura. Siendo sus acciones no autorizadas, el ruido está asegurado y no se descartan incidentes.

No son las únicas convocatorias. En la misma calle de la Casa Blanca, la Iglesia Metodista Africana llamaba a una oración pública como «muestra de repulsa». El colectivo Free Weed, partidario de la legalización de la marihuana, también saldrá a las calles y desafiando las leyes, repartirá miles de porros para una fumada colectiva en el desfile. Por último, grupos antifascistas y autónomos que, en contraste con otras expresiones de la izquierda de EEUU, rechazan todo diálogo con el «trumpismo» tampoco faltarán a la cita con la protesta.M.Z.

 

Llamamientos de resistencia para una protesta masiva

Según las encuestas de popularidad realizadas para la CNN, ABC News y el «Washington Post», Donald Trump ha roto con la tradición de los presidentes electos catapultados a la Casa Blanca por una ola favorable en la opinión pública. Un 53% de los estadounidenses tiene una opinión desfavorable y desaprueba la gestión de su equipo de transición.

Su ratio de aprobación apenas supera el 40%, mínimo histórico entre todos los presidentes electos desde que se instauró la costumbre de realizar sondeos. Asimismo, llama la atención que un 31% de los encuestados se mostraba «muy

pesimistas» sobre lo que deparará la Presidencia de Trump, mientras que los que se consideraban como «muy optimistas» llegaban a un 21%. Preguntado al respecto, Trump, muy en su estilo, calificó la noticia como fruto de unos «sondeos trucados».

En contraposición a estos datos, Barack Obama dice adiós en el cénit de su popularidad, prácticamente con los mismos porcentajes –rondando un 60% de ratio de aprobación– que tenía cuando llegó al poder en 2009.

En las clasificaciones que los medios publican con los sondeos, Obama se despide situado en la zona alta de la tabla, solo por detrás del 66% que tenía Bill Clinton al final de su mandato y del 64% de Ronald Reagan. Por otra parte, casi dos terceras partes de los estadounidenses, un 65%, estiman que su Presidencia ha sido un éxito.M.Z.