Confinamiento en un mar de reflexiones
[Crítica]: ‘Urtzen’
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Uno más entre la multitud, Telmo Esnal se sometió a un confinamiento tras ser decretada la alarma que provocó la pandemia.
Atrincherado en su apartamento, el autor de ‘Dantza’ pretende hacer frente al tedio mediante literatura y películas e invitados a ser partícipes de esta reclusión, los espectadores asistimos a la mecánica cotidiana de un Esnal que, al igual que todo el mundo, siguió de cerca y mediante la televisión o la radio las noticias que se sucedían en torno a la evolución del covid-19 y, por extensión, reflexionar a qué nos estamos enfrentando realmente en esta situación anómala.
De todo ello nace una chispa, un reflejo, en el que el cineasta se reencuentra con una idea que comenzará a cobrar forma en la limitada escenografía de su apartamento.

El reencuentro con el cuento de Pablo Azkue ‘UR’ abre una vía para la reflexión y provoca en Esnal la necesidad de incidir en la relación que mantenemos con el mar.
Tomado como un ejercicio de cine y reflexión, ‘Urtzen‘ cumple con su cometido de invitar al espectador a ser partícipe de un collage en el que el cuento cobra forma mediante un montaje de vídeos relacionados con el mar, una voz en off que lo narra, la magnífica música de Pascal Gaigne y las fotografías del propio Azkue que ilustran su cuento.
Todo ello se adereza, vía YouTube, con diferentes reportajes o entrevistas relacionadas con el mar –víctima del maltrato y el olvido– y su reivindicación afectiva y medicinal.
Poco más ofrece un proyecto modesto que, entiendo, tuvo como objetivo evitar que Telmo Esnal se convirtiera, de manera involuntaria, en personaje de la cortazariana ‘Casa tomada’.