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La selección de Suiza asumió su derecho a la protesta, exigiendo al presidente francés Chirac detener las pruebas nucleares en Mururoa. (GARA)

Cuando Suiza se enfrentó a Chirac


El 6 de setiembre de 1995 la selección suiza de fútbol se valió del partido clasificatorio para la Eurocopa de 1996 para exigir al presidente Jacques Chirac que el Estado francés detuviera de una vez por todas sus ensayos nucleares en el atolón de Mururoa.

El 5 de setiembre de 1995, mediante un escueto comunicado, el gobierno francés informó de que había realizado un ensayo nuclear en el atolón de Mururoa. En una prueba subterránea, el ejército galo lanzó una carga de cerca de 20 kilotones, una potencia equivalente a la empleada por EEUU en Hiroshima.

Los ensayos generaron una ola de críticas en todo el mundo. Los ejecutivos de Australia, Japón o Nueva Zelanda alzaron la voz contra la decisión adoptada por el Estado francés y solicitaron al presidente Jacques Chirac el final de las pruebas.

Numerosas organizaciones ecologistas también protestaron, entre ellas, de forma muy notable en el caso de Greenpeace. Una entidad que había sufrido varios ataques de la marina y los servicios secretos galos en los setenta y ochenta debido a su posición contraria a los ensayos nucleares en la Polinesia francesa. En 1972, las fuerzas navales galas asaltaron el yate del antiguo hombre de negocios David McTaggart –renombrado como Greenpeace III– cuando se dirigía a Mururoa. Una intercepción sumamente violenta en la que McTaggart perdió un ojo y que fue denunciada a nivel mundial debido a las imágenes que pudieron captar otros activistas.

Trece años después, en 1985, los servicios secretos franceses hundieron el barco Rainbow Warrior, buque insignia de la organización ecologista, tras hacer estallar varias bombas mientras se encontraba atracado en el puerto neozelandés de Waitemata. Un ataque en el que falleció el fotógrafo portugués Fernando Pereira. Una década después, la historia volvía a repetirse con nuevos ensayos nucleares.

Pero, en este caso, el fútbol no fue ajeno a las protestas.

La tarde del 6 de septiembre de 1995, las selecciones de Suecia y Suiza midieron sus fuerzas en el marco de un partido de clasificación para la Eurocopa de Inglaterra. Ambos conjuntos empataron a cero en un encuentro que quedó marcado por el gesto que efectuaron los helvéticos desplegando una pancarta que rezaba «Stop it Chirac» –«Páralo Chirac»– en clara referencia a los ensayos nucleares. Tal y como señala el portal digital RTS Sport, «fue el momento en el que Suiza salió de la neutralidad».

El centrocampista Alain Sutter fue el encargado de portar el mensaje y durante mucho tiempo fue señalado como el principal instigador de la protesta. Sin embargo, en declaraciones a la prestigiosa revista alemana 11 Freunde, el antiguo jugador suiza puntualizaba que «fue una acción conjunta y espontánea, no es algo que hubiera hecho en solitario. Nos acusaron de ingenuidad, pero éramos muy conscientes del impacto público que tenía ese gesto en aquel momento».

Impulso social y mediático

La Federación Helvética decidió no sancionar a sus jugadores tras la buena acogida social y mediática que tuvo la protesta realizada en Gotemburgo. Por su parte, la UEFA y la FIFA tampoco impusieron castigo alguno, aunque ambos organismos endurecieron sus normas y protocolos de forma evidente para tratar de impedir cualquier otro tipo de manifestación o gesto político en el futuro.

En lo deportivo, Suiza obtuvo el billete para la Eurocopa tras superar a Turquía, Suecia, Hungría e Islandia. Sin embargo, en el torneo disputado en suelo inglés no pudo superar la fase de grupos tras emparejarse con la selección local, Holanda y Escocia. Los helvéticos tardaron ocho años en retornar a un gran torneo. Eso sí, desde entonces únicamente han faltado a la edición continental de 2012.

El gesto de los suizos fue una gota más en un clamor internacional contra los ensayos nucleares franceses en Mururoa. Finalmente, tras casi 200 pruebas en 29 años, en 1996 Chirac anunciaba el final de las detonaciones en la Polinesia. Desde entonces, el ejército galo realiza pruebas de laboratorio y cuenta con un dispositivo de vigilancia para comprobar la evolución tanto geológica como radiológica del atolón.