Postales vascas desde Chipre
La Real visita este jueves el estadio GSP de Nicosia para enfrentarse al Omonoia en la cuarta jornada de la fase de grupos de la Europa League. Hasta seis futbolistas vascos disputan actualmente la liga chipriota. Javi Eraso y Oier Olazabal son dos de ellos y comparten en NAIZ sus vivencias.
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150 kilómetros separan la tranquila ciudad costera de Pafos de la bulliciosa Nicosia. En un entorno privilegiado, rodeados por el Mediterráneo, residen el portero irundarra Oier Olazabal y el centrocampista navarro Javi Eraso. El primero milita en el Pafos FC, mientras que el de Barañain juega en el Akritas Chlorakas, ambos conjuntos disputan la primera división chipriota y comparten inversión procedente de Rusia. NAIZ ha podido charlar con ellos.
Declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad por la Unesco en 1980, Pafos cuenta con una importante cantidad de gran valor arquitectónico, entre los que destacan el santuario de Afrodita, un antiguo teatro, museos, sinagogas, mosaicos o restos de murallas y tumbas. Un elenco de posibilidades, tal y como reconoce Olazabal que «a mí, por ejemplo, que me gusta mucho la historia, esta semana he estado viendo el museo arqueológico, los castillos de los templarios, soy un poco friki de estos temas. Hay que aprovechar estas cosas, sin olvidarte de que eres futbolista y no estás de vacaciones». En ese sentido, agradece que «es un una ciudad que está muy bien, muy calmada en contraposición con otras como Limasol o Nicosia». Una reflexión en la que incide Eraso al destacar que «tiene un clima mediterráneo y siempre sale el sol, con una media de 20 o 25 grados y la comida es muy parecida, con mucha fruta y verdura. Es una experiencia muy buena para una familia, es un sitio muy tranquilo a medio camino entre un pueblo grande y una ciudad pequeña, con mucha costa, te encuentras muchas playas o calas y la vida tiene otro ritmo. Hay costumbres parecidas, andas durante 10 metros y te encuentras dos cafeterías. Estamos muy cerca del monte más alto de Chipre, en invierno nieva y cuenta con pistas para esquiar».
El que fuera jugador de Athletic y Leganés, reconoce que «al principio, cuesta un poco adaptarse, las carreteras no están muy cuidadas, no están pintadas las líneas y hay agujeros. Los edificios y las casas tampoco están tan alicatadas, no cuidan tanto lo que se ve. Sin embargo, luego vas a un restaurante o tienda, que por fuera puede que no sean muy atractivas, pero que al entrar te sorprenden positivamente». El navarro relata que «hicimos la pretemporada durante casi un mes en Bulgaria y al regresar a Chipre estuve buscando casa y escuela porque mi mujer y mi hija se habían quedado en Iruñea. Una vez solventados esos dos temas, vinieron. Es un sitio para disfrutar. Hasta ahora está siendo una experiencia muy buena, mi mujer domina bien el inglés, se puede comunicar con todo el mundo y la niña va contenta a la escuela».
Olazabal llegó algo más tarde, prácticamente coincidiendo con el inicio del campeonato, algo que le ha supuesto un hándicap a la hora de contar con minutos. Según relata, «es una vivencia distinta, es la primera vez que salgo y, al principio, siempre te cuesta un poco. Llevaba años estudiando inglés, pero no es lo mismo que luego verte hablando en el día a día. Aterricé hace dos meses, estaba sin equipo, me incorporé faltando una semana para empezar la competición y, al no haber hecho la pretemporada, me costó un poco adaptarme, pero estoy cada vez mejor».

Cuestionado por sobre cómo tomó la decisión de fichar un equipo chipriota, explica que «lo que salía en el Estado español no me gustaba mucho y, al final, Gaizka Mendieta, que está aquí como director deportivo, me ofreció dos años de contrato. Al final, he cumplido ya 33 años, soy muy autocrítico y exigente conmigo mismo, quería buscar el equilibrio entre una menor presión ambiental, el poder disfrutar y el tener claro que soy futbolista y que tengo que estar bien preparado». La llamada del lekeitiarra precipitó el proceso, «en 48 horas estaba aquí, no tuve tiempo de hablar con Mikel González. Sí que pude charlar con antiguos compañeros del Barcelona B que habían estado en Larnaca, todos me hablaron muy bien de Pafos, de que el club lo habían comprado unos rusos hace cuatro años, que estaban haciendo una ciudad deportiva nueva y que se estaba profesionalizando mucho la estructura del equipo».
Sin embargo, el conjunto ya estaba lanzado y a Olazabal le ha tocado actuar únicamente en Copa: «Se han juntado muchos factores, estuve entrenando por libre, en un gimnasio, evitando al máximo el riesgo de una lesión. Podría haber estado con el Real Unión, que me ofrecieron entrenar con ellos, pero era arriesgado, no me cubría nada y cualquier dolencia podría ser un problema. Al final, pasas de un gimnasio a un campo de fútbol en dos días, faltando una semana para empezar la liga, jugué un amistoso y aunque ganamos me metieron tres goles y no estuve muy allá. Me dijeron que estuviera tranquilo, que me pusiera en forma, pero, claro, el equipo empezó a ganar y está arriba». Eso sí, todo es más fácil porque «aquí también están Javi Eraso y Abraham González, con el que había coincidido el filial del Barça, y al segundo día ya estaba tomándome café con ellos. Me estuvieron explicando cómo son aquí, que son muy isleños, y con Mikel coincidí cuando jugamos contra el AEK Larnaca, pero tengo pendiente el ir a verle».

El navarro, por su parte, señala gráficamente por qué ha emprendido su nueva aventura. «Yo siempre he sido muy curioso, he hablado con jugadores que han salido fuera y muchos me habían dicho que jugar en Chipre era una buena experiencia. Cuando eres joven no piensas en venir aquí o a Grecia, pero con el paso de los años ves que el fútbol se va a acabar pronto y que una vez retirado voy a volver a Iruñea, muy a gusto con mi familia, pero dentro de una rutina. En cambio, esta experiencia te da la oportunidad de vivir en otro lugar y conocer otra cultura, pero sabiendo que vas a volver porque tiene fecha de caducidad. Es algo que he primado al dinero o a la cercanía. Pensaba también en mi hija, que si pasamos dos o tres años aquí, donde le habló en euskara, cuando regresemos a casa ya sabrá inglés».
Una reflexión en la que ahonda al destacar que «quería salir, ver otras ciudades, conocer cómo piensa gente de otros países y aquí te encuentras mucha. Soy muy curioso y quería vivirlo, tenía claro que no iba a ir a Arabia Saudí o China. Ha sido un cambio y eso es algo que te sirve para conocer tu persona, tu carácter, abrir tu mente y conocer un nuevo mundo». En el Akritas está saciando ese deseo, «los compañeros son muy jóvenes, hay ocho chipriotas, seis brasileños, dos rusos, croatas, serbios… Me gusta hablar con ellos, preguntarles por sus países, en el caso de los rusos, sobre la guerra, de Putin, de cuestiones de la vida. Un brasileño procede de una favela, me cuenta como son, saber este tipo de cosas, me llenan mucho personalmente». Eso sí, reconoce que «deportivamente no está costando, aunque creo que podemos sacar la cabeza de abajo».
Ambos integran vestuarios que conforman auténticas Torres de Babel, con futbolistas llegados desde numerosos puntos del mundo. Olazabal destaca que «nos comunicamos en inglés, cada uno comete sus pequeños fallos, pero entre todos chapurreamos y vamos tirando. Es complicado, sobre todo al principio… un colombiano que no sabe inglés, que se intenta hacer entender, es gracioso también. Te cuesta entrar, nunca había pensado estar tomándome un café con un noruego en Chipre, pero creas lazos y, ahora, si me voy de vacaciones allí ya sé a quién llamar o viceversa. No existe una piña como la que puede haber en la Real o el Espanyol, aunque Mendieta intenta formar un grupo. Se ha mantenido la base del año pasado, algo que no suele ser muy habitual en Chipre, donde se cambian muchos jugadores cada temporada». Eraso comparte que «no se hace la dinámica en equipo como en el Leganés o, ni que decir, en el Athletic. Aquí, al salir del entrenamiento, se acaba la vida con los compañeros, pero con Abraham y Oier, con las familias, probamos distintos sitios para comer. Haces una vida en la calle, hacemos más cosas cada vez que tenemos un día o una tarde libre. Paseamos por el centro histórico, tenemos que ir al zoo, hay un parque acuático, nos movemos de un sitio a otro, de una punta a otra de la isla, hay dos horas, en Larnaca está Mikel González, quedamos a comer y conocer otros lugares. En Madrid, por ejemplo, con dos días libres, ibas a Toledo o Segovia, pero al final no aprovechabas tanto el tiempo».

A ojos del gran público, la liga chipriota resulta un destino exótico, pero ambos advierten de que se trata de un campeonato en crecimiento. Así, el irundarra subraya que «hay buenos jugadores, es cierto que la competición tiene cierto desequilibrio entre los cuatro equipos de arriba, que buscan entrar en Europa, y los de arriba. Se invierte dinero en futbolistas de ataque, como el caso de Bruno en el Omonia, pero no existe el nivel táctico que hay en La Liga, eso se nota al ver cómo se mueven o defienden, pero hay gente con calidad». En términos similares se muestra el navarro, «en algunos equipos hay jugadores de mucho nivel que jugarían en Primera o en buenos equipos de Segunda. Si no estás preparado, deportivamente, lo vas a pasar más. Para disfrutar de este campeonato, tienes que estar preparado mentalmente para ello. El nivel está subiendo, hace cuatro años iban tres equipos a Europa, ahora lo hacen cuatro y eso demuestra el crecimiento del torneo chipriota. Los más fuertes pagan mucho dinero y futbolísticamente con muchos conjuntos de La Liga. El campeonato me está gustando, hay gente buena, rápida y fuerte».
Preguntado por la visita de la Real, su antiguo equipo, a Nicosia, el portero guipuzcoano considera que «con el ambiente que va a haber, en el Omonia van a correr y exigirse. En la liga chipriota ganan muchos partidos jugando al sesenta por ciento, pero en Europa es distinto. Es complicado jugar contra ellos porque tienen futbolistas capaces de hacer cosas que quizá no te imaginas. Los hinchas son muy pasionales y los jugadores se sienten más presionados».

Larga tradición durante los últimos 15 años
Actualmente, Eraso, Mendieta y Olazabal no son los únicos vascos que juegan en la liga chipriota, ya que Mikel González y Oier Sanjurjo comparten vestuario en el AEK Larnaca, mientras que el gasteiztarra Alex Vallejo milita en el Doxa Kotakopias.
Uno de los conjuntos más prolíficos a la hora de contratar a profesionales procedentes de Euskal Herria ha sido el citado AEK Larnaca, uno de los gigantes de la competición. Tras haber jugado en el equipo entre 2011 y 2017, el donostiarra Ander Murillo pasó a la dirección deportiva. En la misma, apostó por Imanol Idiakez y Andoni Iraola para el banquillo. Fue la primera experiencia del usurbildarra como técnico. En cuanto a los jugadores se refiere, futbolistas tan conocidos como Igor Gabilondo, Iván Campo o Javi Garrido han pasado por sus filas. No han sido los únicos, ya que también hay que sumar a Gorka Pintado y Mikel Saizar a una lista que también han integrado Miguel Escalona y Toño Ramírez, metas riojanos formados en Lezama y Zubieta respectivamente.
En cuanto a los equipos de Nicosia, el Omonia contó con Miguel Ángel Lotina como entrenador durante un par de meses y Borja Ekiza e Isma López defendieron su camiseta. En el Apoel, por su parte, estuvieron el lasartearra Aritz Borda y el navarro Iñaki Astiz, además de dos jugadores con raíces vascas como el australiano Tommy Oar y el belga Urko Pardo. El durangarra Eneko Bóveda, recientemente integrado en la estructura técnica del Athletic, cerró su carrera en el Olympiakos de Nicosia. La relación de ilustres es larga, ya que Aritz López Garai jugó en el Doxa, Igor Angulo en el ENP, Iñigo Kalderon en el Anorthosis, Manu García en el Aris Limasol, mientras que Alain Eizmendi, Jon Gaztañaga y Mikel Arruabarrena pasaron por el AEL.