El centenario del concurso que revitalizó la gaita en Nafarroa, eje de una exposición
La historia de la gaita en Nafarroa y la importancia que tuvo el Gran Concurso de Gaiteros Navarros celebrado hace cien años en la revitalización de este instrumento son las protagonistas de la exposición conmemorativa que hasta el 25 de mayo acoge el palacio del Condestable de Iruñea.
Partituras originales, instrumentos, así como material gráfico y musical de grupos forman parte de la exposición ‘Navarra y sus gaiteros. 100 años del concurso de 1924’, que recuerda cómo ese certamen celebrado hace un siglo revitalizó este instrumento en el herrialde. Se trata de una muestra que forma parte de los diversos actos con los que, desde el año pasado, se está celebrando el centenario.
La exposición se puede visitar hasta el 25 de mayo en la Sala Gótica y en la misma se hace un repaso a la historia de este instrumento en el herrialde y se destaca la importancia que tuvo el Gran Concurso de Gaiteros Navarros celebrado en 1924.
Ese certamen es calificado en la muestra como «un punto de encuentro entre generaciones, repertorios y maneras de hacer sonar la gaita», y se apunta que «revalorizó el instrumento, influyó en una generación de músicos que décadas después aún recordaba la efeméride y tuvo un impacto directo en el desarrollo de la gaita y su música».
«Nacionalismo musical»
La exposición recuerda que la gaita ya estaba presente en bailes, procesiones y celebraciones populares. De hecho, en 1716, las Cortes de Nafarroa llegaron a regular por ley los bailes con gaitas, guitarras, juglares y otros instrumentos, «ante la preocupación por los desórdenes y excesos que se ocasionaban».
En los siglos XVII y XVIII, aparecieron contratos, encargos, normativas para regular lo que era «un oficio, una transmisión familiar, una forma de estar presente en la vida colectiva».
Con la llegada del siglo XIX se produjo la irrupción del llamado ‘nacionalismo musical’, una corriente que buscaba «reafirmar la identidad cultural de cada comunidad a través de sus músicas tradicionales y formas de expresión propias».
En ese contexto se fueron organizando concursos de gaiteros como «un gesto significativo» hacia ese instrumento. Así, en 1889 tuvo lugar en la plaza de toros un certamen convocado por el Ayuntamiento de Iruñea en el que participaron algunos de los gaiteros más reconocidos del momento. Se vendieron más de mil entradas y entre los premiados figuraban Nicolás Vito, Demetrio Romano o Laureano Recalde.

El hito del concurso de 1924
En ese contexto, se celebró el Concurso de Gaiteros Navarros de 1924, que buscaba «revitalizar un instrumento cuyos intérpretes, en muchos casos, ya tenían una edad avanzada».
La convocatoria era especialmente detallada, ya que se establecían los criterios de participación, el sistema de premios y el desarrollo de las pruebas.
Se interpretaba una obra obligada: ‘Fantasía navarra’, que había sido compuesta expresamente para la ocasión por Silvanio Cervantes, director de la Pamplonesa. El repertorio se completaba con piezas de libre elección, lo que derivó en una gran pluralidad en las canciones interpretadas, los estilos y la formas de hacer sonar la gaita.
Asimismo, se fijaron clasificaciones, pagos, actas oficiales y orden de participación por sorteo.
Los gaiteros se reunieron en la llamada casa Huarte, en la calle Mayor de Iruñea, desde donde se trasladaron al teatro Gayarre. Ahí aguardaban turno para llevar a cabo su interpretación, que tenía lugar en el kiosco de la plaza del Castillo, lugar en el que se había congregado el público.
En la categoría de solista, el primer premio fue declarado desierto y el segundo se otorgó a Julián Matute, de 68 años y originario de Viana, junto con un diploma de honor y 50 pesetas. En la de parejas, se concedieron dos primeros premios: a Jesús y Cesáreo Lumbreras, de Iruñea, y a Evaristo y José Pérez, de Lizarra.
Los gaiteros premiados celebraron el triunfo recorriendo las calles de la ciudad en un ambiente que se llegó a calificar de propio de los sanfermines.
Más allá de los resultados, el concursó dejó «una huella profunda», ya que sirvió «para visibilizar la gaita, reunir a músicos de distintos puntos de Navarra y poner en valor estilos diversos, repertorios distintos y maneras personales de hacer sonar el instrumento».

Mantener viva la llama
Tras el recordado certamen, la gaita siguió su camino, pero, con el paso del tiempo, empezó a notarse «una cierta pérdida de continuidad y relevo generacional». Por ese motivo, el Consistorio intervino de nuevo promoviendo en 1942 la enseñanza de nuevos gaiteros a través de una academia, que fue encomendada a La Pamplonesa. Se constituyeron dos bandas de gaiteros municipales, que en pocos años se redujeron a una.
Ese intento institucional se encontró con «una falta de estructuras sólidas para la enseñanza y con la ausencia de apoyo desde la iniciativa privada», aunque, a pesar de ello, «la gaita siguió sonando» gracias a que «algunos músicos y familias mantuvieron viva la llama, evitando que se apagara del todo», como en el caso de Eugenio Pérez, ‘el Zapaterico’, quien «marcó un antes y un después en el desarrollo técnico de la gaita navarra», se recuerda en la muestra.
En este terreno, también destaca Francisco Beruete, secretario del Ayuntamiento de Lizarra, quien promovió la grabación de un disco «que dejara constancia del sonido y estilo de los gaiteros de su tiempo» y en el que participaron los hermanos Montero. Los gaiteros de la ciudad del Ega «representaron el relevo directo de lo que había existido hasta entonces, manteniendo viva la presencia del instrumento hasta mediados de los años 60».
En 1968 apareció un nuevo modelo de gaita y siete años más tarde, se reconstituyó la banda municipal de gaiteros.
Así se ha llegado a la actualidad, en la que este estridente instrumento, capaz de traspasar el tímpano más recio, aporta uno de los sonidos más característicos y emblemáticos de las fiestas, y por cuyo futuro se insta a velar en la muestra a los ayuntamientos y a quienes, «en calles y plazas, siguen reconociendo en su sonido una parte valiosa de la cultura».