El Ejército decreta el toque de queda en Nepal y toma el control de Katmandú
Nepal ha decretado el toque de queda en las principales ciudades, donde el Ejército patrulla desde ayer, tras dos días de disturbios, en el marco de los cuales los manifestantes dieron fuego el Parlamento y el primer ministro, K.P. Sharma Oli, se vio obligado a renunciar.
El Ejército de Nepal retomó ayer el control de la capital, Katmandú, y extendió el toque de queda a las principales ciudades del país después de dos días de disturbios, los más graves en veinte años, que llevaron al primer ministro, K.P. Sharma Oli, a dimitir para «facilitar una solución política» y a la apertura de un diálogo sobre el futuro del país. La Policía reprimió el lunes violentamente la ola de protestas contra la corrupción y la decisión del Gobierno de bloquear las redes sociales. Los enfrentamientos se saldaron con al menos 30 muertos.
En Katmandú, los militares vigilaban que se respetara el toque de queda impuesto al menos hasta hoy para reimponer la calma, que era tensa. Escuelas, empresas y comercios permanecían cerrados. Soldados armados, en tanques y vehículos blindados patrullaban las calles entre vehículos incendiados y restos de las barricadas levantadas la víspera.
A pesar del restablecimiento de plataformas como Facebook, X, WhatsApp o Instagram, la promesa de una investigación sobre la violencia policial y la renuncia de Sharma Oli, grupos de jóvenes manifestantes de la Generación Z dieron fuego el martes a edificios públicos y las viviendas de varios dirigentes políticos, como la del hasta entonces jefe del Gobierno.
Sharma Oli, líder del Partido Comunista de Nepal (CPN-UML, marxista-leninista), ha liderado cuatro veces el Gobierno desde 2015 y es ejemplo de esa élite de políticos cuya partida exigen los jóvenes, afectados por altas tasas de paro y hartos de la corrupción.
Desmarque
Varios colectivos juveniles que iniciaron la revuelta que ha derrocado al Gobierno, como Hami Nepal –uno de los más influyentes– o Nepal GenZ Youth Club, se desmarcaron de la violencia y de la fuga de presos, e insistieron en que su lucha es pacífica y en el carácter apartidista de la protesta –que carece de un liderazgo unificado–, equiparando saqueos y corrupción.
El Ejército, además de asumir el control de la seguridad, abrió contactos con representes del movimiento juvenil. El jefe del Estado Mayor, general Ashok Raj Sigdel, se reunió con varias personalidades tras llamar la víspera al diálogo, mientras el movimiento juvenil lanzaba una consulta en redes para elegir a sus representantes para negociar.
Entre los nombres que se barajan para dirigir una posible transición, figuran el de la magistrada Shushila Karki, expresidenta del Tribunal Supremo, y el del alcalde de Katmandú, Balendra Shah, un exingeniero y rapero de 35 años.
«El vandalismo nunca fue una buena solución para solucionar problemas», dijo a AFP un policía jubilado, Kumar Khatiwada, de 60 años, mientras tomaba un té con unos amigos. «Pero es el resultado de los errores de nuestros dirigentes», añadió. «Esos incompetentes han prohibido las redes sociales para esconder su corrupción, expuesta en internet», afirmó.
Unos 7.500 presos aprovecharon la revuelta para escapar de las cárceles. Entre ellos, el carismático líder opositor nepalí Rabi Lamichhane, que instó a la ciudadanía a proteger los bienes del país, advirtiendo que la pérdida de documentos de seguridad nacional o judiciales podría causar «graves daños a la nación». Reafirmó su apoyo a las demandas del movimiento juvenil.
Lamichhane, un popular experiodista de televisión, fundó el Partido Rastriya Swatantra (RSP) con una plataforma anticorrupción que lo convirtió en una de las principales fuerzas políticas. Estaba en prisión preventiva por presuntas irregularidades en la obtención de su pasaporte.
Liberado
El carismático líder opositor Rabi Lamichhane fue liberado de la cárcel por una turba de manifestantes durante la revuelta callejera que ha dejado al menos 25 muertos, una estela de caos y destrucción, y ha forzado la dimisión del Gobierno de Nepal.
Nepotismo y corrupción rampante
En las últimas semanas se hizo viral en TikTok, Reddit y otras plataformas la campaña “Nepo Kid”, que criticaba a los hijos de políticos y empresarios por presumir de coches de lujo, estudios en el extranjero o vacaciones costosas, supuestamente pagados con dinero obtenido gracias a la corrupción.
El término, que proviene de nepotismo, conecta la frustración generalizada de los jóvenes hacia una clase dirigente percibida como corrupta e irresponsable, que acceden al poder por privilegios y lazos familiares, y no por méritos.
Los líderes de los tres principales partidos, el Congreso Nepalí, el CPN-UML y CPN, han sido vinculados a escándalos que van desde la estafa de refugiados butaneses hasta casos de usurpación de tierras y de contrabando de oro. A esto se sumó un caso destapado en julio pasado, cuando la Policía investigó una red que engañaba a ciudadanos con viajes al Estado español bajo el falso pretexto de asistir a una conferencia de Naciones Unidas.
Para los manifestantes, todo esto simboliza un sistema político cerrado, de líderes que se han turnado en el poder durante décadas, sin cambios reales para la población, al que llaman el juego de las «sillas musicales».
El veto digital fue la chispa final, tras años de frustración por el estancamiento económico, el desempleo y la desigualdad.