No hay épica posible
‘KARMELE’
Estado Español, 2025. 114 minutos. Dirección: Asier Altuna. Guion: Asier Altuna. Intérpretes: Jone Laspiur, Eneko Sagardoy, Nagore Aranburu, Javier Barandiaran.
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Siguiendo la escritura del yo que encañonaba ‘La hora de despertarnos juntos’, ‘Karmele’ pone hasta la última de sus imágenes al servicio del sentir, como forma de memoria y reparación política. El film de Asier Altuna concentra en su férrea Karmele (Laspiur) un relato truncado: hasta el exilio con Txomin (Sagardoy) a Venezuela, avanza entre los números musicales que el coro Eresoinka defiende con orgullo. En el cine, vibran con una fuerza inusitada gracias al detalle con que Aitor Etxebarria y Alazne Ameztoy trabajan las texturas de cada hilo de voz humana.
Luego, a la tranquilidad de Caracas le sigue una promesa en clave de thriller, la esperanza del cambio que vuelve el “mojarse” un proyecto de pareja… Un cambio que, sabemos, no va a suceder. Es de pura responsabilidad histórica que la película acabe plegándose en un tramo final de silencios atronadores, entre fundidos a negros del todo absurdos bajo las reglas de cualquier narrativa épica. Pero si entonces no hubo historias que contar, tampoco sirve inventarlas ahora.
Al centro de todo, Jone Laspiur, quizás la única actriz en poder ligar bailando matelota y un gran rostro-antiguo; tanto como el de Sagardoy, Aranburu o Barandiaran. A falta de palabras Laspiur toca el piano, y a falta de imágenes, Asier Altuna sueña en estampas solemnes, que remiten tanto a su ‘Amama’ como al ‘Pa negre’ de Villaronga: un caballo huyendo entre la niebla, Karmele sobre la marea.
La de Txintxua, sí, es un ejercicio de justicia con maneras de superproducción y un diseño visual siempre fechado (con un gusto excesivo por el filtro de colores y el algodón, especialmente en París). Pero asimismo, y como la novela original, supone un desafío a la Historia en mayúsculas: el encierro a conciencia en cocinas y cancioneros, espacios que escribieron la otra lucha política, todas aquellas historias silenciadas que el cine puede –y debe– recuperar.