35 años después de la unificación, la AfD pone sus miras en Polonia
Hace 35 años, la izquierda temía que la unificación alemana generara un “cuarto Reich”. Esa pesadilla no se ha hecho realidad, pero la AfD cada vez tiene más respaldo y el apoyo del Gobierno alemán a la expansión israelí puede ser la excusa para que los neofascistas pongan sus miras en Polonia.
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Aunque 35 años después los temores al surgimiento de un “cuarto Reich” tras la unificación alemana no se han hecho realidad, la neofascista Alternativa para Alemania (AfD) cada vez obtiene un mayor respaldo en las encuestas y el apoyo del Gobierno alemán a la expansión israelí vulnerando el Derecho Internacional no es el mejor antídoto para que se pueda repensar el actual orden territorial y puede servir de excusa para que los neofascistas pongan sus miras en Polonia.
Desde 1990, Alemania celebra su fiesta nacional el 3 de octubre, que oficialmente se denomina el Día de la Unidad Alemana. En aquella fecha, la socialista República Democrática Alemana (RDA) se adhirió a la capitalista República Federal de Alemania (RFA).
A las 00.00 horas de ese día, la legislación germano-occidental entró en vigor en el territorio que el 7 de octubre de 1949 había nacido como «el primer estado antifascista en territorio alemán». No hubo negociación, ni siquiera un debate sobre una constitución.
La Ley Fundamental
Desde 1949, cuando el 23 de mayo de ese año se fundó la RFA, está en vigor la denominada Ley Fundamental. En su día, Bonn no quiso consolidar la división en dos estados (más unos tantos territorios ‘bajo administración’ polaca y soviética en el este de Europa) dotándose con una carta magna. Por ese motivo, las dos cámaras del Parlamento, el Bundestag y el Bundesrat, aprobaron la Ley Fundamental.
En su preámbulo, figuraba que «todo el pueblo alemán sigue estando llamado a completar, en libre autodeterminación, la unidad y la libertad de Alemania».
Aunque ese objetivo se logró hace 35 años, sigue vigente el artículo 146, que establece que «esta Ley Fundamental, que tras la consecución de la unidad y la libertad de Alemania es válida para todo el pueblo alemán, perderá su vigencia el día en que entre en vigor una Constitución aprobada libremente por el pueblo alemán».
Sin embargo, ningún partido o movimiento ha visto la necesidad de iniciar un debate sobre una constitución y de someterla a referéndum.
Berlín evita la cuestión, porque tendría que hablar sobre los valores que caracterizaban la antigua RFA. Su artículo primero establece, por ejemplo, que «la dignidad del ser humano es intocable». Y el artículo 25 determina que las reglas generales del Derecho Internacional forman automáticamente parte del derecho nacional.
Partiendo de esta base, un grupo de abogados alemanes ha denunciado ante el fiscal general Federal a más de una docena de altos cargos políticos por su complicidad en el genocidio israelí en Gaza. Entre los denunciados se encuentran el actual canciller, el demócrata cristiano Friedrich Merz (CDU), y su ministro de Exteriores, Johann Wadephul (CDU), más sus predecesores en esos cargos, el socialdemócrata Olaf Scholz (SPD) y Annalena Baerbock, ahora presidenta de la Asamblea General de la ONU.
Polonia como posible objetivo
El hecho de que el Gobierno de Merz y el anterior Ejecutivo hayan obviado el Derecho Internacional da alas a los sectores ultra de la neofascista AfD. Recientemente se ha conocido que, en su época de profesor de Historia, el líder del comité regional de Sajonia, Björn Höcke, adoctrinaba a sus alumnos con un mapa del Segundo Imperio Alemán (1871-1918). Entonces no existía Polonia, que se habían repartido Alemania, Rusia y Austria-Hungria. Y la presidenta del partido, Alice Weidel, se niega a llamar a la ciudad de la que procede su familia por su nombre polaco.
Hasta 1990, la RFA enseñaba en sus libros de Geografía e Historia que el Estado polaco ‘administraba’ territorios alemanes como Silesia, Pomerania y Prusia del Este. Esta cuestión quedó zanjada con el Tratado 4+2, firmado por EEUU, la URSS, Reino Unido y Francia, por un lado, y, por el otro, por la RFA y la RDA. En virtud del mismo, los estados alemanes reconocían los ríos Oder y Neisse como la frontera definitiva de la futura Alemania unida con Polonia.
Que ahora un sector de la AfD abrace las reivindicaciones territoriales del neonazismo de los años 80 también tiene que ver con el hecho de que se haya encontrado una gran reserva de gas en aquella parte del mar Báltico que en otro tiempo fue alemana.
Así que, teniendo en cuenta que la actual ‘razón de Estado’ alemán blinda no solo el genocidio del Gobierno israelí de Benjamín Netanyahu, sino que también le permite llevar a la práctica su idea de crear un Gran Israel a expensas de los países vecinos, Varsovia no solo ha de temer a Moscú, sino también a Berlín.
Por ahora, la notoria debilidad de las Fuerzas Armadas alemanas, la Bundeswehr, impide pensar que un Ejecutivo ultra en Alemania pudiese seguir el ejemplo israelí y empezar a rediseñar el orden territorial en el Este europeo. Incluso aunque los ultras polacos están echando leña a ese posible fuego reclamando a Berlín un billón de euros en reparaciones por la ocupación nazi de su país (1939-1944).
A pesar de que este escenario parece sacado de una distopía política, no se puede obviar que las últimas encuestas indican que la AfD aumenta a tres puntos su ventaja sobre la CDU como el partido con más simpatías entre el electorado.