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Milei ahuyenta fantasmas con su triunfo, aplasta al centro y anuncia revancha

La ultraderecha voltea un clima negativo y demuestra que los medios y dirigencia tradicionales van por detrás de un fenómeno cultural. Ni la amenaza de Trump ni la corrupción importaron. Claves: bajada de inflación, sistema presidencialista y hartazgo casi traumático contra el kirchnerismo.

(Luis ROBAYO | AFP)

Contra todo pronóstico, y a contramano de las encuestas, la coalición de Javier Milei ha ganado con rotundidad las elecciones parlamentarias de medio término en Argentina. Un invento estadou- nidense hecho para renovar el Congreso, dotarlo de fuerza (o frenos) ante el Ejecutivo. De facto, las midterm en los sistemas presidencialistas son un referéndum de opinión masivo sobre la gestión del jefe del Gobierno. La del domingo no fue una excepción.

Eso sí, ha sido un plebiscito con sus flaquezas: de los más de 36 millones de argentinos habilitados a votar, lo ha hecho tan solo el 68%. Si bien en otras latitudes puede ser un ratio enorme, en el país del cono sur americano es la tasa más baja de participación desde el retorno de la democracia en 1983. Una tendencia que se profundiza cada dos años en cada elección general. Un dato que la dirigencia política debería empezar a observar.

La magnitud del triunfo de la formación de Milei se retrata especialmente al ver que logró acometer un hito histórico, como es ganar la provincia de Buenos Aires, eterno bastión peronista, con el 41,45%, un 0,6% por encima del frente que coaliga a todas las familias peronistas. También en que logró duplicar los votos recibidos por quien aparece en el segundo lugar, como en los casos de la capital federal y las provincias de Mendoza, Córdoba y Entre Ríos. Solo en seis de las 24 provincias fue superada por el peronismo y en una, por una fuerza regional.

Se renovaba la mitad del Congreso y un tercio del Senado, escaños electos en 2021 y 2019 (el mandato de los senadores es de seis años). De 127 asientos en juego en la Cámara Baja, el frente electoral que lideró La Libertad Avanza se ha quedado con 51, y sus formaciones socias con 13. La coalición peronista obtuvo 44 y el poco remanente fue para el trotskismo y fuerzas provinciales y centristas.

El gran impacto se sentirá en el Senado: allí La Libertad Avanza ha ganado 13 escaños, duplicando los del peronismo. La mejora es sustancial también por otra razón: los rumores de los últimos meses en el ecosistema político de Buenos Aires indicaban los temores de Milei y su entorno a poder ser sometido a un juicio político o impeachment si los resultados electorales eran muy adversos.

Un proceso de juicio político se inicia en la Cámara Baja y la sentencia la emite el Senado. Para ser efectiva debe contar con dos tercios de los escaños. Tras el éxito del domin- go, la fuerza de ultraderecha ha ahuyentado casi definitivamente esos fantasmas: en ambas Cámaras (aunque con sus aliados) supera con creces el tercio. Esto tendrá un impacto en otras cuestiones legislativas no menores, como tumbar los vetos presidenciales, para lo cual hacen falta dos tercios de los legisladores (y este año ya ha ocurrido una vez). La Casa Rosada respira aliviada.

MATICES DE UNA BARRIDA

El presidente de EEUU, Donald Trump, felicitó en sus redes sociales a Javier Milei a las pocas horas de que se conocieran los datos oficiales. «Felicitaciones al presidente Milei por su victoria arrasadora en Argentina. ¡Él está haciendo un trabajo maravilloso! Nuestra confianza en él ha sido legitimada por el pueblo de Argentina», posteó. Un guiño que refiere a su especie de amenaza hace dos semanas cuando afirmó que la ayuda financiera para sostener el peso argentino y estabilizar el mercado de cambios iba a continuar solo si su aliado ultra era «apoyado» en las urnas. La oposición pensó que era un regalo envenenado, como indica cualquier libro de ciencia política básica. Pero la injerencia del inquilino de la Casa Blanca importó poco. Definitivamente corren tiempos distintos.

Pero ese triunfo arrasador del que habló Trump debe ser matizado. Primero, hay que recordar que la papeleta del partido de Mauricio Macri, el PRO (lo que queda de él, porque algunos han huido tras su alianza con Milei, como es el caso del excandidato presidencial Horacio Rodríguez Larreta) no ha existido por primera vez en una década y media.

En el invierno argentino, el PRO y La Libertad Avanza sellaron un pacto electoral para todas las circunscripciones que fue tachado poco menos de sanguinario por los analistas, incluso los cercanos a Macri. Por temor a una derrota electoral humillante, y también para evitar el crecimiento de otros liderazgos internos, el exmandatario impulsó un acuerdo que ahora ha demostrado que solo sirve para que Milei haya podido aplastar a las formaciones de centro.

El centroderecha clásico que había logrado constituir el PRO ha desaparecido y fue subsumido por la ultraderecha, en una crónica de asfixia anunciada que cualquier politólogo experimentado podía prever. Los exsocios de la exitosa Cambiemos, que logró echar al peronismo de la Casa Rosada en 2015, de ideología socialdemócrata o liberal, han quedado fragmentados, atomizados y prácticamente han desaparecido de las dos Cámaras. Vía libre para la agenda radical de Milei y su denodada búsqueda de polarizar con el kirchnerismo.

Es en esa vertiente peronista liderada actualmente por Cristina Fernández y, cada vez más, por el gobernador bonaerense, Axel Kicilloff, donde también radica parte del éxito en las urnas de La Libertad Avanza. El hartazgo visceral y profundamente emocional de dos tercios de los votantes con respecto a ese sector político explica mucho el voto a un presidente con delirios mesiánicos, puestas en escena estrafalarias y una amenaza de motosierra neoliberal. Muchos sociólogos y encuestadores vienen explicando este fenómeno que escaló en la pandemia y con el Gobierno muy impopular de Alberto Fernández. Sin embargo, por motivos quizás irracionales, el kirchnerismo no acaba de entenderlo.

Y el intento del peronismo más de centro y dialogante de Provincias Unidas, liderado por el dirigente peronista más importante del interior y exgobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, no obtuvo el fruto deseado. Los rumores de un juicio político venían acompañados de la idea de designar presidente provisional a Schiaretti en caso de dimisión de Milei. La estrategia no ha salido bien y el nuevo frente logró solo 8 escaños.

Otro elemento a tener en cuenta es la característica del sistema presidencial argentino, a veces difícil de entender para quienes están acostumbrados a sistemas parlamentarios. Calcado casi idénticamente del federalismo estadouni- dense, la Constitución argentina pone al Parlamento como un freno y contrapeso del líder del Ejecutivo. Aquí las instituciones funcionaron y ambas Cámaras han dado varios varapalos legislativos a las proposiciones de radicalidad neoliberal de Milei. Pero el electorado lo ha visto como un obstáculo que ataba de manos a la Casa Rosada y ha decidido apoyar al presidente enfáticamente.

TRUMPIZACIÓN CULTURAL

No menos importante es entender la profundidad de la trumpización cultural de la sociedad argentina. Basta ver un rato los telediarios y las coberturas en TV y los directos de la noche electoral. Como en EEUU, la naturalización de las posiciones de ultraderecha y la falta de manifestaciones por el temor de lo que puede venir podría quitar el sueño a un demócrata europeo. Pero el triunfo de Milei, antes que electoral, ha sido cultural.

Un ejemplo contundente era el auditorio en el centro de campaña de La Libertad Avanza el domingo, en el que nueve de cada diez militantes eran hombres y adultos jóvenes. No había personas mayores y casi no había mujeres, y las que había eran muy jóvenes. Milei arrasa en el segmento masculino menor de 40 años y parte de ese fenómeno es, sin duda, el efecto de las grandes plataformas digitales y cómo los dirigentes que fundaron La Libertad Avanza han sabido aprovecharlo desde 2021.

Para quienes no pueden creer el resultado obtenido por una persona con visibles trastornos de personalidad, no está de más recordar el peso de la economía en las decisiones del votante. Como muestra, el botón de la inflación: en septiembre de 2024 el aumento de precios interanual era de 209%. En el mismo mes de este año, 31%. El hartazgo con el descontrol de precios, y el éxito de Milei en domarlo, no puede ser soslayado.

Queda ahora ver el juego de legitimidades que vendrá en el próximo bienio. Un presidente refrendado en las urnas, pero que sigue sin mayoría absoluta en las Cámaras, y que ha prometido que lo mejor está por venir y que «lo peor ya pasó». La batalla real parece que está por comenzar.