«He sido muy feliz en el Garazi, quiero dar las gracias a todos por venir tantos años»
Marisa Marco se colocó detrás de la barra del Garazi en 1985, con 26 años. Cuarenta años después, sale de esa barra para siempre. Ella y el resto de socios lo han vendido. Dice que no siente pena. El local de Calderería 36 ya tiene nuevos propietarios.
Vous n'avez plus de clics
Que lo dejas, Marisa.
Sí, desde el lunes 22 ya no tengo bar. Después de 40 años. Pensaba que me iba a dar mucha pena. Pero un día me desperté y me di cuenta de que no. No me da pena. No estoy triste.
Muchas iruñas han pasado por aquí en tanto tiempo.
Por aquí ha pasado todo. Vinimos de Zaragoza. Mis socios, los hermanos Llorens, estaban estudiando en Zaragoza. Ángel sí estaba aquí. Dijimos que faltaba en la ciudad un bar rockero. Ángel pensó en una cervecería alemana, porque venía de Berlín. Al final, ganó el rock. Y nació el Garazi.
¿Por qué «Garazi»?
El nombre lo elegí yo. Así se llamaba la protagonista de 'Akelarre', una película estrenada un poco antes de abrir, en 1984. «Pero qué nombre tan bonito», me dije. Entonces apenas se oía. Ahora se escucha más. Algunas se llaman así por este bar.
¿De verdad?
Sí, claro. De este bar han salido bastantes parejas. Tengo hasta fotos con ellas. Han venido aquí y me han dicho: «Mira, esta es Garazi». La verdad es que he sido muy feliz aquí, he estado muy a gusto. La clientela siempre ha sido muy educada, muy maja. Les quiero dar las gracias a todos por venir tantos años.
¿Qué ha aportado el Garazi a Iruñea?
Pues un bar rockero de noche, pero con neón al fondo para bailar. Aquí, en Iruñea, nadie bailaba. Yo les decía que con ACDC se puede bailar, que se puede bailar con Guns N' Roses y que se puede bailar con Barricada. La gente prefería apoyarse en la barra, pero también bailaban. También arrancamos los martes con el jazz hace 18 años y nos decían que no iba a funcionar, o los miércoles para los erasmus.
La ciudad ha cambiado mucho desde 1985.
Pero la gente sigue bailando poco. Quizás la gente más joven sí que baila un algo más. Se han dado cuenta de que es bueno para el cerebro y para el cuerpo.
También lo es contar las penas en la barra.
En un bar te puedes poner una consulta de psicología. Además... bueno, esto no lo puedo decir.
Cuenta, que luego lo borramos.
Pues, mira, pienso que en Iruñea se sale mucho en cuadrilla y a mí eso me parece un poco tontería, porque siempre van los mismos juntos. Y como están todos a la vez, cuando alguien tiene un problema serio, no tiene de verdad a quién contarlo. Siempre van de ocho en ocho, de diez en diez. Por eso sueltan las penas al camarero, al peluquero o al masajista. Una vez me llegaron a contar que su pareja le pegaba y tuve que contarlo yo a las amigas.
Oye, ¿y si no lo borramos?
Como veas, tampoco me importa.
De risa también tendrás historias.
Alguna cosita buena también nos ha pasado. Aquí presentó por sorpresa Barricada 'No hay tregua'. Ahora no se la dejan poner en el Sadar. Mira tú. Aquí habían tocado todos los grupos de Navarra y le dije un día al Boni: «A ver cuándo venís vosotros». «Mañana vamos», me dijo. Y va y vienen. La foto aparece en el libro de Patxi Irurzun. Jovencísimos.
¿Naciste en Zaragoza?
No, en Soria. Viví en Zaragoza hasta los 10 años, después cuando se casó mi madre con uno de Zaragoza, nos fuimos a Zaragoza. Llegué aquí con 25.
Te acogió bien la ciudad.
Sí, yo me iba sola de bares. En conjunto me ha ido bien.
También fueron épocas duras.
Aquí ha entrado la policía y ha sacado a la gente a hostias, claro. A dos socios los tuvieron tres días esposados en comisaría. Me pareció brutal. Cuando abrimos el bar, esto era como El Chino.
¿No había bar antes en el local?
Aquí solo había putas, yonkis y policías. Todos vendiendo heroína. En el bar de al lado guardaban la heroína. Le pusieron un artefacto en la ventana que luego alguien tiró a la alcantarilla. Casi me vuelan el bar en los primeros días. Luego aquel bar cerró y abrieron otro de rock, así que genial. Cuando estábamos construyendo el Garazi, había un señor bajito que nos molestaba para no dejarnos pasar. Era un camello que llevaba pistola, que decía que se había cargado a un crío. Estábamos acojonados. Los yonkis rompían los vasos de la barra si no les servíamos... Pero nunca me pegaron ni nada.
¿Cuántas reformas ha tenido el bar?
Una. Lo hicimos en el 85 y lo reformamos en el 95. Y ya.
No lo van a tocar ahora, ¿o sí? ¿Y las pegatinas?
No creo que vayan a reformar ni a quitar las pegatinas. Al principio mi madre quitaba las pegatinas y luego las volvían a poner. Ahora están unas encima de otras, pero solo aquí, en la parte de arriba de la barra, donde las botellas.
También hicieron el Terminal, si no me equivoco.
Primero, el Garazi. Luego, el Terminal, en el 87. El Termi es de hormigón porque lo había visto en un bar y me dije, esto es indestructible. Después lo vendimos y con eso compré la bodega en Bargota.
Y la música del Garazi, ¿se va con usted?
No creo. Además, las listas están en abierto en Spotify para quien quiera. La mía está tal cual. Los camareros siempre han puesto lo que han querido, aunque yo sigo borrando a veces alguna canción que otra de alguna lista.
¿En manos de quién deja el bar?
Uno es un trabajador de hijo, el otro hijo de uno que fue socio mío en el Terminal. En principio, seguirán con la misma dinámica: con el jazz, con los conciertos de los viernes, algún DJ. La música será parecida.