30 NOV. 2025 SALUD Fat phantom, síndrome de «grasa fantasma» El síndrome de «grasa fantasma» o «imagen corporal vestigial» es un fenómeno que afecta a las personas obesas o exobesas que han perdido peso y no terminan de asimilar mentalmente esa nueva situación, de tal forma que tienen una percepción de su apariencia que no refleja la realidad. (Getty Images) Xandra Romero {{^data.noClicksRemaining}} Pour lire cet article inscrivez-vous gratuitement ou abonnez-vous Déjà enregistré? Se connecter INSCRIVEZ-VOUS POUR LIRE {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Vous n'avez plus de clics Souscrire {{/data.noClicksRemaining}} Fat phantom significa en inglés síndrome de “grasa fantasma” y es la percepción de tener un peso corporal excesivo tras una pérdida de peso importante. Es decir, que, salvando las distancias, viene a asemejarse a la percepción de seguir sintiendo una pierna, por ejemplo, tras haber sido esta amputada. Este término también es conocido como “imagen corporal vestigial” y se encuentra dentro del contexto de la dismorfia corporal. El trastorno dismórfico corporal es un trastorno mental en el que no se puede dejar de pensar en uno o más defectos percibidos en la apariencia y que, usualmente, suele tratarse de un defecto que parece menor o que no puede ser visto por los demás. A pesar de que esta situación puede ocurrirle a cualquiera que pierda gran cantidad de peso corporal, lo cierto es que, dada la escasa efectividad de los tratamientos habituales para la obesidad, este fenómeno se presenta de manera más frecuente en pacientes que se han sometido a una cirugía bariátrica. Y es que, a pesar de lo que se suele pensar, esta intervención mayor no está exenta de implicaciones a nivel físico, psicológico y social, entre las que destacan aquellas relativas a la imagen corporal. Uno de los factores que favorece la aparición de este síndrome de “grasa fantasma” es la velocidad de la pérdida de peso; la rápida disminución de peso corporal exige que la persona se adapte a su nueva imagen corporal sin tener apenas tiempo para reconstruir la representación de su propio cuerpo, lo que genera alteraciones en la satisfacción corporal y en la forma de relacionarse con uno mismo y con su entorno. Y es que hay como una “ley no escrita” que dice que, si alguien está gordo, debe ser infeliz y que esto se soluciona mágicamente cuando adelgaza. Pero la realidad pocas veces es así; lo habitual es que las dificultades con la imagen corporal no provengan en exclusiva del peso corporal y la apariencia, sino de las consecuencias del estigma de peso, la violencia dietética y psicológica a la que las personas de gran corporalidad están expuestas a lo largo de toda su vida. Yo les pregunto a algunos pacientes: “si pesaras 20-30 kg menos, ¿comerías libremente?”, y la respuesta mayoritaria suele ser negativa porque, independientemente del peso actual, se siguen autopercibiendo como “gordos”.