01 JUIL. 2015 CRÍTICA «No molestar» La pérdida gradual de los pequeños placeres cotidianos Mikel INSAUSTI Sobre el escenario fue Fabrice Luchini quien protagonizó la obra teatral de Florian Zeller “Une heure de tranquillité”. Y ya se sabe cómo este gran actor domina los personajes airados, pero aún así, la elección de Christian Clavier para la adaptación cinematográfica parece más que acertada, porque se encuentra en racha y se ha convertido en el nuevo Louis de Funes del humor gruñón. Su caracterización es la del hombre que quiere disfrutar de los pequeños placeres cotidianos, pero un hecho tan sencillo como sentarse en el salón de su casa a escuchar su disco preferido de jazz se ha convertido en un lujo imposible, por culpa del estresante rítmo de vida actual que no permite ni una mínima pausa para estar a solas relajadamente. Se podría decir que “No molestar” es la versión doméstica y amable de “Un día de furia” (1993), película de Joel Schumacher protagonizada por Michael Douglas que ha quedado como el máximo referente del ciudadano que estalla al no soportar más ya la presión en la gran urbe. El veterano Patrice Leconte ha encontrado en este material una magnífica oportunidad para retomar sus orígenes genéricos dentro de la comedia coral, cuando a finales de los años 70 inició la serie “Les Bronzés”. Leconte ha abierto la obra para ganar más espacio, y a la vez la ha dinamizado mediante movimientos de cámara agresivos. Saca al protagonista de su salón para mostrar el resto de la casa y las muchas cosas que allí ocurren al mismo tiempo, que son precisamente las que le van a molestar tanto. Que si un fontanero dando golpes, que si problemas familiares y de infidelidad, que si un vecino polaco demasiado fisgón, que si unos inmigrantes filipinos, que si una fiesta vecinal. Llega un momento en que aquello parece la piscina de “El guateque” (1968). Solo el prólogo en exteriores transmite libertad, porque entonces surge el discómano que rebusca en el mercadillo para dar con el vinilo deseado.