18 JUIL. 2015 FESTIVAL DE JAZZ DE GASTEIZ JAZZ, Y NADA MÁS QUE JAZZ UN LUJOSO PROGRAMA DOBLE 100% JAZZÍSTICO OFRECIÓ EL JUEVES EN GASTEIZ EL CONCIERTO LIGERAMENTE DECEPCIONANTE DE UN CUARTETO DE ASTROS DEL GÉNERO Y UN ANTOLÓGICO RECITAL DEL TRÍO DE BRAD MEHLDAU, QUE DIO MUESTRAS DE LA MÁS ALTA CATEGORÍA MUSICAL. Yahvé M. DE LA CAVADA Suponiendo que hubiese alguien encargado de la dirección artística del Festival de Jazz de Gasteiz, es probable que se pregunte qué salió mal en la noche del jueves. Musicalmente nada, todo estuvo entre lo correcto y lo excelente, pero una asistencia menor de lo que cabría esperar resultó de lo más descorazonadora para los aficionados al género, porque entre todos los programas dobles anunciados para esta edición, el del jueves era el único dedicado al jazz, digamos, puro. ¿Cuál es el problema, entonces, si se supone que estamos en un festival de jazz? Podría ser que, independientemente de su innegable calidad, el aficionado más específico ha tenido oportunidad de escuchar en directo a Brad Mehldau y a Dave Holland infinidad de veces en los últimos años, tanto en este como en otros escenarios cercanos, o podría ser que, a estas alturas, el público habitual del festival está entregado a otras músicas ofrecidas en el mismo, con más efusividad promocional y mediática. Sea como sea, la falta de originalidad en la elección de los artistas convocados no eclipsó la enorme calidad de lo que se escuchó esa noche en Mendizorrotza. En primer lugar, el extraordinario pianista Brad Mehldau, uno de los músicos más influyentes de su generación, que tocaba en Gasteiz con su trío habitual, esto sí, por primera vez. Así, con la sobriedad escénica que les caracteriza, Brad Mehldau, Larry Grenadier y Jeff Ballard emprendieron un viaje musical de primer orden como lo que son: una de las formaciones jazzísticas más cohesionadas del planeta. Mostrando un compromiso total con su música, el pianista consagró su repertorio a un puñado de originales todavía sin registrar discográficamente, como las tres fascinantes piezas que formaron la primera parte del recital, “Solid Jackson”, “Strange Gift” y “Untitled”. Esta frescura en el repertorio brindó al público de Mendizorrotza una situación privilegiada, la de mirar frente a frente a un grupo de élite trabajando sobre nuevas composiciones que, muy probablemente, serán grabadas en los próximos meses. La pureza de la disección armónica con la que Mehldau afrontó cada improvisación nos mostró a un artista en plena ebullición. El pianista, uno de los jazzistas más sobrevalorados de las últimas décadas, es también uno de los más brillantes; se cuenta entre los pocos que cada año están en mejor forma, con más cosas que decir y con una personalidad apabullante. Tal vez no esté tan sobrevalorado, después de todo. Tras un paseo por Brasil de mano de Chico Buarque y Edu Lobo, su original “Sète Waltz” y un fascinante “Si Tu Vois Ma Mère” cerraron el set, con un swingante “West Coast Blues” que redondeó en el bis el que podría ser, sin duda, el concierto del festival, y uno de los del año. Impecable e incansable Mehldau afirmó sentirse honrado de compartir escenario con Dave Holland, y no es para menos. El británico es uno de los grande jazzistas vivos, maneja su carrera de forma impecable (e incansable) y es difícil escuchar un concierto suyo que no sea, como mínimo, excelente. Sin embargo, en Gasteiz no estábamos ante un proyecto de Holland, sino a un grupo tetracéfalo completado por el extraordinario saxofonista Chris Potter, el guitarrista Lionel Loueke y Eric Harland, uno de los bateristas más sofisticados de la escena internacional. A raíz de un encuentro de Holland, Potter y Harland en 2007 en el festival de Monterrey (con Gonzalo Rubalcaba en lugar de Loueke), el cuarteto de estrellas afrontó esta formación como un proyecto ideal para festivales, eximiéndola de una dirección concreta y nutriéndose de un repertorio basado democráticamente en originales de todos sus miembros. El peligro de este tipo de asociaciones es precisamente lo que hizo aguas en su concierto en Gasteiz: la falta de química y de dirección propia de grupos en los que, excepcionalmente, la unión de sus partes no acaba resultando en suma, sino en una sucesión de pequeños colapsos que en Gasteiz desembocaron en un concierto errático, e incluso plomizo, por momentos. Potter tuvo algunos momentos brillantes (especialmente con el saxo soprano), y la base rítmica de Holland y Harland es incontestable, pero algunas composiciones no acabaron de funcionar y la presencia de Loueke, en general, fue un lastre para el grupo, que no llegó a sonar compacto en casi ningún momento. Y es que, por muy buenos que sean los músicos, la magia del jazz está siempre en la química y en la sincronía creativa entre ellos. La falta de química entre Holland, Potter, Harland y Loueke hizo que algunas composiciones no acabaran de funcionar Brad Mehldau, Larry Grenadier y Jeff Ballard emprendieron un viaje musical de primer orden