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A LA MESA CON

Mens sana in corpore sano, decía el romano


Ya se decía en las Sátiras de Juvenal, allá en los tiempos de maricastaña, que «se debe orar que se nos conceda una mente sana en un cuerpo sano», ya saben, aquello que nos enseñaron en el colegio de «mens sana in corpore sano». Bueno, pues parece que en esta Aste Nagusia alguien se ha puesto manos a la obra. Porque el programa festivo de ayer hace que el Mundial de Atletismo de Beijing se asemeje a una reunión de fofisanos. A ver, el taller de cocina para que los canajos aprendan a hacer ensaladas está bien, pero si le sumas el aerobithon para los mayores, empieza a oler a que alguien ha hecho el programa con remordimientos por los fritos que se ha zampado este verano. Y luego, ya con las partidas de ajedrez simultáneas, la pista de hielo para que la gente patine en pleno agosto y la escuela de pesca, uno no sabe si sigue residiendo en el Botxo o en Örnsköldsvik, Suecia. Solo falta que en la ría piquen unos cuantos arenques...

Estamos en una de las escasas ocasiones en la que esta villa cada vez más abotijada y guiri se despendola, y va a ser difícil competir con los hermanos de la vieja Iruñea sobre cuáles son las mejores fiestas si a sus magras con tomate replicamos con lechuga y pepinillo, y al jolgorio de Jarauta con un gambito de dama. Nos van a tomar a pitorreo y con razón. Solo falta que nuestro amigo Gargantua, que es quien paga la ronda, acabe enflaquecido y con ganas de mudarse antes de que le obliguen a comer puerros en vez de chiquillos y chiquillas.

Me parece muy bien que el conocido poeta latino –latino de Roma, no de Barranquilla –opinara que «la virtud es la única senda para una vida tranquila», pero es que han pasado dos mil años desde entonces y quienes cada mañana (tarde y noche) nos aventuramos por el Arenal y extrarradios en busca de algo que nos alegre el día cambiamos cualquier virtud por una buena gilda. Menos mal que hoy toca tortilla: dicen que van a hacer más de 1.037. Bien, vamos avanzando.