Un inglés no vino a Bilbao; los demás, sí

Escribíamos ayer de las bilbainadas, una delicia para los oídos más entrenados, y habrá pocas tan conocida como esa que cuenta que un inglés vino a Bilbao por ver la ría y el mar. Bueno, pues hay que decir que todos sus nietos y nietas han venido también. De hecho, me atrevería a decir que apenas quedan ingleses que no hayan pisado el Botxo este verano. Y quien dice ingleses dice también italianos, escoceses, alemanes, catalanes y hasta japoneses. De todo estamos teniendo esta temporada, y en Aste Nagusia, más.

Y es que uno sale a la calle y se siente un poco donostiarra. Porque nosotros, por mucho que algunos se empeñen, no estamos acostumbrados. Es verdad que desde que pusieron el Guggenheim la afluencia de visitantes ha crecido exponencialmente, pero lo de este año está siendo de película de Hitchcock. La de Los Pájaros, concretamente. Están en todos los lados, con sus mapas y sus cámaras, y cuando sales a la calle te miran, no sabes bien si con ánimo de preguntarte algo o de darte un picotazo.

No piensen mal, servidor no tiene nada en contra del turismo y de los euros que dejan los veraneantes en nuestros comercios y tabernas, sobre todo en las tabernas, pero de ahí a sentirte como extraño por tu tierra va un trecho largo.

Y como hemos dicho antes, en fiestas es peor, porque uno no puede ni estar tranquilo tomándose un zurito sin que algún guiri le retrate como si fuera Copito de Nieve. Hay que verlos, flipando con el montaje del Arenal, venga a sacar fotos, hacerse selfis y grabar videos, como si nunca hubieran visto una txosna de quince metros de alto. Y no solo en el recinto festivo; cuentan que el domingo en San Mamés parecía que jugaba el Ajax contra el Groningen, por la cantidad de rubiales que había en las gradas. Solo faltaba que el speaker hubiera narrado los cambios en neerlandés.

Bueno, como han venido se irán... y se encontrarán sus países llenos de vascos, con mapas, cámaras y haciéndose selfis.