15 NOV. 2015 DE REOJO Bataclan Raimundo Fitero Bataclan ha sido una referencia de noche, cabaret, humo, humedades, pulsión sexual. Su nombre viene de una opereta de Jaques Offenbach. En todos los lugares donde un local nocturno ha llevado ese nombre sus connotaciones han sido las mismas. Desde el viernes trece de noviembre del 2015 el de París forma parte de la historia de la infamia de la humanidad. O de la guerra. O de la confrontación de intereses económicos, religiosos, imperiales. Una guerra cultural, militar, de escaramuzas y guerrillas urbanas. Masacres televisadas y masacres escondidas. Vemos en directo los efectos de una de sus versiones, pero no tenemos ni idea de los bombardeos realizados por los poderosos ejércitos europeos y americanos en las tierras del cercano, medio y lejano Oriente. Esta acción en el corazón de la vieja Europa tiene efectos secundarios: los discursos de estos despreciables líderes europeos actuales de tan poca entidad política, sin futuro, títeres de intereses económicos transnacionales y globalizados. Todo lo que anuncian es para recortarnos libertades, para enjaularnos todavía más. La noche del viernes, tras el sobresalto de la primera noticia vaga, cuando íbamos recibiendo el goteo del número de víctimas, las primeras imágenes, uno sentía un pánico escénico sobre qué escribir hoy. ¿Desde dónde se mira esta aterradora y monolítica fotografía sangrienta, con tantas sirenas, tantos uniformes, tanta manta sobre cuerpos inertes? Las televisiones generalistas nos mostraron una patética realidad: su funcionalidad mercantil. Pero buscábamos en nuestro mando y veíamos, escuchábamos, se nos cortaba el aliento. Un concierto en el Bataclan, es decir, un acto de entretenimiento de carácter cultural. El relato oficial es un parte de guerra certificando su continuidad.