22 MAI 2016 DEBATE SOBRE EL DIACONATO MUJERES EN LA IGLESIA CATÓLICA, UN VETO IN SAECULA SAECULORUM Son las grandes ausentes. Mayoría aplastante en las labores de servicio y vetadas en la jerarquía de la institución. El papa Francisco ha hablado de estudiar el nombramiento de diaconisas. Y la simple posibilidad ha removido los cimientos del Vaticano. Dernière mise à jour : 22 MAI 2016 - 00:11h Mertxe AIZPURUA Abrió la polémica solo cuatro meses después de ser elegido papa, durante un vuelo de regreso de Río de Janeiro en el que Jorge Mario Bergoglio se mostró partidario de que la mujer adquiera una mayor relevancia en la Iglesia católica. «Hay que hacer una profunda teología de la mujer», dijo, aunque recordó que la puerta para la ordenación de las mujeres como sacerdotes sigue cerrada. Han pasado tres años desde entonces y nada ha cambiado. La pasada semana, interpelado por el tema en la celebración de una audiencia en el Vaticano con 900 religiosas de la Unión Internacional de las Superioras Generales, el pontífice se vio casi obligado a hacer un anuncio en este sentido. La pregunta fue directa: ¿Por qué no constituye una comisión oficial que estudie el diaconato para las mujeres? Francisco aceptó el envite: «Estoy de acuerdo. Hablaré para hacer algo por el estilo. Acepto la propuesta. Será útil tener una comisión que lo aclare». En la actual Iglesia católica, los hombres casados pueden ser diáconos –es un grado inferior de la jerarquía, limitado a funciones de servicio–, pero no sacerdotes. Para las mujeres, ambas figuras y, consiguientemente, las superiores, están vetadas. La noticia se ha presentado como relevante. Seguramente, más que por el hecho en sí de la posibilidad de nombrar diaconisas, por la relación directa que pueda establecerse con la ordenación sacerdotal de mujeres, una cuestión que en el seno de la institución se considera cerrada con todos los grilletes que han ido colocando los papas predecesores del actual. A pesar de que las declaraciones de Francisco no sobrepasaran los límites de la prudencia, prelados y movimientos conservadores han interpretado sus palabras como una falta de fidelidad a la tradición de la Iglesia. La teóloga María José Arana advierte de la rapidez con la que se han producido estos movimientos. «En cuanto ha dicho la mínima, ha levantado una polvareda terrible y enseguida han venido las matizaciones y las aclaraciones», señala. Aunque se declara optimista por naturaleza, Arana, doctora en Teología, diplomada en Sociología y que ha dado clases hasta su jubilación en la Facultad de Gasteiz, no vislumbra demasiados cambios en el horizonte. «No lo sé, pero lo cierto es que en este caso se ha producido una reacción tan fuerte por parte de la Iglesia, medios y, sobre todo, por el mismo Vaticano, que lo hace muy difícil». Se refiere así a la irrupción de su portavoz, Federico Lombardi, que puso los puntos sobre las íes al precisar lo que quiso decir y lo que no dijo el papa Francisco. «El papa no ha dicho que tenga intención de introducir una ordenación diaconal de las mujeres y, mucho menos ha hablado de ordenación sacerdotal», sentenció. Arana: «es una cuestión de poder» Es todo esto lo que lleva a Arana a comentar con humor que «nombrar una comisión es casi siempre la mejor forma de no avanzar». Relativiza, por ello, el anuncio de Bergoglio, aunque manifiesta estar «encantada de que se hable del tema; de que sea algo que importe a la gente y que importe especialmente a las mujeres. Y estoy encantada de que lo pidamos, porque hay que hacerlo». Recuerda que desde dentro de la Iglesia se han escuchado voces en este sentido. Los cardenales Martini y Lehmann lo pidieron y «no solo porque responda a la práctica antigua sino también a las necesidades actuales. Lo veían como paso necesario para la igualdad entre hombre y mujer en la Iglesia». Considera que a la institución eclesiástica le cuesta «aceptar la cuestión de las mujeres» porque lo «lleva en la propia carne» y porque «es una cuestión de poder». «Dicen que con este tipo de medidas se feminiza la Iglesia y es cierto» comenta. Destaca el dato de que en casi todos los ámbitos de la vida eclesiástica la presencia de la mujer es mayoritaria: «El 90% de las personas catequistas son mujeres; el 99% de las sacristanas son mujeres. y, por supuesto, el 100% de las limpiadoras son mujeres. Es decir –explica– los trabajos que los curas no quieren o no pueden hacer, los hacen ellas. Las mujeres están ahí y ahí las tienen aseguradas. Y así se entiende la gran resistencia que hay a cambiarlo». Autora de numerosos trabajos e investigaciones sobre el tema –suyo es el libro “Mujeres sacerdotes ¿por qué no?”– no tiene dudas de que la existencia de diaconisas en la historia es un tema suficientemente estudiado para quien haya querido hacerlo. «Bueno, quieren hacer una comisión para estudiarlo más. No hay cosa más clara en el Evangelio que el nivel de igualitarismo con que Jesús trata a las mujeres, muy diferente a lo que era habitual en la época». No hay dogma de fe que impida levantar el veto a mujeres para ser diaconisas o sacerdotes. Y hay antecedentes históricos. «Tanto el diaconado como el presbiterado (sacerdocio) están documentados. Más lo primero que lo segundo, pero también. Hubo diaconisas hasta el siglo X y sí, habría que recuperar lo que hubo en la Iglesia de los primeros tiempos pero, por otro lado, hay que tener en cuenta toda la evolución que se ha dado en la sociedad civil, el avance de los derechos humanos, las conquistas del feminismo y los cambios que se han experimentado en el mundo». «La Iglesia –concluye– debería ir a la cabeza y no a la zaga». No obstante, ante el debate abierto por la posibilidad de que la mujer acceda al diaconato, expresa su opinión con claridad: «No hay que hacer hincapié en los trabajos que la mujer pueda hacer dentro de la Iglesia. No es una cuestión de trabajos que tenemos que recuperar o hacer, sino que lo que hay que conseguir es la ordenación de las mujeres en el sacerdocio. Y que lo acepte la Iglesia. Esto es lo más importante». Más de 200>En el mundo son más de 200 las mujeres ordenadas como sacerdotes. Algunas son obispas y trabajan en las comunidades que las aceptan. Todas están excomulgadas de la Iglesia Católica.