16 JAN. 2017 CRÍTICA «La autopsia de Jane Doe» La morgue como portal a otra dimensión temporal Mikel INSAUSTI Sabido es que los aficionados y las aficionadas al cine de terror cada vez se conforman con menos, y así se explica que “La autopsia de Jane Doe” ganara el Premio Especial del Jurado en el festival de Sitges. A priori se podía pensar por la temática que adelanta el título en la estética gore, pero en lo que atañe a la plasmación del trabajo de la medicina forense se ajusta visualmente a los estrictos cánones del cine médico. Ello se debe a que el gancho inicial de la película reside en su base científica, ya que se sigue la investigación de los órganos internos de un cadáver paso a paso en todo su detalle. Esa media hora inicial con sus imágenes hiperrealistas es lo mejor de la propuesta, que luego deriva hacia los trillados derroteros del susto con apagones de luz y presencias intangibles surgidas de un pasado oscurantista que ve venir de lejos hasta el espectador más cegato. Tan aburrida y previsible resolución responde a la incapacidad de la pareja de guionsitas Goldberg-Naing para dar una respuesta mínimamente coherente a la tensión y el misterio que acumulan en el primer e interesante tramo de la narración. Y por eso recurren al fantástico puro a falta de otros recursos más originales o sorprendentes, dejándolo todo en manos de la brujería que se venga del clima puritano del siglo XVII en plena colonización de América del Norte. Y es que los viejos espectros no dejan de ser el socorrido relleno para el tipo de puesta en escena tan pobre en lo material que ha traído consigo la crisis, provocando la proliferación de rodajes en un único decorado. Y como suele suceder con muchas de estas producciones abaratadas todo se fía al trabajo actoral, recayendo por la presente la máxima responsabilidad en Brian Cox, quien aún siendo un grandísimo actor no puede salvar en solitario un drama progresivamente desorbitado, y en el que la capacidad humana acaba siendo lo de menos.