25 JAN. 2018 CRÍTICA «Mazinger Z Infinity» Desde la retina del recuerdo Koldo LANDALUZE El caos postatómico que asoló Japón tras las masacres de Hiroshima y Nagasaki entró a formar parte del imaginario colectivo de los japoneses los cuales, desde una perspectiva netamente creativa, imaginaron todo tipo de criaturas y demonios que todavía hoy se mantienen vivos en la pantalla y las viñetas de los maga. De entre este extenso bestiario destacan sobre todo la iconográfica presencia de Godzilla –reivindicado el pasado año mediante una nueva versión nipona– y la criatura de metal que hoy nos ocupa. Lo que encontramos en esta nueva prolongación cinematográfica del clásico televisivo de los setenta inspirado en el mítico anime creado por Go Nagai es toda una exaltación de la nostalgia, un reecuentro emotivo en el que no hay cabida para reinventar nada y sí para seguir sacando el mayor rédito posible a los grandes hallazgos que supuso la célebre serie televisiva del y que todavía hoy se mantiene viva en nuestra retina del recuerdo. “Mazinger Z Infinity” respeta al máximo los códigos del original, subrayando algunos de los matices más o menos disfrazados que aparecían en las imágenes del televisor. El sexo, los miedos legados por los bombardeos de la segunda guerra mundial o la tecnología que se bifurca entre el bien y el mal conforman parte del engranaje argumental de un proyecto que tiene ciertos ribetes crepusculares. Otro gran acierto por parte del cineasta Junji Shimizu radica en mantener el diseño original mediante un trazo bidimensional y ampliar al máximo el factor espectáculo mediante un recital de secuencias que en momento alguno decaen. Tampoco faltan a esta cita entrañable con el recuerdo infantil los discursos de corte ecologista y una lectura tímida pero efectiva de lo errático que resulta la condición humana.